Olivia.
—… y solo tienes que encargarte de no hacer el ridículo —le dije a la nueva, dándole una mirada de advertencia— Sé amable, sé rápida y, como ya te dije, no hagas el ridículo.
—¿Ridículo? —me miró confundida.
—Ya sabes, lo que suele pasar en las películas —continué—. Esos momentos incómodos en los que te tropiezas y derramas todo encima de alguien. No quiero que eso ocurra aquí.
—Está bien.
—Perfecto —respondí—. Empiezas esta noche. Prepárate.
La chica asintió y se fue rápidamente. Me quedé ordenando algunas cosas, luego hablé con Giuseppe mientras él cocinaba, y finalmente me preparé para irme. Justo cuando crucé la puerta, algo me hizo detenerme en seco. Un nudo se formó en mi estómago y mi cuerpo se paralizó por completo.
—Hola —dijo, y al escuchar esa voz, el mundo pareció desvanecerse por un momento.
Era ella.
Después de tanto tiempo, estaba allí, frente a mí, como si nunca se hubiera ido. La miré, sorprendida, mientras una ola de sentimientos se apoderaba de mí. Todo a la vez.
—Dijiste que… —comenzó a decir, con la voz un poco vacilante—. Cuando estuviera lista, seguirías aquí para mí.
Mis ojos se llenaron de lágrimas. No podía seguir enojada con ella. Es mi mejor amiga, mi hermana. Sonreí, y sin pensarlo, corrí a abrazarla. Ella me recibió con el mismo ímpetu, envolviéndome en un abrazo tan fuerte, como si hubiera estado esperando ese momento tanto como yo.
—Sigo aquí para ti, boba… —susurré, con la voz quebrada.
Ella me abrazó tan fuerte que me transmitió lo mucho que me extrañó y lo mal que la pasó, al igual que yo, debido a la distancia que nos separó.
—Lo sé… —musitó, con la voz entrecortada—. No estoy lista para hablar de lo que me pasó, solo… quiero que me disculpes, ¿vale? Siento mucho haberlos tratado de esa manera. Fui muy injusta, y no puedo evitar arrepentirme de cómo actué.
—Tranquila, eso ya quedó en el pasado. Literalmente.
Nos separamos y me quedé viéndola, estudiándola con discreción. Se ve… diferente. ¿Acaso perdió peso? No sé, pero da igual. No voy a mencionar nada al respecto, no quiero tocar una fibra sensible ni hacerla sentir incómoda o mal.
—Te ves linda —le digo, sonriéndole de manera sincera.
—Tú igual —responde, devolviéndome la sonrisa—. ¿Hay alguien más aquí?
—Sí, está Giuseppe. Ven, vamos a saludarlo, te ha extrañado con locura…
Agarro su mano con suavidad, como si no quisiera soltarla nunca, y la llevo dentro, sintiendo cómo la familiaridad de su toque reaviva algo en mí que creí haber perdido.
Siento que poco a poco todo está volviendo a su lugar, como si las piezas del rompecabezas se estuvieran encajando una a una, aunque… hay algunas cosas que, de saberlas, la incomodarían profundamente. Por eso le ruego a todos los dioses del universo, con toda mi fuerza, que hoy no suceda nada que las traiga a la superficie, porque estar en medio de este tipo de situaciones es terriblemente incómodo.
No quiero sentirme así hoy, no después de tanto tiempo.
---------------------------------------------------------
Aida.
La había extrañado demasiado, y el solo hecho de pensar en cómo habían terminado las cosas la última vez que nos vimos me hizo reconsiderar todo. Si alguna vez me volviese a ocurrir algo malo, ya no huiría, sino que enfrentaría todo junto a ellos. Aprendí que aislarse no es una opción válida. No solo no proteges a nadie, sino que, en realidad, terminas causando aún más daño.
—¿Por qué te fuiste? —me preguntó Giuseppe, sin dejar de cortar verduras.
—Necesitaba un respiro —respondí, y luego cambié de tema—. ¿Para qué es todo esto?
Olivia abandonó la cocina de inmediato.
—¿Esto? —repitió, como si no entendiera—. Ah, es que tenemos una fiesta de compromiso esta noche.
Ahora entendía la decoración festiva en el salón.
—¡Qué lindo! —exclamé, emocionada. Me encantaba cuando ocurrían estas celebraciones—. ¿Puedo venir?
—Sí…
—Siempre y cuando no seas un estorbo —respondió una voz masculina con tono bromista.
La reconocí al instante.
—Tranquilo, no lo seré —dije, girándome hacia él y sonriéndole en señal de saludo.
—¿Cómo has estado? —preguntó, acercándose.
Alessandro se veía más guapo que antes. Tal vez era la capa de barba fina que se había dejado. Algo en su rostro se veía más... masculino, más varonil.
—Excelente… —mentí—. Fue como… un año sabático.
—¿Y el sabático te impide responder mensajes? —dijo, mientras se lavaba las manos.
Sabía que estaba enojado. Lo podía sentir en el aire.
—Digamos que necesitaba desconectarme, literalmente —respondí, fingiendo una sonrisa que sabía no era convincente.
—Wow, quiero saber quién te hizo tanto daño para llegar a ese punto —comentó, como si no le importara.
Mi sonrisa desapareció en un segundo, y Alessandro lo notó al instante.
—Solo bromeaba… —se apresuró a aclarar.
Lo miré, respiré hondo y dije:
—¿Sabes? No necesariamente alguien tiene que hacerme daño para que yo me aleje. No tienes ni idea de todo lo que he estado viviendo. Créeme, un año no ha sido nada. Podría haber desaparecido por mucho más tiempo si así lo hubiera necesitado.
Lo miré fijamente por un momento, sin decir una palabra más, y me di la vuelta para salir de la cocina.
Alessandro salió rápidamente detrás de mí, alcanzándome en el pasillo.
—Espera, Aida… —dijo, tocándome suavemente el brazo para detenerme, antes de soltarlo con cautela—. No fue mi intención hacerte enfadar.
—No me enfadé —respondí, suspirando—. Solo… Déjalo, ya pasó.
—Me has dado a entender que te has ido por algo más grave, Aida —dijo—. ¿Me quieres contar?
—No.
—Está bien, no voy a presionarte —asintió, dándome espacio.
A lo lejos, se oyeron voces y el sonido de algunos movimientos provenientes del salón.
—Oh, ya llegaron… —comentó Alessandro, fastidiado—. Son los que contratamos para decorar el salón. Todo tiene que quedar impecable porque, si no, ella se va a volver loca.