El chico que salvó mi vida

Capítulo 27

—¡Dios! ¡Qué rica está!

—Sí, deliciosa…

Olivia y yo éramos las únicas que realmente saboreábamos cada mordisco de nuestras hamburguesas, disfrutando de cada detalle. Mientras tanto, nuestros acompañantes ni siquiera se molestaron en masticar, se las tragaron de un solo bocado, como si tuvieran prisa por terminar.

—Me pregunto por qué todos los hombres comen tan rápido, como si temieran que les quiten la comida o algo así —comentó Olivia, dándole otro mordisco a su hamburguesa.

—Créeme, ni nosotros sabemos —respondió Wilder, mirando la comida de su novia con una ligera sonrisa.

—Oh, ni lo sueñes —replicó Olivia, apartando la hamburguesa de su mirada—. No te voy a dar, ya comiste la tuya. ¡Y encima triple!

Solté una risa tan fuerte que estoy segura de que todo el local me escuchó. Rex, por su parte, se quedó completamente embobado, mirándome sin poder apartar la vista.

—¿Qué? —pregunté, mientras seguía masticando la comida.

Él sonrió, una sonrisa que contenía algo más.

—Tienes… —dijo, tocándose la comisura de los labios—. Tienes cheddar ahí.

—¡No me digas!

Levante la mano para limpiarme, pero él fue más rápido. Con un gesto inesperado, pasó su pulgar por mi boca, borrando la mancha. Nos quedamos mirándonos, un silencio cómodo llenando el espacio entre nosotros. Había algo en ese momento, algo en sus ojos, que nos conectaba de una forma especial. Nos entendíamos sin decir una sola palabra.

—Esto es tan tierno que da asco —comentó Olivia, rompiendo el instante con su tono sarcástico.

—¡Olivia! —la regañó Wilder.

Y entonces, Rex hizo lo impensable. Me traicionó de una manera que jamás habría imaginado. Rompió mi corazón en mil pedazos.

¡Me robó la caja de papas fritas!

—¡Eres un traidor! —exclamé, indignada.

—¡Yo sabía que había algo detrás! —gritó Olivia, señalándolo con el dedo acusador. Luego, mirando a Wilder, agregó con seriedad—: ¡Y a ti ni se te ocurra, eh!

Después de terminar de comer, un par de chicas se nos acercaron para pedirle fotos a Rex. Yo, por mi parte, me excusé rápidamente diciendo que necesitaba ir al baño. No es que me moleste en absoluto que se acerque gente o que quieran hablar con él, simplemente me siento abrumada cuando estoy rodeada por demasiadas personas, y la necesidad de escapar se vuelve urgente. Por eso, decidí refugiarme en el baño, buscando un respiro de la multitud.

Al llegar, me acerco al lavabo y comienzo a enjuagarme la cara, mirando mi reflejo en el espejo. Hoy mis ojeras están más marcadas de lo habitual, lo que no me sorprende, considerando que apenas pude dormir anoche.

—Mierda, mierda, mierda… —una niña, que aparenta unos ocho o nueve años, entra al baño rápidamente, como si estuviera huyendo de algo.

La observo a través del espejo mientras camina de un lado a otro, claramente perdida, sin saber qué hacer. Su rostro está completamente rojo y se le nota que está pálida y sudada, como si estuviera al borde de un ataque de nervios.

—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —le pregunté, girándome y acercándome a ella, preocupada por su estado.

—¿Puedes creer que…? —comienza a titubear—. Tenía ganas de una hamburguesa y vine con mis papás…

Algo en su actitud me resulta extrañamente familiar, aunque no logro identificar qué es. Hay algo en ella que me recuerda a alguien, pero no puedo ponerle nombre.

—¡Él está ahí afuera! —me dice de repente, con los ojos muy abiertos—. Lo sigo desde que tengo consciencia…

Ah, ya sé por dónde va esto.

—¡Rex Harrington está sentado ahí afuera! ¡¿Te das cuenta de lo raro y emocionante que es eso?!

Sabía que se trataba de él.

—Me traen a comer a este lugar desde que nací y nunca lo vi aquí, jamás. ¡No puedo creer que esté en el mismo lugar que yo! —dice, casi saltando de emoción—. Es surrealista…

Le sonrío, tratando de tranquilizarla un poco.

—¿Y? ¿Ya le pediste una foto o algo?

—¿Estás loca? —responde con una expresión de horror—. No… no me atrevo, me da mucha pena.

Me sorprende como los niños de hoy en día se comportan, hablan hasta como los adultos. No sé si es divertido o preocupante.

—¿Vas a dejar pasar un momento como este solo porque te da pena? —le pregunté—. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Es un dicho que me enseñaron de pequeña, pero que no fue hasta hace poco que empecé a poner en práctica.

Los ojos de la niña se cristalizan.

—Me da vergüenza ir sola… —murmura, avergonzada—. Siento que puedo molestarlo.

—No, tranquila, no lo vas a molestar —le aseguro con calma, intentando que se sienta más segura—. Ven, vamos, te acompañaré.

—¡¿En serio?! —exclama, con la sorpresa y la emoción pintadas en su rostro. Juntas sus manos en un gesto de incredulidad y da un pequeño brinco de entusiasmo.

—Claro que sí, ven —le digo, extendiendo mi mano hacia ella. Ella la toma con rapidez, como si hubiera estado esperando este momento.

Ambas salimos del baño, tomadas de la mano, y ella, como si se sintiera más valiente al estar conmigo, se esconde ligeramente detrás de mí, tímida pero con una sonrisa nerviosa de emoción.

Al llegar a la mesa de mis amigos, carraspeo para aclararme la garganta y, con una sonrisa, digo:

—Rex, alguien quiere conocerte y sacarse una foto contigo.

Él arquea las cejas, mostrando curiosidad por saber de quién se trata, y entonces, la niña aparece tímidamente detrás de mí, quedándose en silencio.

—Pero dile algo o abrázalo… —le susurré al oído, tratando de animarla a dar el paso.

Ella, un poco titubeante, camina hasta él y sin pensarlo mucho más lo abraza con fuerza. Rex, un tanto sorprendido, se queda inmóvil por un momento sin saber bien cómo reaccionar. Antes de devolver el abrazo, hace un gesto con los labios, mirándome con curiosidad. En ese instante, me pregunta en silencio quién es, y yo le respondo igualmente en mímica que no tengo idea.



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En el texto hay: romance, drama, streamers

Editado: 27.03.2025

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