El chico que salvó mi vida

Capítulo 28

Las gotas de lluvia comenzaron a caer de repente, una tormenta que no me sorprendió en lo más mínimo, pues ya habían anunciado un temporal que duraría al menos tres días, tal vez más. Rex, preocupado, quiso llevarme a casa, pero le expliqué que no podía ir allí. Mi madre probablemente acababa de regresar de su viaje, y si me veía en este estado, comenzaría a hacer preguntas, preguntas que traerían a la superficie el pasado, un pasado que no deseo revivir, menos aún con ella, que todavía está emocionalmente frágil. No la culpo, en parte siento que fue mi culpa. Ella se preocupó mucho por mí cuando estuve… así, enferma, y no quiero que vuelva a revivir esa angustia.

Ahora nos encontrábamos refugiados bajo el techo de un negocio, observando cómo la gente corría de un lado a otro, visiblemente alborotada por la lluvia. Habíamos llamado un taxi, pero parecía que se estaba demorando más de lo esperado.

—Esto no me gusta, Aida —dijo Rex, frunciendo el ceño—. Debemos irnos ahora.

—El taxi no tarda en llegar, esperemos un poco más.

—¿Esperar qué? ¿A que el viento nos lleve a los dos?

Sonreí débilmente al notar cómo se sacudía, más por la incomodidad que por el frío.

—Rex Harrington… —dije—. ¿Acaso le temes a las tormentas?

—Esta no es una tormenta normal, Aida —dijo él, preocupado.

—Ya va a pasar…

Pero en cuanto pronuncié esas palabras, el viento comenzó a intensificarse, y por un momento me imaginé a los dos muertos a causa de alguna chapa voladora. Sin embargo, en ese instante, el taxi apareció de repente, y al ver su llegada, pareció que Rex recuperaba el aliento, como si le hubieran devuelto el alma al cuerpo.

Él decidió que lo más sensato era que fuéramos a la casa de sus padres. Me insistió en que no estaban, que regresarían mañana, y cuando me mostró una foto de ellos en otra ciudad, terminé aceptando.

Cuando el taxi aparcó en la dirección que Rex le había dado, me quedé completamente boquiabierta. ¿Los padres de Rex vivían en esta enorme casa? ¿Los dos solos? No podía creerlo. La casa era tan grande que parecía más un palacio que una residencia familiar.

—Wow —dije, sin poder creerlo—. ¿Tus padres tienen esta mansión solo para ellos dos?

Estábamos en una urbanización privada, donde el tráfico brillaba por su ausencia y había múltiples sistemas de seguridad en cada esquina. Estaba más que claro que todo esto era porque eran una familia muy importante, con recursos y una posición que no pasaba desapercibida.

Las calles privadas estaban vacías, éramos los únicos en el vecindario.

—Sí —respondió él—. Lástima que la "mansión" no los llene.

Introdujo una tarjeta de seguridad en la puerta, y esta se abrió al instante.

—¿Cómo? —pregunté, sin entender.

—Tienen todo, pero a la vez no tienen nada —dijo, entrando a la casa.

Lo seguí, aún confundida.

—Pues yo veo que están rodeados de lujo…

—Tienen mucho lujo, pero son infelices —respondió, con una expresión seria.

Decidí no responderle más, porque presentía que era un tema delicado del que seguramente no le apetecía hablar. Rex no me permitió ni terminar de mirar la casa, lo único que puedo decir es que era una casa de ricos, imponente en su tamaño y llena de detalles lujosos. Él me agarró de la mano con firmeza y, sin darme tiempo a reaccionar, me arrastró hacia su habitación.

El cuarto estaba iluminado por una luz de tono morado, que se mezclaba con matices de azul, creando un ambiente único. En las paredes, se podían ver algunos posters de Nirvana, Deftones, The Neighbourhood y otros más, reflejando sus gustos musicales. También habían varias guitarras eléctricas colgadas en la pared. Su cama matrimonial estaba algo desordenada, y algunas prendas de ropa de él yacían esparcidas por el suelo. Mis ojos se detuvieron en un rincón, donde estaba la computadora junto a otros aparatos que no sabía exactamente para qué servían, pero reconocí de inmediato la función del micrófono y la cámara. Definitivamente, ese era el lugar donde Rex hacía streaming.

—Bienvenida a mi antiguo cuarto —dijo, un poco avergonzado—. Disculpa el desorden…

Mis ojos se posaron en una foto en particular, una que estaba sobre la mesa junto a su computadora. En la imagen, él aparecía abrazando a otro chico que parecía mayor que él.

—¿Quién es? —le pregunté, señalando la foto.

Rex se quedó en silencio durante unos minutos, pero luego respondió.

—Es mi hermano.

—¿Tienes un hermano? —respondí, sorprendida.

—Sí, él no…

—Oh, lo siento, no tienes que decirlo…

—Está vivo —se apresuró a aclarar—. Pero no somos muy cercanos. Él se fue a Italia después de un accidente que tuvo.

—¿Qué le pasó? —pregunté, con la voz temblorosa—. Perdona, sé que soy una imprudente.

—No, tranquila —sonrió, tratando de tranquilizarme, y luego se sentó en la cama. Me hizo un gesto para que lo imitara y lo hice, sentándome junto a él—. Mi hermano tuvo un accidente automovilístico y…

Sentí que, al mencionar el tema, algo dentro de él se cerró. Parecía que le costaba hablar de eso, que aún le dolía.

—Y quedó parapléjico —terminó, con un suspiro.

Un nudo se formó en mi garganta. No quería llorar, pero verlo tan vulnerable, tan débil y frágil, hizo que las lágrimas comenzaran a deslizarse por mis mejillas.

—No llores… —dijo, suavemente, mientras limpiaba mis lágrimas con sus pulgares.

Negué con la cabeza, forzando una sonrisa, intentando que el dolor se desvaneciera. Es que, en ese momento, parecía que éramos dos almas rotas, dos seres hechos pedazos. Tal vez estábamos destinados a encontrarnos, a sanar nuestras heridas mutuamente, aunque aún no supiéramos cómo.

—Esas lágrimas tienen que ver con él, ¿cierto? —dijo en un susurro—. Surgen por su culpa.

—En parte sí —admití, con voz temblorosa—. Es que verlo tan bien, con una nueva familia, fue… demoledor —las lágrimas seguían cayendo—. Recuerdo tan bien cuando se fue… y te aseguro que no era el mismo hombre que vimos hoy.



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En el texto hay: romance, drama, streamers

Editado: 27.03.2025

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