El chico que salvó mi vida

Capítulo 30 (FIN)

(Hola, acá la responsable de todo lo que pasa en este capítulo. Paso a decirles que se descarguen la canción que se llama "Only" que es de RY X. Es especial para escucharla justo en este capítulo. Yo les voy a decir en que parte pueden empezar a reproducirla para que todo se sienta más intenso. Espero que lo hagan así disfrutan de un buen final.)

Sin más que decir, bienvenidos al último capítulo:

-💔-

NARRADOR OMNISCIENTE.

Hace cinco años atrás, específicamente un 21 de diciembre, Ronald y Robby Harrington viajaban juntos en dirección a una concesionaria de automóviles. La razón de su viaje no era otra que un gesto de generosidad por parte de Ronald, quien deseaba regalarle un coche nuevo a su hijo mayor. Había decidido hacerlo para celebrar un logro significativo en la vida de su hijo: acababa de graduarse de la Universidad, un hito que, según Ronald, merecía ser reconocido de manera especial. La decisión no fue tomada a la ligera, pensaba que un coche sería el regalo perfecto para marcar el comienzo de una nueva etapa en la vida adulta de su hijo, un símbolo tangible de todo lo que había alcanzado con esfuerzo y dedicación.

—¿A dónde me llevas, papá? —preguntó Robby, curioso, sin imaginar que su padre lo estaba conduciendo hacia una concesionaria de autos.

Ronald frunció el ceño, un gesto que se había vuelto casi automático en él, algo que hacía siempre cuando no quería hablar más del tema.

—Te dije que no quería preguntas —respondió, brusco.

Ronald siempre había sido un hombre de carácter difícil. De hecho, su personalidad había sido objeto de discusión desde mucho antes de que se casara con Anna. Ella nunca pensó demasiado en las consecuencias de su decisión, en parte porque en su juventud se había dejado llevar por la intensidad del amor, sin medir lo que estaba por venir. Se enamoró de un hombre con impulsivos ataques de ira, un rasgo que, en ese entonces, le parecía algo pasajero. Estaba convencida de que, con el tiempo, esas explosiones de enojo desaparecerían. Pero a medida que los años pasaron, no solo no desaparecieron, sino que las cosas empeoraron.

Ronald, simplemente, empeoró.

Cuando Robby se dio cuenta de que su padre se estaba acercando a una concesionaria, algo dentro de él se encendió. Las alarmas se dispararon, pero, en el fondo, él ya sabía que su padre rara vez tomaba en cuenta lo que él quería o pensaba. Ronald siempre tenía su propia idea de lo que era mejor para él, sin importar lo que Robby opinara. Robby no entendía por qué su padre insistía en tomar decisiones por él, sobre todo cuando se trataba de algo tan personal como su futuro.

Él solo quería graduarse, conseguir un trabajo relacionado con lo que había estudiado y, lo más importante, poder costear por sí mismo todo lo que necesitaba. Robby no deseaba lujos ni regalos costosos. Lo único que quería era independencia, una autonomía que su padre, con su forma de ser, nunca parecía dispuesto a comprender. Sin embargo, Ronald seguía tomando decisiones que no consultaba, como si el joven no tuviera voz en lo que parecía ser su propio camino.

Sin embargo, después de un momento de vacilación, Robby decidió reunir el valor necesario para hablar. Las palabras que había estado guardando, que siempre parecían quedar atrapadas en su garganta cuando su padre estaba cerca, finalmente salieron.

—¿Por qué me traes a una concesionaria? —preguntó, aunque él ya sabía.

—¿No es obvio? —respondió Ronald—. Te voy a comprar un coche.

Robby se quedó en su lugar, inmóvil, como si las palabras de su padre hubieran golpeado su mente de una forma que no esperaba. El sonido del motor del coche, el movimiento alrededor de ellos, todo pareció desvanecerse por un momento mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar.

—Y no un coche cualquiera —continuó Ronald, con una sonrisa de satisfacción—. Te voy a comprar el coche más lujoso y costoso que te imagines.

El aire que respiraba Robby se volvió más denso, como si algo pesado se hubiera posado sobre él. Cerró los ojos por un instante, no para escapar de la situación, sino para tomar una decisión.

—No quiero que me regales un coche, papá —respondió, tratando de contener la rabia que empezaba a burbujear dentro de él. Por dentro, sabía lo que iba a pasar, lo que siempre pasaba: su padre no lo entendería. Sin embargo, no le importaba que Ronald se enfureciera o ignorara su deseo. Ya no podía quedarse callado—. Quiero trabajar y poder comprarme un coche costoso y lujoso con mi propio dinero, no con el tuyo…

—¿Acaso me estás despreciando un regalo? —le espetó Ronald, apretando los dientes—. Todo lo que tienes te lo he comprado yo. ¿Qué más da un coche de mierda?

Robby no retrocedió. Sentía cómo la presión en su pecho aumentaba, pero se mantuvo firme.

—No estoy despreciando nada —respondió, tratando de ser calmado—. Simplemente quiero ser independiente, quiero que me dejes serlo. Ya no soy un niño, papá. Solo quiero valerme por mí mismo.

Ronald lo miró con desdén, como si esas palabras fueran la mayor tontería que había escuchado.

—¿Independiente? ¿Te estás oyendo? —se burló—. ¡Ni siquiera tienes trabajo, estás viviendo bajo nuestro techo!

Robby tragó saliva, pero sus ojos se mantuvieron fijos en su padre. No iba a ceder. Sabía que su vida estaba dando un giro, y aunque la duda lo invadiera, ya no podía seguir aceptando las decisiones que su padre imponía sobre él.

—Lo conseguiré, estoy seguro. —respondió.

Ronald, incapaz de contener más su furia, encendió el coche con un rugido. El motor retumbó, reflejando su creciente enojo. Miró al frente, pero lo que realmente tenía en su mente era el caos que sentía al ver a su hijo desafiarlo de esa manera.

—Y una mierda… —murmuró, mirando por el espejo retrovisor mientras daba marcha atrás, las palabras escapaban de su boca con el mismo veneno que se acumulaba dentro de él—. Tengo hijos desagradecidos. Todo lo que tienen es por mí. Si no fuera por mí, estarían en la calle, viviendo de ratas y escoria. Desagradecidos.



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En el texto hay: romance, drama, streamers

Editado: 27.03.2025

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