El chico que se enamoró de la Luna

El chico que se enamoró de la Luna

Existió alguna vez un hombre joven muy tonto e ingenuo que se enamoró de la Luna. Aquella fue una noche más de soledad. El joven estaba sumergido en la oscuridad. Estaba hundido, perdido y con mucho miedo. De pronto apareció la luz de la Luna.

El joven se secó sus lágrimas y se levantó a completar la Luna en el cielo. Parecía muy pequeña, una tenue luz tratando de iluminar una oscuridad infinita. Esa luz era cautivadora y acogedora, tanto que enamoró al joven. En el joven se despertó la ambición de querer alcanzarla. De querer estar con ella para que con su brillo desterrar por fin a la oscuridad que lo abrumaba. Si tan solo consiguiera obtenerla y adueñarse de ella, tal vez las noches no pasaría más miedo.

Primero trató de construir una escalera. La escalera tendría que ser enorme y la construiría con solo sus manos. Reunió los troncos y tablones de madera más resistentes que encontró y los sujetó con clavos para formar así la escalera poco a poco. Trabajó sin descanso, día y noche, especialmente en la noche cuando el silencio lo envolvía y más deseaba estar con la Luna.

Pasaron semanas y la escalera tomó buen tamaño, así que quiso probarla y se animó a subir por ella. El joven no contó con que azotaría un fuerte vendaval y la escalera se cayó. El joven logró saltar a tiempo y solo se llevó unos cuantos rasguños, pero la escalera se partió por la mitad. Se entristeció y se sintió decepcionado.

Se sentó a pensar lo que haría a continuación. Sus pensamientos eran confusos y mientras más pensaba más se sumergía en la desesperación. Después de un tiempo, tuvo la idea de que si escalaba la montaña más alta, tal vez sería capaz de alcanzar a la Luna. El joven partió de su casa rumbo a lugares nuevos y desconocidos para él. Durante el camino que le tomó meses, el joven conoció lugares extraños y que jamás se había imaginado. Durante el día estaba bien, pero cuando caía la noche el miedo le invadía. La luz de la Luna era lo único que lo reconfortaba. Cuando veía su luz, sus miedos, su frustración, su ira, ya nada de eso estaba. La Luna le traía paz al pobre chico, una paz que no encontraba en ningún otro lado. El miedo y la incertidumbre era enorme, pero su ambición de tenerla, le impedía retroceder.

En el camino se imaginaba cómo sería escalar la montaña, pensó en todos los problemas que traerían e ingenuamente se imaginó que no debía ser muy complicado salir librado de cada dificultad. Sin embargo, una vez estuvo donde la montaña y calló en cuenta su descomunal tamaño, el miedo se apoderó de su cuerpo. A pesar de eso quiso intentarlo, pero no subió unos cuantos metros cuando se arrepintió y volvió a bajar.

El joven se quedó al pie de la montaña contemplando a la Luna toda la noche hasta que amaneció. Siendo de día e incapaz de verla, solo causó que la deseara todavía más. Estaba molesto, muy molesto. Se llamó a sí mismo un cobarde. Se dijo que no estaba dispuesto a pasar por lo mismo dos veces y para cuando se hizo de noche, el joven lo intentó de nuevo, esta vez muy decidido a pesar de su miedo. Escaló la montaña casi vertical a paso lento. Subió y subió y mientras escalaba estaba muerto del miedo. El más mínimo error le costaría la vida, pero aun así no cedió. Las horas pasaban y cada vez hacía más frío y le costaba más respirar, a pesar de ello, ese miedo y la impaciencia solo lo motivó aún más, todo valdría la pena una vez tuviese a la Luna en sus manos.

A la media noche, el joven alcanzó finalmente la cima de la montaña. El cuerpo le dolía y estaba cansado. La cabeza le daba vueltas y sentía que el mundo entero temblaba a su alrededor. Descansó un segundo y luego buscó a la Luna a su alrededor, al no encontrarla volteó al cielo y ahí se encontraba, exactamente donde siempre había estado. No era suficiente, todavía estaba demasiado lejos.

Ahora el joven estaba más molesto que nunca. Una parte de él quería destruir el mundo entero, tal vez incluso a la propia Luna. No era justo, nada de eso era justo. Había trabajado tanto, nadie en el mundo se merecía a la Luna más que él y aun con todo no podía alcanzarla.

A pesar del fuego que ardía en su interior, el joven se limitó a observar a la Luna. Su luz era hipnotizante, no podía apartar la mirada. Mirar a la Luna fue lo único que hizo durante un rato, hasta que se le pasó el enojo. Nuevamente, la Luna había apaciguado sus fuertes emociones.

Se recostó a observarla una vez más. La Luna parecía pequeña desde su perspectiva, pero en realidad no es pequeña. En realidad, es la más grande de entre todas las lunas. Simplemente está muy lejos. Lejos. Ese era el castigo del joven. Vivir el resto de su vida lejos de su amada. Estaría condenado a solo limitarse a verla brillar desde la distancia.

En ese momento, el joven entendió que la Luna no estaba ahí para sacarle de su oscuridad, en realidad brillaba ya en el cielo antes de que siquiera se hiciera de noche. Se sintió tonto por no haberla visto antes. Se sintió tonto, muy tonto, por tardar tanto en entenderlo. Que su brillo lo iluminara era una casualidad, algo inesperado, algo que no había pedido. La Luna es tan brillante que ilumina a todos en el mundo por igual. Lo hacía simplemente porque es buena, es de verdad maravillosa. Si la Luna lo amara solo a él, privaría de su luz a los demás, una parte del joven sabía que sería muy egoísta querer quedarse algo tan bello solo para él. Esa actitud de la Luna, el hecho de que jamás fuese su destino sino solamente un producto de la fortuna, provocó que amara a la Luna todavía más. Se sintió el más tonto del mundo al tener ese pensamiento.

Decidió que el único acto de amor que le quedaba era dejar que la Luna siguiera brillando por sí sola en el cielo. Claro que tenerla tan cerca y tan lejos es muy frustrante. Se siente injusto. No obstante, el joven sonrío y se sintió feliz de solo poder ver su luz. Se sintió feliz solo por el hecho de saber que él es capaz de amar tanto. Se prometió a sí mismo que la vería cada noche hasta su muerte y nunca volvería a la oscuridad y le juró lo mismo a la Luna. Puede que sea muy tonto, pero si aún puedo ver su luz ¿Por qué he de temer a la oscuridad?



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En el texto hay: luna, cuentocorto, luna amor

Editado: 08.08.2024

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