El cielo en tus manos

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—De verdad que eres muy hermosa —le dijo Vladimir a Joyce, y acto seguido besó sus labios. Su primer beso, pensó Joyce con una sonrisa emocionada, y luego se sintió nerviosa porque él introducía su lengua en su boca y la invadía.

Ah, conque así eran los besos, pensó, tratando de aprender rápidamente, e imitándolo.

Vladimir no estudiaba en la misma escuela que ella y Julie, sino en una pública, vivía a pocas calles de la casa de sus tíos, y se habían conocido en una ocasión en que ella salió a un autoservicio para comprar tampones, y casi muere de vergüenza por tener que pagar en su caja, pues era la única.

Vlad la había mirado con una sonrisa, sin fijarse en lo que ella compraba, sino en sus hermosos ojos azules, y la había saludado. De allí en adelante, ella siempre iba a ese autoservicio a comprar, aunque fuera, agua.

Y ahora la estaba besando, diciéndole lo hermosa que era, luego de haberla invitado a comer en un Subway.

Tenía diecisiete años, ya podía tener novio, se dijo. Ya podía tener su primera vez. Era la única entre sus amigas que no había tenido relaciones aún, pero no era por eso que quería estar con un chico, sino porque Vlad en verdad le gustaba. Su familia era de ascendencia rusa, y era rubio y musculoso, de hombros anchos y unos impresionantes ojos gris pálido. 

Vlad no era adinerado como sus tíos, o como la madre de Catherine, y por eso trabajaba, pero eso a ella no le importaba. Después de todo, ella tampoco era rica.

Lo sabía desde que se había venido a vivir con sus tíos. Los ricos eran ellos, ella tan sólo era la arrimada de la casa, y nunca habían perdido oportunidad de echárselo en cara. La colegiatura le salía cara, su alimentación, su ropa.

A ella sólo le constaba lo de la colegiatura, porque estudiaba en la misma escuela que Julie y esta era privada. Pero sabía que estaba allí para hacer de niñera de Julie, llevándola y trayéndola, y cuidándola, aunque eso implicara cocinarle, o darle su propia comida cuando esta decidiera que la de la escuela no le apetecía. Lo de la alimentación era un poco dudoso; Joyce comía prácticamente las sobras de la casa, y nunca se sentaba con ellos en la mesa.

En una ocasión, cuando ya tenía catorce años, Catherine había insistido en ir a su casa y pasar la tarde allí. Joyce se sintió horrorizada al tener que dejar que su mejor amiga se enterara de que dormía en el sótano, pero no pudo hacer nada al respecto. Afortunadamente, también la tía Kristen había sentido vergüenza, y al enterarse de que la familia de Catherine era muy rica, decidió congraciarse con ella.

Luego de esa visita inesperada de Cath, Joyce se mudó a una de las habitaciones superiores y le compraron muebles. Como excusa, le dijeron a Catherine que si había estado en el sótano, fue sólo unos días, mientras remodelaban la casa.

Y en cuanto a la ropa… Por favor, cuando estrenaba, lo compraba todo en rebajas, o se ponía lo que a Julie no le quedaba, pues a pesar de que era dos años menor, era más alta y robusta. Joyce era más baja y delgada, siempre había sido así. 

Le habían dado una tarjeta de crédito, pero era básicamente para beneficio de Julie; todas las veces que Joyce la usó para ir de compras con Catherine, al día siguiente regresó a la tienda para devolver los artículos.

Sentía tener que mentirle a Catherine, pero la verdad es que le avergonzaba admitir que era una pobretona, que era la arrimada de la casa de sus tíos, que no tenía nada.

No era su culpa ser quien era, no era su culpa que sus padres fallecieran sin dejarle nada. Sin embargo, ser criada en medio de lujos sin poder acceder a ellos le había creado esa necesidad de pertenecer, de ser parte de algo, algo bueno. Catherine se quejaba de su madre, y ella sólo pensaba en lo afortunada que era que al menos estuviera viva y supliera sus necesidades; ella ni eso tenía.

Afortunadamente, Catherine tenía sus propios problemas como para notar sus mentiras, y tampoco era de las que mantenían metidas en las tiendas de ropa, a pesar de que su madre le exigía estar siempre al último grito de la moda y tendencias, diciéndole que no sería una mujer de verdad si tan sólo usaba un sweater de la colección pasada.

Cath tampoco sabía de Vladimir. Le estaba ocultando demasiadas cosas a la que supuestamente era su mejor amiga.

Por el contrario, Joyce estaba enterada de todo lo que sucedía en la vida de Cath. Lo ocurrido con Gustav y Jessica, y a pesar de que Catherine se culpaba por traicionar a su amiga, Joyce estaba de su lado. Siempre que podía le repetía que no le debía lealtad a Jessica, quien en principio siempre fue hiriente y con ínfulas de grandeza, y luego, con la muerte de Gustav, estuvo allí para consolarla.

Catherine había querido mucho a Gustav, pues era muy guapo y siempre la trató muy bien. Fue por eso, según sus palabras, que le había dado su virginidad.

Ella sabía cada detalle de la vida de Cath, pero en retribución, Joyce sólo le ocultaba cosas, como que había decidido acostarse con Vladimir.

Su primera vez con él fue algo extraña. Él simplemente la llevó a su casa, pues sus padres no estaban. Joyce estaba nerviosa, pero trató de disimularlo mirando alrededor la pequeña sala, con una vieja alfombra sobre el piso de madera, muebles forrados con una sábana, y un papel tapiz de flores que saturaban un poco la estancia.




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