El Circo Maldito

YO NO QUIERO QUE MUERAS

La puerta chirrió detrás de nosotros, cerrándose como una sentencia.
Y la oscuridad nos tragó por completo.

Steve me tomó de la mano de inmediato, como si supiera que me estaba desmoronando por dentro.
Y no estaba equivocándose.
Mi corazón latía tan rápido que parecía una bomba a punto de estallar.

—¿Estás bien? —preguntó, bajito, como si el sonido pudiera despertar algo oculto en esa maldita habitación.

Tragué saliva.

—No —contesté con sinceridad—. Estoy aterrada. No quiero perderte, Steve. No quiero que este lugar te toque.
—Ni tú a mí, Mariana. Te lo juro por todo lo que soy.

Caminamos con pasos lentos. Las paredes de ese pasillo parecían respirar.
Sí. Respirar.
Como si estuviéramos dentro de una criatura viva.

—¿Alguna vez pensaste que morirías en un lugar como este? —solté, sin pensar.
—No —rió sin humor—. Pero si tengo que hacerlo, prefiero que sea a tu lado.

Me detuve.

—No digas eso —le espeté, con lágrimas en los ojos—. ¡No quiero que mueras! ¡Ni aquí, ni nunca! ¡No lo digas como si fuera romántico!

Steve se giró, tomándome por los hombros.

—Escúchame. Tengo diecinueve años, ¿vale? Todavía no he vivido nada. Pero si algo aprendí en este lugar es que el amor real… es lo único que vale la pena. Y tú, Mariana, eres todo lo que yo necesito para seguir vivo.

Mis labios temblaron. Quería decir algo. Algo inteligente. Algo profundo.
Pero mi cerebro solo podía gritar:

¡NO LO QUIERO PERDER! ¡NO LO QUIERO PERDER!

Y mi voz interna ya no hacía chistes.
Solo rezaba.

Por favor, por favor, universo, no me lo quites. No ahora. No después de todo lo que hemos sobrevivido.

El pasillo terminó.
Frente a nosotros, una nueva sala.
Una figura encapuchada más… y un nuevo sobre rojo.

Lo tomé con manos temblorosas y lo abrí.
Leí en voz alta:

"Solo una verdad pura te salvará de la próxima pérdida. Di lo que ocultas, aunque duela. O perderás aquello que más deseas mantener."

—¿Otra confesión? —murmuró Steve.

Y yo tragué saliva.

—No… Esta vez… Esta vez creo que es algo distinto.

La sala se iluminó con una luz enfermiza, y de pronto, lo vi.
Mi hermano.
Bruno.

Atado, herido, con la mirada perdida.

—¡¿Qué es esto?! —grité—. ¡Esto es una trampa!

La figura encapuchada habló:

—Di la verdad que nunca has dicho. No a él. A ti misma.

Y lo supe.

—Tenía envidia de él —susurré—. Siempre fue el valiente, el fuerte. Siempre me protegía. Y yo… yo fingía que no lo necesitaba, pero en realidad… me moría por ser cuidada como él me cuidaba. Y cuando desapareció, no solo sentí dolor. Sentí rabia. Porque pensé: ¡¿cómo te atreves a dejarme sola?!

Me caí de rodillas, llorando.

—¡Lo siento! ¡Lo siento, Bruno!

La figura calló.

Bruno desapareció como si nunca hubiera estado ahí.
Todo era una ilusión.

Steve me abrazó, fuerte, con sus manos grandes cubriendo mi espalda.

—Ey, mírame. Mírame, amor.
—No era real.
—No. Pero lo que sientes sí lo es. Y eso nos hace humanos.

Mis ojos, hinchados por el llanto, buscaron los suyos.

—¿Y si este lugar me cambia, Steve? ¿Y si dejo de ser yo?

Él sonrió. Esa sonrisa solo suya. Tierna y determinada.

—Entonces me quedaré contigo, incluso si el mundo se cae a pedazos. Porque eres Mariana. Y eso basta.

Y sin más palabras, me besó.

El beso fue lento, profundo, como si intentara sellar todas las heridas con amor.

Yo no lo merecía.
Pero lo necesitaba.

Y si esta pesadilla quería arrancarme algo, tendría que pelear con una chica enamorada. Una que tenía dieciocho años y el corazón más valiente del mundo.



#90 en Paranormal
#3500 en Novela romántica

En el texto hay: 20 capitulos

Editado: 28.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.