El Circo Maldito

EN EL NOMBRE DE DIOS, RETROCEDE

La puerta detrás de nosotros se cerró sola con un estruendo seco.

Oscuridad.

El aire era denso, pesado, como si miles de ojos invisibles nos observaran.
Los muros parecían más estrechos, el silencio más cortante.

Y Steve...
Steve no me soltaba la mano.

—No me gusta este lugar —susurró, pero su voz ya no era tan firme como antes.

Tampoco la mía.

Un frío antinatural me recorrió la espalda. Y entonces, lo sentí.

Algo nos estaba siguiendo.

No tenía forma, ni rostro, pero estaba ahí. Respirando sobre nuestras nucas. Alimentándose de nuestro miedo.

—No mires atrás —dije, sin saber por qué—. No... no mires.

Pero Steve lo hizo.

Y su rostro se transformó en terror puro.

Yo no tuve el valor.

Solo cerré los ojos con fuerza.

Dios… por favor… si estás escuchándome… si de verdad estás aquí… protégelo. Protégenos. Líbranos de este mal, de esta oscuridad. Yo no soy nada, pero Tú eres todo. No permitas que nos arranquen el alma...”

El susurro de mi oración salió tembloroso, pero con el corazón latiendo con fe.
Y entonces lo oímos.

Un chillido. Un grito. Un alarido como si algo hubiera sido quemado.

Abrí los ojos.

La sombra... se retorcía.

Como si cada palabra que decía, cada “en el nombre de Dios”, la quemara.

—¡Sigue! —gritó Steve—. ¡Mariana, sigue orando!

Me temblaban los labios, pero lo hice.
Grité con el alma.

—¡Dios mío, líbranos de todo espíritu maligno, de toda presencia oscura, de todo demonio, en el nombre de Jesús, retrocede!
—¡Amén! —repitió Steve, con la voz firme, agarrándome con fuerza.

La criatura chilló una vez más… y se desvaneció.

La luz volvió poco a poco.

El aire volvió a ser respirable.

Y mis piernas fallaron.
Me dejé caer de rodillas.

Steve me abrazó desde atrás, su pecho contra mi espalda, sus brazos cubriéndome como un escudo.

—Eres increíble —susurró contra mi oído—. No sé qué fue eso, pero tú lo ahuyentaste.

—No fui yo —dije, entre sollozos—. Fue Dios. No hay nada más poderoso.

Él me besó la mejilla, la frente, y luego me ayudó a levantarme.

—Te juro que después de esto, voy a ayunar todos los domingos —bromeó con una sonrisa temblorosa.

Y por primera vez en horas... solté una risa pequeña.

Pero cuando creíamos que habíamos sobrevivido a otra sala… una voz habló desde los altavoces oxidados de las paredes.

—Felicidades, han vencido al primer espíritu. Pero el juego apenas comienza. Y no todos los demonios le temen a tu fe, Mariana. Algunos se alimentan de ella.

La voz se desvaneció en una carcajada demoníaca.

Y nuestras manos se apretaron con fuerza.

—No importa qué venga después —dije, mirando a Steve con los ojos brillantes—. Vamos a salir vivos. Los dos. Porque yo... no pienso soltar a mi amor. No ahora. No nunca.

Steve me besó como si el infierno mismo nos estuviera observando.

Y yo recé en silencio otra vez.

"Dios... quédate conmigo. No me dejes. Yo sí creo en Ti."



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En el texto hay: 20 capitulos

Editado: 28.05.2025

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