El Circulo de Elias

Capítulo 5: El Oasis de la Seducción Silenciosa

El atardecer teñía el horizonte de naranja y púrpura mientras el Bentley negro se deslizaba fuera de la ciudad. Yo observaba cómo las luces de la metrópoli se encendían a mis espaldas, un espectáculo que ahora veía desde la ventana de un vehículo blindado, cortesía del hombre que había demolido y reconstruido mi vida en menos de una hora. Mi vieja vida en Vanguardia y el peso de la deuda se sentían tan distantes como un sueño febril.

Thomas, el chófer, conducía en silencio. Tenía el contrato firmado en mi bolso, la prueba tangible de que mi deuda se había esfumado. Pero la sensación de ser propiedad, aunque fuera una propiedad bien pagada y valorada, me picaba en el alma. Había aceptado la salvación, y ahora estaba en el camino hacia la casa de campo del hombre que me había salvado, un lugar que yo sabía que era una trampa de oro, pero una que, por primera vez, no me hacía sentir desesperada.

Después de la tensa efervescencia de la mañana, Elías había mantenido una distancia respetuosa. Me había dado un teléfono nuevo, encriptado, y una tableta llena de documentos de su holding para revisar. Sin embargo, mientras el coche avanzaba, Elías guardó su tableta.

"No te veas obligada a trabajar ahora, Lilian," dijo Elías, su voz grave resonando suavemente. "¿Cómo se siente ver las luces de Vanguardia por última vez?"

Dudé. "¿Libertad y culpa? Elías, hiciste que una editorial cerrara por una calumnia en mi contra. Me siento en deuda, y me siento responsable por las personas que perdieron su empleo."

"No cerró por ti, Lilian. Cerró por ineficiencia. Montilla fue la excusa, no la causa. La editorial llevaba años endeudada y el Sr. Peralta rechazó varias ofertas de adquisición. Montilla solo le dio a mi equipo legal el pretexto perfecto para un 'cierre por mala praxis'. No te cargues con la responsabilidad de la estupidez ajena. Tú solo te beneficiaste de la única decisión eficiente que tomé hoy. Y no me debes nada. Te contraté porque vales el precio, y ese precio incluía eliminar la basura que te estorbaba. Quiero una mente limpia y enfocada."

Sentí un alivio inundarme gracias a su lógica brutal. Él no estaba minimizando mi sentimiento, sino reestructurando la narrativa. Era un manipulador magistral, pero uno que, por primera vez, usaba su habilidad para beneficiarme.

"Gracias por la claridad," dije, mirándolo. La luz de la cabina iluminaba las líneas de cansancio alrededor de sus intensos ojos azules.

"Ahora, la parte importante," continuó Elías, girándose completamente para mirarme. "¿Cuál es tu comida favorita? No es un negocio, Lilian. Solo una cena."

El resto del viaje se convirtió en una revelación lenta y silenciosa. Descubrí al hombre detrás del magnate: un apasionado de la historia antigua, un amante de la cocina molecular (algo que yo ni siquiera sabía que existía), y alguien con una curiosidad insaciable por las cosas sencillas, como mi viejo libro de misterio de bolsillo. Él, a su vez, aprendió sobre mi vida austera, mis ambiciones académicas frustradas y mi silencioso sueño de ser madre, un anhelo que, en el contexto de mi vida de supervivencia, era un lujo inalcanzable.

"Es el sueño de estabilidad, ¿no es así?", comentó Elías, después de que compartí mi anhelo. "De crear un pequeño mundo que sea completamente tuyo. Es un lujo que, irónicamente, la riqueza a menudo complica."

Después de casi dos horas, el coche se desvió por una carretera privada. Cruzamos unas puertas de hierro forjado y entramos en un mundo completamente diferente. La casa, "Arcadia", no era una mansión ostentosa, sino una finca moderna, construida en madera y piedra, que se fundía perfectamente con el bosque circundante. La arquitectura gritaba poder y gusto discreto.

Al salir del Bentley, el aire frío y limpio me golpeó. Una mujer de mediana edad, el ama de llaves, nos recibió. Fui conducida a una suite de invitados que era más grande que todo mi apartamento. Una cama king-size cubierta con sábanas de seda, un baño con jacuzzi y, lo más sorprendente, un vestidor con ropa nueva, etiquetada con mi talla.

"Elías le pidió a mi asistente que comprara un pequeño armario de emergencia, señora," explicó el ama de llaves, antes de corregirse. "Señorita. Para su comodidad inmediata."

Sentí un escalofrío. La facilidad con la que Elías anticipaba mis necesidades y borraba mi identidad anterior era asombrosa. Era un secuestro de la realidad, envuelto en un terciopelo de lujo.

Me puse uno de los vestidos nuevos, un simple, pero elegante, diseño de lana oscura que, por primera vez, me sentaba perfectamente. Me sentí más segura, menos Lilian de San Andrés y más la Consultora de Elías Vantros.

La cena tuvo lugar en un comedor íntimo. Elías había apagado su teléfono. Estaba presente, completamente enfocado en mí. La conversación pasó de la arquitectura del techo a la filosofía de la justicia, del negocio de los hedge funds a los cuentos de hadas. Descubrí que Elías no era solo un tiburón de las finanzas; era un hombre con una profunda soledad intelectual.

"Eres la única en mi vida," confesó Elías, sirviendo más vino en mi copa, "que me ha dicho que mi vida empresarial, vista de cerca, necesita 'más desesperación' para ser creíble. El resto solo me dicen que estoy perfecto."

"Tal vez la desesperación que necesita no es de negocios, sino personal," me atreví a decir, con el valor que el vino me infundía. "Tal vez su vida es demasiado perfecta, Elías, y por eso se siente incompleto. Usted lo tiene todo, pero no tiene nada que defender."



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En el texto hay: amor, jefe sexy, bibliotecaria

Editado: 20.12.2025

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