Gianna había terminado por hacer reposo absoluto, por lo que ese domingo Adrián la llamó por teléfono. Pronto Melina se unió en conferencia y entre los tres trataron de entender lo que había sucedido la noche anterior. La conversación telefónica había durado horas. Ataron y desataron infinidad de cabos, pero muchas preguntas quedaron sin respuesta. Como la escalofriante “presencia” de Ella en la calle, cerca de la casa de Adrián, avistada por Julia por pura casualidad. ¿O sería una causalidad?
No podían recordar nada sobre Ella. El misterio de su identidad era total. Melina sugirió la posibilidad de que hubiera sido una compañera del jardín de infantes al que todos concurrieron de pequeños. Pero Gianna encontró una foto del curso completo y no había ninguna niña albina entre los pequeños rostros. Ni en la foto de primer año, ni en la de segundo. El misterio de su identidad se enlazaba con el misterio de su desaparición, dentro y fuera de sus memorias. Adrián había buscado en los listados de niños perdidos en Internet sin éxito. Incluso había buscado en listados internacionales. Había niñas parecidas, pero ninguna era Ella. No sabían cómo seguir buscando.
Tampoco podían explicar el extraño fenómeno de conexión que habían experimentado y mucho menos esa película de recuerdos que había sido proyectada en sus mentes. Eso nunca les había sucedido antes. ¿Sería posible replicarlo? Adrián se sentía ansioso por la nueva oportunidad de explorar ese estado alterado. Melina se mostraba un poco más reticente, insistiendo en la anormalidad de lo que les había sucedido. Pero Gianna, de forma atípica, había cambiado de opinión y estaba dispuesta a probar de nuevo.
—En cuanto me sienta mejor nos reunimos —había dicho.
—Tenemos que seguir explorando ese recuerdo.
—¿Y si lo que encontramos es peor de lo que pensamos? ¿Y si quiere vengarse, como dijiste? Estuve pensando que quizás sería buena idea decirle a alguien —Melina tenía una persona en mente.
—Decirle a alguien no tiene ningún sentido y además es peligroso, Melin.
—Estoy de acuerdo. No podemos estar seguros de las intenciones de Ella si es que las tiene, pero no podemos quedarnos sin saber ahora.
Adrián tenía razón, pero cuando cortaron la comunicación Melina se sintió frustrada. ¿Por qué de pronto se sentía a la defensiva? Meses atrás hubiera dado una mano por saber lo que sabía ahora. Se había abierto una puerta gigantesca en el misterio de su vida y sin embargo hoy se sentía diferente. Quizás esa sensación tenía que ver con el hecho de que ella aún no había visto nada. Ninguna aparición espectral la había esperado a la puerta de su casa ni perseguido en el parque. Quizás no era temor lo que sentía, sino el avance de una ansiedad intermitente que se estaba tornando insoportable.
La irritante cacofonía de sonidos irritó los oídos de Melina aquella mañana de lunes. Su banco vibraba con un golpeteo rítmico y ella trataba de ignorarlo sin demasiado éxito. Cerró los ojos por unos segundos pero los volvió a abrir, molesta. Arrancó una hoja de su cuaderno y se puso a garabatear, distraída. Era una forma de calmar sus nervios alterados, pero la técnica no la ayudó demasiado. Solo podía dibujar círculos y símbolos sin sentido. Melina sentía que su inquietud crecía a cada minuto y le estaba costando controlar su ansiedad, su incertidumbre. Por momentos prefería que cualquier cosa, mala o buena, sucediera cuanto antes, con tal de cortar esta espera imposible. Para empeorar las cosas, ese estado mental le generaba un impulso desesperado de buscar ayuda, apoyo de algún tipo, incluso contarles lo que sucedía a sus padres. Lo que estaba pasando era inquietante, pero Adrián y Gianna habían sido muy claros con ella: necesitaban esperar un tiempo más antes de dar la alarma a sus familias. Melina comprendía que ambos tenían sus razones y decidió esperar también, más por lealtad a ellos que otra cosa. Porque a diferencia de sus amigos Melina tenía en quién confiar sus secretos.
Años atrás, la mala experiencia que las familias habían tenido con el psicólogo infantil local y la probada inefectividad de su tratamiento habían llevado a la madre de Melina a indagar por cuenta propia sobre el trastorno que sufría su hija. Esa investigación la llevó a contactar a un psicólogo especializado en terrores nocturnos y pesadillas recurrentes. El especialista vivía en la capital de la provincia, a cuatro horas de viaje de Castel. Luego de varias consultas telefónicas entre los tres, había aceptado tomar el caso de Melina. Pero por ahora, el profesional sólo hacía un monitoreo controlado a distancia. Melina hacía un recuento de sus experiencias y se las transmitía por teléfono cada dos semanas. Él estaba al tanto de todo menos de la existencia de Ella. Y en todo momento se había mostrado compasivo y comprensivo. Contar sus secretos la había ayudado mucho. Se suponía que ante cualquier ocurrencia grave, Melina debía hacer un reporte urgente o una consulta en persona. Pero no podía confesar una experiencia que no le pertenecía del todo, por más inquietante que fuera. No podía hacer nada, sus amigos se lo habían pedido. Y sus razones eran importantes.
Adrián necesitaba mantener silencio el mayor tiempo posible. Su relación con sus padres era buena, pero cualquier mención a los problemas de estrés de su hijo menor sería tratado con una seriedad mayúscula. El no quería ser la razón por la que sus padres no alcanzaran sus metas profesionales luego de posponerlas por muchos años, resignando sus trabajos para cuidarlo durante la época en que los terrores nocturnos habían sido más graves. Adrián prefería confiar en su hermano mayor, David. Era la única persona que sabía que la situación estaba empeorando. Pero había poco que su hermano podía hacer a distancia.
Gianna también prefería guardar el secreto. Su padre había sufrido un episodio neurológico y varios incidentes de convulsiones de origen incierto en menos de un año. Su madre se hallaba muy dedicada a cuidar de él y de su trabajo inmobiliario, la única fuente de ingresos de la familia por el momento. Gianna era la que más anhelaba terminar con esta historia para siempre. Y si eso significaba llegar al fondo de la verdad iba a hacer lo que fuese necesario sin importar el costo. Lo que Gianna más deseaba en el mundo era ser una chica normal, sin preocupaciones paranormales.