El Clan de las Rosas

23 | Secretos

La biblioteca del Clan de las Rosas dormía sumida en un silencio reverencial, como si incluso las paredes quisieran mantener a salvo los susurros del pasado. El espacio, vasto y laberíntico, estaba cubierto por una penumbra suave que se filtraba entre las lámparas encendidas a media luz. Las sombras de las estanterías se proyectaban sobre las alfombras como espectros al acecho.

Serena —vestida como Samuel— se movía con sigilo, los pasos amortiguados por la alfombra y el corazón latiendo con una intensidad incómoda. Aprovechaba la ausencia de Dorian y James para escabullirse en aquel santuario prohibido de palabras y secretos. Lo hacía sin permiso. Como tantas cosas últimamente.

Las estanterías se alzaban a su alrededor como centinelas de otro tiempo. Pasó los dedos por los lomos de los libros, deteniéndose en los títulos más antiguos, esperando que alguno le revelara una grieta, una pista, una mentira mal escondida. Todo parecía demasiado pulido, demasiado bien organizado. Una biblioteca de apariencias. Hasta los recortes de prensa en las vitrinas —esos donde se narraban con precisión quirúrgica los logros empresariales y mediáticos de los Montrose— tenían algo impostado, como si gritaran una historia escrita para ser creída.

Pero ni una mención a Eleanora. Nada.

Se dejó caer contra una estantería que parecía más antigua que las demás. El aire olía a cuero viejo, a polvo ritual. Cerró los ojos un segundo, frustrada.

Entonces, el colgante. El brillo.

Un resplandor débil, casi tímido, surgió del colgante que llevaba oculto bajo la camisa. Un destello como una respiración contenida que iluminó, sin previo aviso, un rincón de la madera. Serena lo notó. El resplandor tocaba un punto exacto del estante.

Un clic sordo. La estantería se desplazó con un susurro de piedra rozando piedra. Serena contuvo el aliento.

Pasó.

El pasadizo era estrecho. Frío. Se sentía como un canal abierto entre el presente y algo que no quería ser recordado. Al final del corredor, una puerta de madera se abrió sin rechistar. Dentro, una sala circular, iluminada por la luz cálida de una lámpara de aceite que no recordaba haber encendido. Las sombras danzaban sobre las paredes tapizadas con pergaminos y libros encuadernados en cuero negro. En el centro, una mesa de piedra. Encima, un libro abierto, antiguo como la culpa.

Serena se acercó, sin atreverse a rozar nada aún. Las letras, sin embargo, se le revelaron como si siempre hubieran estado esperando por ella.

Tratado de la Concordia de los siete clanes

Firmado en la noche de la luna negra, en el año 1874, bajo la guía de las estrellas y la vigilancia de los ancestros.

Los Siete Clanes, guardianes de secretos ancestrales y custodios del equilibrio entre lo sobrenatural y lo humano, han acordado establecer las siguientes reglas y sanciones para asegurar la continuidad de nuestra existencia y preservar la armonía en un mundo donde la magia y la realidad coexisten en una paz frágil.

Artículo I: Preservación de la Pureza de los Linajes

Prohibición del matrimonio interclan:

Queda absolutamente prohibido el matrimonio entre miembros de diferentes clanes. La mezcla de linajes pondría en peligro el delicado equilibrio que mantenemos y, por lo tanto, se considera una traición a nuestra especie.

Prohibición de la procreación híbrida:

Está estrictamente prohibido engendrar hijos híbridos entre clanes. Cualquier descendencia nacida de tal unión será considerada una abominación y deberá ser eliminada de inmediato para preservar la pureza y el orden natural. Los padres de tales criaturas serán castigados con la muerte.

Prohibición del matrimonio con humanos:

Bajo ninguna circunstancia se permite el matrimonio con humanos. Aquellos que se unan a un mortal pondrán en riesgo el secreto de nuestros poderes y la estabilidad del mundo que hemos construido. La violación de esta regla conllevará la ejecución del infractor.

Artículo II: Protección del Secreto

Custodia del secreto de los poderes:

Todos los miembros de los clanes tienen el deber inquebrantable de preservar el secreto de nuestra existencia y de nuestros poderes. Revelar la verdad a un humano, sea intencionadamente o por negligencia, será castigado con la muerte sin excepción.

Eliminación de testigos:

En caso de que un ser humano descubra la existencia de los clanes, deberá ser eliminado de inmediato. El clan responsable del individuo que reveló el secreto deberá hacerse cargo de la eliminación y de cualquier consecuencia que derive de ello.

Artículo III: Autoridad y justicia

Consejo de la Concordia:

Se establece el Consejo de la Concordia, formado por los líderes de los siete clanes o los miembros que estos designen. Este consejo actuará como la máxima autoridad, resolviendo disputas, juzgando infracciones del tratado y asegurando el cumplimiento de las reglas aquí establecidas. Las decisiones del Consejo serán definitivas e inapelables.

Justicia implacable:

Los castigos por infringir las reglas del tratado serán severos y ejemplares. Las penas incluyen, pero no se limitan a, la ejecución, el destierro, o la tortura, dependiendo de la gravedad de la infracción. No habrá clemencia ni excepciones.

Artículo IV: Neutralidad y no interferencia

Neutralidad en conflictos internos:

Los clanes se comprometen a no interferir en los asuntos internos de los demás clanes, salvo que se presente una amenaza directa contra la existencia de todos. Las disputas internas deberán resolverse sin involucrar a clanes ajenos, para evitar guerras innecesarias.

Prohibición de alianzas secretas:

Las alianzas secretas entre clanes están prohibidas. Todas las colaboraciones y pactos deberán ser presentados ante el Consejo de la Concordia para su aprobación. La violación de esta regla será considerada una traición.




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