El Club de los Ex

Capítulo 1: Charissa.

Viernes 5 de Marzo, 2022. 
11:00 a.m.

Oscuridad: solitaria, fría y hasta incluso tenebrosa.

Parpadeo varias veces para intentar ver algo a mi alrededor, sin éxito.

Mi corazón salta del susto cuando una luz se enciende frente a mí, iluminando un piano y la sombra de alguien sentado frente a él.

Una suave melodía proveniente del instrumento me hace querer acercarme para poder divisar quién es el chico, ya que por su contextura física puedo suponer su género. Extiendo la mano para tocar la suave madera negra del piano y me apoyo en él examinando el rostro concentrado del músico.

La música solo logra hipnotizarme por lo que me mantengo en silencio disfrutándola, hasta que empieza a cantar.

–You have a million different faces...But they'll never understand Unless you let them in– cierra los ojos –You've been a million different places. So give yourself a chance to...Get lost in wonderland...

El volumen aumenta y en un parpadeo él ya no está sentado tocando, sino a centímetros de mi rostro.

–Nath...susurro mirándolo a los ojos.

–Vuelve conmigo– dice de la misma manera.

La melodía continua, mi cuerpo tiembla y en contra de mi voluntad asiento.

Su aliento choca con mi nariz  y mi mirada bajan a sus labios.

¿Por qué quiero besarlos?

Estaba a punto de rosarlos cuando...

–AAAAAAAH– grito dando un salto en la cama.

Mala idea.

Caigo de cara al suelo, ni siquiera me da tiempo a amortiguar el dolor con mis brazos cuando mi cabeza rebota.

–Genial– gruño. 

Sobo mi nariz con pesar y me acuesto en el suelo.

–Buen díaaa ¿Charisita? ¿Dónde estás?

–Acá abajo– levanto el brazo para después dejarlo caer sobre mi frente.

–¿Qué te pasó?– se acerca arrugando el rostro.

–Soñé que volvía con mi ex.

–¡Que horror!– ríe y se sienta en la orilla de mi cama –¿Cuál de todos?

–No seas estúpido Brais. Ni que tuviera muchos...– me levanto.

Levanta una ceja burlón.

–Solo son tres, lo sabes. Tpu tendrías más si te replantearas tener una relación seria, así que no me vengas a juzgar a mí– le muestro mi dedo medio.

–Uy perdón ¿Te lastimé florecita?– hace un puchero.

–Flor de golpe el que te estás ganando– digo abriendo mi armario.

Agarro unos jeans claros de cintura alta, una polera negra con cuello de tortuga y los arrojo sobre la cama.

–No te quise despertar para hacerte enojar, tranquila primor– ríe apoyándose en el respaldar de la cama, colocando una pierna sobre la otra mientras me observa sin disimulo.

–Entonces habla o te vas– inquiero retirando de mi cuerpo las prendas de pijama.

–¿No me puedo quedar a ver el grandioso espectáculo que me estás otorgando?– se remoja los labios.

Lo miro con desprecio.

–Que seamos compañeros de piso no te da el derecho de verme desnuda– me dirijo a la puerta y la abro para él.

–¿Estás segura? Creo que eso es justo lo contrario de lo que decía la letra pequeña del contrato.

–Afuera. Ahora.

–Algún día te emborracharás y me rogarás para que me acueste contigo– gruñe levantándose de la cama –Y por si te interesa, venía a despertarte para que saliéramos algún lado, pero ya veo que estás en tus días.

–Sí, en mis días de querer golpearte– asiento y estoy por cerrarle la puerta en la cara, pero frena la acción con su pie.

–Si cambias de opinión, haz el desayuno y te perdono.

Lo empujo y cierro de un portazo.

–Insoportable– susurro con fastidio.

Procedo a colocarme las prendas que elegí y las acompaño con un abrigo de piel y unas botas del mismo estilo, arreglo mi pelo dejándolo suelto, me coloco labial rojo, un poco de rímel y ya está. Salgo con bolso y celular en mano de la habitación.

–Brais me voy por todo el día, no hagas desastre y no traigas a nadie.

Me dirijo a la heladera y saco de ella una manzana verde.

–¿No puedo acostarme contigo pero tampoco con alguien más?– ofendido se lleva la mano al pecho.

–Puedes meterte entre las piernas de quién se te de la gana pero no acá. Vas a su casa, a un hotel o en un baño público si no aguantas la calentura. No me interesa, pero aquí no– advierto con seriedad.

Es la única regla que tengo desde que lo conozco, pero siempre que salgo se la recuerdo ya que una vez trajo a alguien y dejo todo hecho un asco y se fue antes de que llegara a obligarlo a limpiar.

–Okey– asiente llevándose un puñado de papas fritas a la boca sin sutileza alguna.

Asqueada me voy lo más rápido posible, camino por el pasillo de cuartos, bajo las escaleras y salgo del edificio. Llevo tres meses alquilando habitación aquí y compartir la renta con algún compañero era lo más económico, pero ahora preferiría prostituirme para ganar más dinero con tal de dejar de convivir con un tipo tan molesto.

Meto mis dedos índice y pulgar a la boca y chiflo en el momento que veo un taxi acercándose.

–¡Taxi!– levanto el brazo llamando su atención.

El vehículo se detiene frente a mí e ingreso en él.

–Buen día– saluda el chofer viéndome por el espejo retrovisor –¿A dónde la llevo, señorita?

–Buenas. Calle Wolowitz, Bar "Montecarlo" por favor– le doy una mordida a la manzana.

Asiente emprendiendo camino.

Enciendo mi celular y voy directo a los mensajes.

Para: Barbie.

Estoy en camino, nos vemos allá. Te quiero <3 11:32

El transcurso se hace corto al estar absorta en mis pensamientos por lo que el chofer debe avisarme que llegamos para que me de cuenta. Le agradezco, le pago y bajo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.