El Club de los Ex

Capítulo 2: Nathaniel.

Viernes 5 de Marzo, 2022.

10:00 a.m.

–Si tú supieras que te sigo amando...– canto en voz baja–...que no sales de mis pensamientos, que todo esto es un tormento...

Tarareo la melodía sin abrir los ojos.

–Mmmh...bebé ¿Podrías guardar silencio? tengo sueño– dice somnolienta.

Ruedo los ojos y me alejo de su abrazo, sentándome en la cama para tomar el celular de la mesita de luz.

–Mierda– me levanto rápido al ver la hora.

–Nath...quédate en la cama– pide como niña pequeña.

–¡Odio las alarmas! Nunca suenan cuando las necesitas– busco mi pantalón debajo de la cama y me lo coloco con rapidez.

La voluptuosa rubia teñida se muerde el labio mientras observa como me visto.

–¿Por qué no te quedas y nos divertimos una vez más?– hace a un lado la sábana, mostrando su desnudez sin pudor alguno.

–No estoy para juegos Julia– me abotono la camisa, que estaba sobre la lámpara y la miro con seriedad –Llego tarde a una cita.

–¿Cita?– ofendida se levanta y camina hacia mí –¿Con quién?

–Es una entrevista de trabajo– gruño molesto –Y te pido por favor que no vuelvas hacerme otra escenita de celos. Tú y yo no somos nada más que dos personas a las que les encanta el sexo y lo practican juntos ¿Entendido?

Desde que nos conocemos, hace año y medio, siempre he tenido que aguantar sus estúpidos celos pero hoy sí que no estoy de humor para sus berrinches de nena consentida.

Me doy media vuelta, levanto mi guitarra de una esquina de la habitación, me la cuelgo al hombro y frunzo el ceño al no ver mi sombrero.

–¿Buscas esto, Indiana Jones?

Suspiro agotado al verla con él colocado, con las manos en la cadera y posando sensualmente.

–No me obligues a quitártelo– advierto alzando una ceja.

–Quiero ver cómo lo haces– sonríe pícara.

Sin que ella lo espere la tomo con suavidad del cuello y la estampo contra la pared, pegando mi cuerpo al suyo.

–No me gusta que me tomen el pelo, hermosa– susurro rosando nuestros labios –Que seas deliciosa en el sexo no quiere decir seas irremplazable.

A pesar de mis palabras y de mi agarre en su cuello, sigue sin borrar su sonrisa. Estoy seguro que esto solo le excita.

–Adoro cuando te pones rudo– su lengua delinea mis labios mientras me coloca el sombrero.

–Adiós– la suelto.

Me dirijo a la puerta y la abro con apuro.

–¿Cuándo nos veremos otra vez?– canturrea.

–Yo te llamo– digo antes de cerrar la puerta detrás de mí.

Salgo de la casa con cautela, no me quiero cruzar otra vez con la abuela metiche de Julia. Al salir al exterior recuerdo que debo comprar una chaqueta, la última la dejé en un motel.

La estación del subte no queda muy lejos por lo que apuro el caminar.

–¡Idiota!– grita un automovilista en el momento que cruzo con imprudencia la calle.

Sin responder sigo corriendo hasta que la mirada se me ilumina viendo de lejos la estación.

Sin responder sigo corriendo hasta que la mirada se me ilumina viendo de lejos la estación

11:40 a.m

Muchos subestiman a los que sabemos tocar guitarra, creen que lo único que se necesita es saber tocar el instrumento. Pero se equivocan.

La música es como otra galaxia a la que puedo viajar gracias a mi guitarra; sentir las cuerdas en mis dedos, la melodía en mis oídos y la letra de mis canciones en la boca, hacen que cada vez que me suba al escenario o toque en alguna Avenida el cuerpo se me relaje y el alma se me llene de paz.

Por eso es que me ofende tanto que un idiota pronuncie las palabras que tantas veces he tenido que aguantar:

–¿Qué tiene de especial que sepas tocar? Podría hacerlo cualquiera y sin que yo gastara un solo peso.

–¿Entonces para qué me llamó ayer aceptando hacerme una entrevista, señor?– modulo entre dientes.

–Es broma, chico– me palmea el hombro riendo–Las referencias que tienes y la presentación que hiciste recién me convencieron completamente.

–¿Enserio?– sonrío entusiasmado.

–¡Por supuesto! ¡Bienvenido a Bar Montecarlo!

Contento me levanto y agarro su mano.

–Gracias señor, no se arrepentirá se lo aseguro.

–Empiezas mañana, estarás a prueba unos días y después firmamos el contrato, llega a las 08:00 p.m, a esa hora es cuando el bar se llena y necesitamos entretenimiento. Ah, y llámame Pol.

–Claro, Pol.

Conteniendo la alegría guardo mis cosas y me cuelgo la guitarra al hombro, me despido del jefe y salgo del establecimiento.

–Oh, lo siento– me disculpo al chocar con alguien.

El castaño de ojos oscuros ignora mis disculpas, me hace a un lado y gruñendo entra al lugar.

–¡Nian! Llegas tarde– regaña Pol.

–Lo siento, lo siento...ya mismo empiezo– malhumorado lo pierdo de vista.

Idiota.

Giro a la derecha y empiezo a caminar por la acera, quise arreglar mi chaqueta cuando una repentina brisa hace que el sombrero se vuele y caiga detrás de mí. Molesto lo persigo y al tomarlo me lo coloco otra vez, subiendo la vista hacia la calle.

Una hermosa rubia se baja de un taxi y corre hacia el bar de donde yo había venido, en un momento se arregla el cabello hacia un costado y puedo divisar de lejos su rostro.

Charissa.

Con rapidez me giro para que no me vea.

¿Qué hace ella ahí?




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