El club de los pecadores

Milena

Milena Slavona polaca de nacimiento ciudadana del mundo, llega a su lugar de trabajo. El guardia en la entrada que ya la conoce le pide la contraseña para dejarla pasar. Ella responde como de costumbre fría y altanera

–Ave María purísima sin pecado concebida

El guardia asiente y la deja pasar. Una vez dentro saluda con gesto de la cabeza a quienes se cruza. Todos la conocen. En ese recinto ella es quien doblega a los mas fuertes y hace realidad las fantasías mas perversas. Fue vendida por un tío a la edad de cinco años a una red de trata de personas. Siendo rubia, de ojos celestes, virgen su tío recibió una cuantiosa suma de dólares, sin importarle el destino de la criatura. Milena que se llamaba de otra forma, aprendió que para sobrevivir en un mundo hostil hay que ser fuerte, de piedra y acero. Nadie se conmueve. Nadie va a ayudarte excepto vos mismo. Cuando cumplió doce años ya no recordaba cuantas manos y pijas habían pasado por su infantil cuerpo. Se enamoro de una mujer a los quince años. Quien con distintas estratagemas la convenció que era reciproco. Llego hacerle creer que iba comprar su libertad para pasar el resto de la vida juntas. Cada vez que la mujer solicitaba su compañía, ella iba feliz al encuentro, aunque la mujer la obligara acostarse con el marido y el hijo. Había transferido en esa mujer el ideal de madre. Como la trataba con dulzura el amor había nacido de manera inesperada. Hacia todo lo que le pedía solo para agradarla, para que la quisiera más, para ser libre. Para los veinte años Milena se dio cuenta que su mujer era una hija de puta, que la usaba y abusaba de su ingenuidad, de su amor hacia ella. El poder y dinero nos convierte a todos en animales. En el club de los pecadores es indistinto hombres de mujeres. Todos tenemos deseos prohibidos. Milena, se fue despojando como una flor de sus pétalos, al cumplir veinte años de obediencia y sumisión demostró de que estaba hecha. Paso de victima a verdugo. Todo lo que había padecido, ahora, le causaba placer. Fue ganándose favores hasta que termino siendo socia. Para sus veinticinco años tenía invertido sus ganancias y era casi la jefa de la organización. Nadie osaba en pedir clemencia a Milena. Era inútil pues si ella había sobrevivido los demás también podrían de lo contrario los despachaba sin el menor remordimiento. No tenia conciencia. Se consideraba un hombre más. Y ellos la trataban como su igual. Sus ojos celestes eran como el hielo. Su cabello rubio como las víboras que decoran la cabeza de la gorgona. Su destrato la igualaba a una monja mezclada con guardiana nazi. No se le conocía pareja, pero todos sabían que cuando elegia a alguien debía serle fiel como un perro. Después de su frustrante enamoramiento por la mujer que la colmó de promesas y ninguna cumplió, se dijo que prefería un hombre al menos no eran hipócritas. Hijos de puta sin ninguna duda. Uno de sus clientes favoritos era un militar de esos de elite como hablaba varios idiomas podía ser de cualquier parte del mundo. No era lindo, mas bien era un poco repugnante. Pero quizá eso lo hacia atractivo. Milena sabia que cuando la requería era porque cargaba mucha frustración, una misión fracasada, una pelea con la esposa, jefes autoritarios, hijos descarriados. A esta altura del partido, Milena seleccionaba sus clientes. Quienes ya se consideraban sus amigos. Si hay algo que un hombre aprecia de una mujer es la discreción. Su militar, como a ella le gustaba decirle, era un tipo como muchos que muestran una imagen de virilidad, moral incorruptible, religioso hasta las pestañas solo para disimular que era un homosexual reprimido que le gustaba ser sodomizado por una mujer fuerte. Los preferidos de Milena. Quien, en ese cuarto oscuro, vestida con su consolador con arnés, sus pechos generosos al descubierto, su mirada gélida, evaluaba a su cliente totalmente desnudo, con la cabeza enfundada en una capucha negra como la que se usaba con los condenados a la guillotina, fuertemente maniatado, colgado de sus manos, quedando el resto del cuerpo suspendido. Ella recorría la habitación dejando escapar su respiración. Una música aturdidora sonaba por los parlantes. Se excitaba, sentía su vagina mojada, sus pechos duros. Una cuchilla reposaba sobre una mesa. Gustaba de hacerles pequeños cortes. Que la sangre corriera como ríos por aquellos cuerpos que se ofrecían con tanta mansedumbre. Milena era alta, fuerte pero sensual, arrebatadora. Le gustaba hacerlos suplicar, le traía recuerdos. Se tomaba su tiempo para sodomizarlo sin preámbulos, sin geles, sin dilatación. La leche entonces saltaba sin control. Al borde del desmayó, entre charcos de mierda, sangre y sudores. Ella reía ufana, era la mejor lo sabía. Procedía a descorrer a penas la capucha y los penetraba con su lengua, le gustaba saboréalos. Si estaba de humor los masturbaba, a pesar de la extenuación, las pijas siempre respondían a su mano. Se apoyaba en la mesa elevando su culo, con movimientos precisos, los montaba así de parada, gemía excitada por todo el juego hasta que un orgasmo la invadía. Una vez terminado, salía del cuarto, se higienizaba. Se vestía. Miraba su reloj Cartier de oro con incrustaciones de diamantes. Dependiendo la hora se iba a su casa una mansión o a su empresa. Después de todo Milena es como dije alguien exitoso. Con una empresa fantasma que lava dinero del narcotráfico, armas, juego y prostitución. Con la protección de quien sabe cuantos gobiernos incluido el Vaticano. Además, preside varias fundaciones de caridad y ayuda para aquellas que han podido sobrevivir a las redes de trata de persona. Un día cayó de visita en la casa del tío que la vendió y justo estaban también sus padres. Fiel a su estilo gélido, les sonrió, sus familiares presentaban tal estado de pánico que no podían moverse, pero ella simplemente les agradeció porque de lo contrario seria una pobre campesina ignorante. Luego saco un arma de su cartera Dolce and Gabana con silenciador y les disparo en la frente incluso al bebe que dormía en la cuna. Salió de aquel lugar sintiéndose satisfecha había saldado esa cuenta pendiente. Se subió al auto de su militar y se perdieron hasta volver al club de los pecadores donde el diablo disfrazado de Milena hace de las suyas.




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