El club de los raros

Capítulo I — El club

 

 

Suena la alarma y no me quiero levantar, no entiendo la razón por la cual debemos llegar tan temprano. Sólo digo que sería mejor entrar a las diez de la mañana, así me quedaría tiempo para hacer más cosas. 

 

—¡Amelia se te hará tarde! —Grita mi padre antes de salir por la puerta. Y ahí está mi conciencia, intentando que haga algo...

 

Levántate perezosa...

Sí, no haré eso...

Llegaremos tarde...

Un día más, uno menos, no te alteres...

No entiendo porque eres tan tonta...

Sí, yo tampoco...

 

Me levanto y me arreglo un poco, me preparo un sándwich y me dispongo a comer. Reviso la hora, son las 7:47 AM... No puedo llegar tarde el primer día, si mi padre se entera me matará. Tomo las llaves, mi mochila, algo de dinero y salgo como loca de la casa. Lo mío no es pedir indicaciones, así que cuando llego me dispongo a buscar la dirección por mi cuenta.

 

Estamos perdidas, nunca llegaremos...

Tienes razón...

¿Qué harás para solucionarlo?...

Lo mismo de siempre, improvisar...

 

Cuándo por fin doy con la secretaría no hay nadie. Así que esperar, esperar y seguir esperando, hasta que llega una señora. —¿En qué le puedo ayudar? —Habla con cortesía.

 

Di algo... —Sí, mi nombre es Amelia White... 

 

—¿Es la nueva estudiante? —Habla ingresando a su oficina.

 

—Aparentemente... ¿Qué clases me toca hoy? —Cuestiono inmediatamente.

 

—Su horario. —Me da una hoja con muchas palabras. —Ahí están los salones y lo necesario... Vamos, la llevaré a la clase correspondiente.

 

—Sí, señora... Una pregunta... —Digo siguiéndola muy de cerca.

 

—Adelante... —Indica para que prosiga.

 

—¿Tengo que elegir un club? —Ojalá y no.

 

—Así es señorita. —No eres una señorita, pareces un hombre... Lo sé, pero ella no.

 

—¿Y sí por alguna extraña razón no lo hiciera? —Pregunto por las dudas.

 

—Todos deben pertenecer a uno... —Contesta seria. 

 

—¿Pero y si no? —Insisto.

 

—Llegamos. —Toca bruscamente la puerta y segundos después la abren. —Su nueva alumna. —Inmediatamente se retira la directora.

 

—Claro, sigue. —Dice amablemente la maestra. Entro al salón y todos me siguen con la mirada. —Preséntate con tus compañeros. —Espeta dejándome al frente de toda la clase.

 

—Bueno... Mi nombre es Amelia White y... eso es todo. —¿Enserio? Sólo dijiste tú nombre... ¿Tengo algo más que decir? No, así que cállate, me desconcentras... Vives desconcentrada…

 

—Siéntate, por allá. —Señala un asiento vacío junto a una chica. 

 

Me dirijo al lugar indicado y ella se apresura a colocar sus cosas allí. —Yo no convivo con ratas. —Habla apáticamente.

 

—Qué lastima. —Ella me mira confundida, en vista que no hay más disponibles me siento en el piso, es cómodo, pero frio.

 

Terminaste en el piso... ¿No tienes dignidad?...

Es posible que no... ¿Tú si?...

Estás loca... Desearía irme...

Yo también, por fin estamos de acuerdo...

 

—Señorita. —Llama mi atención la maestra. 

 

—¿Sí? —Levanto la vista por cortesía.

 

—¿Qué hace en el piso?. —¿Estoy bailando? No, estoy sentada... Esta gente es medio bruta, es muy obvio.

 

—¿A qué se refiere? —Me hago la desentendida.

 

—Le dije que se sentara aquí... —Frunce el ceño.

 

—Lo sé... —Respondo con simpleza. 

 

—¿Entonces...? —Pregunta esperando una respuesta.

 

Me pongo en pie. —Es que ella me dijo que no convivía con ratas, lo cual es raro, porque ella parece una. —Todos se ríen.

 

—Señorita. —Frena en seco mis siguientes palabras.

 

—En fin, no me dejó sentar y no quiero interrumpir su clase, así que me senté... Es obvio. — ¿No tienes sentido común o qué? ¿Cómo dices eso en frente de todos? Nos van a odiar... Corrijo, mi querida amiga, ya nos odian...

 

—Siéntate por allá. —Ahora señala uno asiento junto a un chico.

 

Me senté y su clase está aburrida, creo que es profesora de historia, pero que pereza. —Oye. —Me dirijo al chico junto a mí.

 

—Cállate. —Dice molesto.

 

—Uy... Que modales. —Le añado una pizca de sarcasmo. 

 

—Pues no me hables entonces... —Responde a la defensiva.

 

—No quería hablarte, solo necesito que me alcances el lápiz, que se me cayo... —Señalo en objeto de mi propiedad.

 

Se agacha y lo recoge. —Oh... Lo siento, he tenido un mal día... —Se excusa.

 

—No te pregunté... —Corto sus palabras en seco.

 

—Boba... Estúpida... —Dice molesto.

 

—Te lo agradezco, es bueno saber que no se pierde la costumbre... —En mi otro colegio todos me trataban mal, ya me acostumbré.

 

Las siguientes clases fueron normales, es un lugar para aprender y eso se supone que debo hacer. Tengo una concentración limitada, no es porque tenga déficit de atención o algo así, es porque después de un momento las personas me empiezan a aburrir y me da pereza seguir escuchándolos. Así que mi cerebro busca algo más interesante. 

 

En la salida hay una multitud de personas, parecen una manada de vendados intentando escapar de un depredador. Cuando por fin se fue la mayoría, camino con paciencia a mi casa. Mi padre trabaja hasta tarde, así que no me preocupo porque me espere para regañarme. Al llegar utilizo mis grandes habilidades culinarias para prepararme un sándwich. Creo que si sigo comiendo tantos sándwich me convertiré en uno.

 

Me dispongo continuar con mi serie, cuando de repente tocan la puerta... Mira antes de abrir... Abro rápidamente, ignorando la advertencia de mi conciencia. —Hola. —Es chico, no mayor que yo.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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