El club de los raros

Capitulo X — El pastel

 

 

Realizo toda una emboscada, ha pasado una semana y los preparativos de la boda avanzan rápidamente. Necesito hablar urgentemente con la madre de Mandy, para ello creamos toda una estrategia que estamos a punto de llevar a cabo. Manuel me está esperando por los alrededores de la casa, fue una gran ventaja que viviera en la ciudad, lo malo es que vive al otro lado. 

 

Respiro hondo y toco el timbre. Acomodo mi "Uniforme" de trabajadora social y me paro erguida.  —Buenas tardes señora, ¿le molestaría responder unas preguntas? —Digo inmediatamente al verdad de pie frente a mí, supongo que es ella, a menos que nos hablamos equivocado.

 

—Buenas tarde... —Saluda con cara de pocos amigos. —No, no tengo tiempo, váyase. —Es una mujer muy difícil...

 

—Mi intención no es molestarla, pero realmente me haría un gran favor... —Insisto.

 

Se nota que me quiere lo más lejos posible, pero se pone pensativa, para finalmente terminar cediendo ante mis encantos. —Siga, pero que sea rápido... —Advierte.

 

—¿Tiene hijos? —Voy directo al grano, no debo irritar la más, si no me hecha.

 

—Sí, tengo dos... —Toma una foto del estante de madera ubicado a su derecho. —Camilo y Mandy. —Los señala a medida que los nombra, aunque es fácil reconocerlos, él y ella.

 

—Se ven muy agradables, deben ser buenas personas. —Aprieta fuertemente el marco de la foto, como si se estuviera aferrando a el.

 

—No del todo. —Su tono empieza a ser triste y melancólico. —Desde que mi hija se casó, no he vuelto a saber de ella.

 

¿Casada? Te tengo Mandy. —Debió der muy terrible para usted... —Reprimo mis reacciones a tal punto que simplemente me compadezco por la señora frente a mí.

 

—Era tan joven... A penas veinte años, no sabía lo que hacía... Siempre fue muy liberada y rebelde. —Sus lagrimas empiezan a caer.

 

No me preparé para esto, ojalá y no empiece a llorar en serio. —¿Y no la ha visto desde entonces? —Si la presiono un poco más estaré más cerca de conseguir algo que me sirva.

 

—No señorita... Me desilusionó tanto que no he querido verla de nuevo y ni se ha molestado en aparecer, para quitarme está angustia de encima. —Estruja su camisa en el área del pecho.

 

—Una madre tiene que saber de sus hijos, además, verla de tal forma me causa ¿empatía?, si, empatía. Intentaré ayudarla... ¿Y cómo se llamaba con quién se casó? —Pregunto cautelosamente.

 

—Harry Martin... o algo así, fue hace tantos años. —Habla intentado hacer memoria. —Su madre debe estar orgullosa de lo que hace... ¿Qué edad tiene? —Me examina detenidamente.

 

—Tengo veinte. —Miento, me apliqué mucho maquillaje para verme algo mayor. Lo mío es el maquillaje artístico, pero supongo que salió bien. —Y mi madre me abandonó, cuando era una niña...

 

—Como lo siento... —Dice de una forma muy protectora y reconfortante.

 

—Tranquila... —Escucho como golpean la puerta. Piensa rápido… —¿Me prestaría al baño? —Hasta aquí llegó mi interrogatorio, debo apresurarme a salir.

 

—Claro, al fondo. —Indica el lugar mientras va a abrir la puerta. Alcanzo a mirar a la entrada, es un hombre. —Hijo... Pasa, ya te sirvo.

 

—Claro mamita. —Posa un fugaz beso en su mejilla. Se ven muy tiernos, pero debo huir. No debo ser vista en este lugar, lo bueno es que ya tengo mi próxima pista.

 

La ventana del baño es demasiado pequeña, no alcanzo a cruzar por allí. En vista de que es imposible busco desesperadamente una nueva ruta de escape y veo una habitación trasera, entro sin pensarlo dos veces y parece ser de servicio. La ventana es considerablemente más grande, escapo con cuidado y salto la reja trasera. Una operación impecable...

 

Busco en contacto de Felipe, al contestar voy directamente al punto, así ahorró tiempo. —Busca Harry Martin y Mandy Martin... Llego en cuarenta minutos. —Realmente la casa de la madre de Mandy es muy lejos.

 

—Señorita... ¿Necesita que la lleven? —Pregunta Manuel desde el interior de un taxi.

 

—Deja de jugar... Tengo un nombre. —Celebro internamente.

 

—Pareces una acosadora. —Recalca de camino a mi casa, ese es nuestro centro de operaciones, al menos por ahora.

 

—No te imaginas cuánto... —Rio. —Si te soy sincera, es la segunda vez que hago algo así... 

 

—¿Lo has hecho antes? —Cuestiona sorprendido.

 

—No... O sí, quién sabe. —El resto del camino guardamos silencio, al parecer mi respuesta lo puso a la defensiva.

 

—Te tengo buenas y malas noticias. Hubiera preferido que por lo menos Felipe nos saludara al llegar, pero quién soy yo para juzgar. —¿Cuáles quieres primero?

 

—La que sea... Sin anestesia... —Digo algo exaltada

 

—Estaba casada y su esposo murió... —Me siento en el sofá de la sala, quedo atónita con lo que dijo Felipe.

 

 

¿Y sí lo mató?...

No saques conclusiones apresuradas...

¿Y si su plan es acabar con todos?...

No tiene cara se asesina...

¿Y cómo se tiene que ver?...

No sé, pero no como ella...

¿Y sí lo quiere matar? ¿Sabrá algo de...?

Nadie lo sabe, ni tiene por qué saberlo...

No puedo perder a mi padre, no me lo puedo permitir...

Vuelve...

¿Qué?...

 

—¿Amelia? —Se oye como si fuera un susurro muy lejano, apenas logro percibirlo.

 

—¡Amelia! —El grito ensordecedor me saca del trance, hace tanto tiempo que no pasa algo así, es extraño experimentarlo precisamente ahora.

 

Paso mi mano por mi cara. —¿Por qué estoy mojada? —Estoy rodeada por Felipe, Manuel y Lauren.

 

—Llevas más de 20 minutos mirando fijamente la ventana, sin decir una sola palabra... ¿Estás bien? —Interviene Lauren con preocupación.

 



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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