El club de los raros

Capítulo XXVIII - Camino

 Y al llegar no puedo creer lo que estoy viendo, una fiesta precisamente el día que me recordaba que me siento más miserable que los demás. El día en el que no podía sacar las terribles experiencias de mi cabeza, ese día que quisiera olvidar, que desapareciera del calendario, que quisiera eliminar del mundo entero y no podía. Todos estaban a mi alrededor, felices y tomando bebidas, unas alcohólicas, las otras no. Realmente no lo puedo decir con exactitud, pues no me quedo para saber que vendría después. 

 

Salgo corriendo lo más lejos posible. Me siento asustada, no me puedo quedar, me mata por dentro. Estaba en un lugar en el que no quería estar, yo sólo quería escapar, huir de mis problemas, dejar todo atrás, pero no podía, no podía dejarlo así. Porque me necesitaban o tal vez no lo hacen, y yo los necesitaba ellos, necesitaba sus problemas para solucionar los míos. Pero aún así, no entendo la razón del porqué corrí dejándonos con miles de dudas. Corrí por un par de horas, no me quería detener. El cansancio me obliga a tomar un descanso, es ese periodo de tiempo, camino, porque sabía que si paraba, sería más difícil volver a empezar. No quiero descansar, solo huir del pasado, pero de cierto modo me sigue muy de cerca. Es algo que me atormenta, algo que cada noche me recuerda esa vaga tranquilidad que quisiera experimentar, pero no me deja en paz.

 

Llego a una capilla, es algo distante. No sé dónde me encuentro, lo que puedo asegurar es que me encuentro lejos de la civilización, la he dejado atrás. Sólo era yo contra el mundo, una pequeña persona, alguien que no quería enfrentar esta triste realidad. Entro en ese lugar. Estaba totalmente abierta, parece estar abandonada, pero de todas formas seguo, continuo adelante hasta llegar al frente, donde se puede apreciar por completo el lugar. Hay una imagen, creo que era del Niño Jesús, nunca fuí religiosa y no quiero empezar a serlo.

 

Me inco y empiezo a hablar en voz alta. —Hola Dios, no sé si estás ahí para escuchar. Pero me encuentro ahora hablando con alguien que no puedo mostrar su existencia y eso me aterra. Pero se siente una calma abrumadora, estrictamente familiar, como si de verdad estuvieras aquí. Como si de verdad existieras, pero a lo mejor sí existes y yo me niego a tu propia existencia. Porque tal vez esté negando la mía, pienso que todo esto es un sueño. Sólo quiero dejar de hacer sufrir a las personas, pero es que no puedo hacerlo. Me queda alejarme de ellos para que sean felices y no que vivan en un mundo atormentados por lo que pueda decir o hacer. No entiendo muy bien qué estoy haciendo aquí, tal vez algo me trajo. Es posible que sea tú voluntad y no la mía, o ese camino abandonado que seguí, o el destino en el que me niego a creer, o por una simple casualidad. Sólo quiero que sepas que no venía pedir por mí, vine a pedir por ellos. Porque las personas somos tan egoístas, que pedimos por nosotros mismos y nos negamos a la idea de que hay gente más necesitada, y sólo quiero que los cuides, cuando yo no esté, cuando desaparezca de este mundo, cuando logré irme...

 

Me pongo en pie y dejo $20 dolares, no los necesito. Tal vez el dueño de este lugar sí o tal vez un viajero sin efectivo. Quiero dejar algo para recordar que estuve aquí. Algo tan material como un dinero, que para muchos significa tanto, a veces creen que significa felicidad y aunque es cierto que no la puede comprar, la puede patrocinar. Yo misma he comprobado que no significa nada y que simplemente es un pedazo de papel que logra mantenernos vivos, porque vivimos en una economía. 

 

A veces pienso en la soledad a la que se enfrenta Nicolás. Cada día en el que llegaba y lo encontraba con sus ataques de pánico, no sólo estaba ahí, necesitaba mantener la calma. Y lo cierto es que no soy calmada y que de verdad me asusta esa situación. Pensaba en lo que él necesitaba oír y las palabras sólo salían de mis labios. Porque después de todo no somos tan diferentes. Diría que somos muy parecidos y lo único que nos diferencia es que él sí puede enfrentar este mundo, que sólo daña las personas por dentro y por fuera, que les impone estándares y que los hace más tristes.

 

Algo me motiva a caminar, estoy muy cansada pero intento correr. No lo logro, mis piernas tiemblan, mis brazos, mi cuerpo en general y mi pulso es un asco. En estos momentos me deben estar detestado. 

 

Quiero mantener el control de mi cuerpo pero no puedo, no puedo sacar este sentimiento de culpabilidad. No quería que ellos hicieran eso, quería que pasaran por alto esta fecha, que fuera un día normal. Debieron ignorarlo para que yo me sintiera bien ¿Porqué ellos no pueden entender lo que realmente siento? Tal vez porque en ningún momento les conté, simplemente ignoré sus preguntas. Si insistian cambiaba de tema o me alejaba. 

 

La culpa me atormenta, puedo dejar que continúen creyendo que hicieron algo mal, cuando realmente este día desde que entré en ese proyecto. No me parece una fecha importante. Un mes antes de salir, me pidieron algo que nadie había logrado resolver,  un gran enigma matemático para la sociedad o para ellos. Era complicado al principio, no dormía, no comía, simplemente era yo, unas hojas de papel y un lápiz. Tarde dos semanas y ellos el mismo periodo comprobando que los números funcionaran. Al final me dijeron —Sí, todo está bien... Eres libre...— Me inyectaron muchas vitaminas, sales hidratantes, entre otras cosas. Fueron semanas muy duras, en las que la soledad era mi única compañía.

 

Con ese dinero indemnizaron a muchos de los que estaban allí, compraron nuestro silencio. A mi me correspondió gran parte, pues soy a la que más le temen. Desde un principio estipularon en el contrato que mi mamá firmó: "No tener contacto con nadie, enterrar lo sucedido". Pero ¿Cómo poder enterrar algo que lo puedes olvidar?. ¿Cómo poder enterrar algo que está ahí, que siempre esta presente?. Y aunque ahora estoy aquí, en un lugar que no conozco, con personas que piensan conocerme para hacerme sentir bien. 



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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