El club de los raros

Capítulo XXV - Siendo niñera

 

 

—¿Y porqué tengo que hacerlo yo?— Este es el momento justo en el que entra mi berrinche. Me quieren obligar a cuidar a los hijos del jefe, en lo que termina su viaje de negocios. 

 

Ellos iran a una capacitación muy especial, por sus buenos desempeños. Me pensaban dejar sola, pero surgió este inconveniente relacionado con los primogénitos del señor Scott y me ofrecieron a mí. Eso es en muchas formas una pésima idea. Los niños y yo nos llevamos pésimo.

 

—Porque eres una excelente hija y nos harás el favor...— Habla mi padre.

 

—Esa técnica de persuasión te la enseñé yo y no funciona conmigo...— Me cruzo de brazos.— No pueden entender que no quiero...

 

—Son solo dos días...— Interviene Mandy.— Después se encargará su niñera habitual... ¿No eres capaz de hacernos un solo favor en tú vida?— Llevan una hora hablando conmigo y por su tono de voz, puedo notar que ya se están hartando. 

 

—¿Y eso en qué me beneficia?— Alzo una ceja. Ahora me convierto en una negociante.

 

—¿Qué quieres exactamente?— Mi padre empieza a analizar la situación. 

 

—Me alegra que ahora hablemos mi idioma... Aparte de la bonificación económica, quiero hacer las compras para la semana en la que estén fuera... ¿Trato?— No pudo mucho, deben aceptar.

 

—No me parece que...

 

—Sí, lo que quieras...— Mandy dice exaltada interrumpiendo a mi padre.— Mira...— Toma su bolso y saca vien dólares, me los da.

 

—Seria muy grosero no aceptar... Pero quiero aclarar que yo no les pedí en ningún momento el dinero a ustedes, ni siquiera lo necesito. Pero sé que te hace feliz mantenerme en silencio así que los tomaré...— Sonrio mientras verifico que sean reales.

 

—No debiste hacerlo...— Dice mi padre.— No los va a gastar,  los ahorrará hasta necesitarlos. Cosa que nunca hace, porque siempre me explota económicamente...

 

—Eso es mentira...— Digo indignada.— Tú eres el que insiste en que compre ropa y muchas más cosas materiales. A mí me encantaba el look de vagabundo que tenía a los quince. Pero no, prefieres derrochar el dinero. Aunque debes admitir que al menos tengo presencia...

 

—Ok, tranquila... Era jugando. No me gusta que me hables en ese tono señorita.— Intenta imponer su autoridad, pero no causa el mínimo efecto en mí.

 

—Siguelo intentando, aún no funciona. Cambiando de tema, ¿Cuándo me toca ir?— Me acomodó el cabello un poco.

 

—Es un tema gracioso...— Ese tonito no le queda bien a mi padre, sonríe y me quedo seria.— Ahora...

 

—¿Cómo así? ¿Ahora, ahora?— Ambos asienten— ¿O sea, ya?— Hablo más exaltada de lo normal, diría que desesperada.

 

—Sí, dos días, tres noches... Ellos se van ahorita... Y nosotros nos vamos en la madrugada. Lo que necesitas está aquí...— Mi padre arrastra una maleta, la señala y continua.— Te comportas, no nos hagas quedar mal y...

 

—No puedo dormir en otra habitación que no sea la mía, mi insomnio... ¿Y qué comeré?... Sabes que es incómodo estar con otras personas, además no confío...

 

—Solo preocúpate por entretenerlos...— Dice Mandy.

 

Oigo la bocina de un auto y agacho la cabeza con frustración, es solo en fin de semana.— La ley de Murphy me hace dudar de sus capacidades de razonamiento...

 

—¿Ley de quién?— Pregunta la esposa de mi padre.

 

—De Murphy, dice que si algo puede salir mal, saldrá mal. Y esto de muchas formas puede salir mal...

 

—¿Por qué tiene que ser así?— Le pregunta mi padre al cielo. Eso me ofendió de muchas formas.— Dinero para emergencias y divierte...

 

—¿No podría seguir con mi declive emocional?— Digo mientras subo al auto. El copiloto debe ser el jefe y la señora junto a mí su mujer. Al menos me dieron 300 dólares, parece no dolerles el bolsillo.

 

—Bueno Amelia. Será el fin de semana y el festivo, nada de qué preocuparse. Amber tiene 8, tratala bien y juega con ella. Mañana tiene clase de piano, te puedes relajar mientras le enseñan.— Indica el señor Scott. Lleva un traje muy fino.

 

—El problema es Aaron. — Interviene la señora.— Vigila que no se meta en problemas, tiene entrenamiento de fútbol. Pueden ir sus amigos, pero no puede salir...

 

—Lo tengo. ¿Algo más?— No responden. Me dejan en la puerta de una casa súper lujosa y golpeo. Toco la puerta y una señora abre la puerta y sonrio.

 

—¿La niñera de emergencia?— Pregunta tras hacerse a un lado para que pase. — La habitación es al final del pasillo, la tercera...— Me señala las escaleras y empiezo a subir.

 

—Esta cálida bienvenida me agrada...— Hay un gran corredor, cuento tres puerta e ingreso.

 

Esta no debe ser, es de un chico. Perfectamente ordenada, hay un pequeño cuadro. Muestra a un chico, sonriendo, tiene frenos y se ve horrible. Este debe ser Aaron, no parece tan terrible.

 

—¡Salga de mi habitación!— Exclaman a mis espaldas.

 

Ok, él parece de mi edad. ¿Quién será? No hablaron de él. —Lo siento, mi intención no es incomodar. No encuentro la habitación que me asignaron... ¿Quién eres?

 

—Aaron Scott... ¿Y usted?— Es tan insoportable y agrandado. Me desespera, pero debo comportarme o si no me regañaran.

 

—No sé quién soy, pero aparentemente alguien al cual le dieron demasiado dinero por cuidar dos chiquitos. Y creo que eres uno, pareces de mi edad. Pero será más complicado, porque seguiras mis órdenes...

 

—No eres nadie para decirme qué o no hacer... Simplemente eres la estúpida niñera de último momento...

 

—No soy niñera. Soy un espíritu libre, que puede hacer que la pases muy mal. Lo dejaré así, mantienes tú inutilidad en esta habitación y no sabrás nada de mí...— Me paró en el umbral de la puerta.— Deberías dejar esa actitud tan soberbia, solo piénsalo...



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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