El club de los raros

Capítulo XXX - La muerte

 

 

Sin palabras...

 

Esta es la peor parte de la muerte, a mi parecer. Dejarlos sufriendo por algo que nunca va a volver, privarlos del placer de verlo por última vez. Es posible que a esto le tema, a dejarnos ahogándose en su propio dolor, uno infundado, pero que está allí. Se supone que es un proceso que se debe pasar, lo que no te dicen es que una parte de tí también muere. Pensé que ese ser lo había dejado atrás, veo que no, está cerca; podría afirmar que en frente mío. La muerte es muy silenciosa o en ocasiones muy cruel, pero siempre sale con algo nuevo, es innovadora.

 

—¿Murió?... ¿Cuándo?... ¿Cómo?... ¿Dónde?... ¿Por qué?... —Mis débiles preguntas no obtienen respuesta alguna. —¿Y...? —Insisto.

 

—Ok, cállate ¿Si?... —Pregunta Mandy alterada. Se pone de pie y mi padre intenta que se vuelva a sentar, simplemente se gana un leve empujón. —No te puedo aguantar... —Corre escaleras arriba.

 

—Deberías controlarte... —Murmuro. Lamentablemente lo hago en una frecuencia auditiva suficiente para que escuche. Da dos pasos hacia mí y alcanzo a notar odio en su mirada, algo de ira y también... —¿Te sientes frustrada?... —Le pregunto cara a cara, ella con una mirada asesina y yo cansada por la horrible noche que pasé.

 

—¿Qué? —Sacude la cabeza efusivamente. 

 

—Sí, porque estabas lejos... Además, perdiste muchos momentos con ellos, que lógicamente no recuperarás... La necesitas, pero se fue... Para siempre... —Aclaro. —Y lo curioso de esta sucesión de eventos es que debieron tener un detonante, siempre hay algo que la causa. Por tú actitud asumo que fue algo repentino, pero independientemente hay una causa... Así que, deberías dejar de pensar en lo que perdiste y tener en cuenta en lo que le diste. —Intenta interrumpir, pero hablo con mas dominio, impidiendoselo. —No será fácil y realmente yo no soy nadie para decirte cómo superar este momento...

 

—Así es. —Asiente mi padre.

 

—Y si intentas buscar culpables te diré algo simple: No es tú culpa, no es la mía, no es culpa de nadie. —Suspiro pesadamente. —Debo ir a dormir, pasé una noche espantosa y de verdad lo necesito... —Tomo las escaleras hacia el segundo piso. —Y si dejo de respirar, no se alarmen...

 

Todo estaba como lo había dejado días atrás. Mi cabeza tiene múltiples ideas, y a diferencia de mi cuerpo parece tener mucha energía. Finalmente el cansancio me vence y caigo dormida, algo que no sucedía hace días.

 

—Corre... —Oigo un susurro a la distancia.

 

Muchos árboles a mi alrededor me desorientan. El frío imposibilita mi función pulmonar. La nieve cae y las sombras siguen tras de mí.

 

—¡No! —Me alcanzan. Realizo movimientos bruscos, intentando que me suelten. —¡Déjenme! —Suplico.

 

Y de repente estoy de frente a mí, observando la escena. —Es por tú bien... —Una voz distorsionada habla. —No dolerá... —Sacan una jeringa e inyectan el contenido en mi muslo izquierdo. Siento la leve punzada. —Tranquila menos uno...

 

Me incorporo en la cama con dificultad, paso por mi frente mi mano, quedando esta llena de sudor. Mi respiración entrecortada indica que sólo fue un sueño, o un recuerdo. 

 

—Oye. —Irrumpe mi padre en mi habitación. —Vístete, vamos al velorio...

 

—¿Qué? —Retiro el cabello de mi cara y bostezo. —Ve tú con ella, yo voy mañana al entierro y todo eso. No quiero ver personas hoy...

 

—Ok... —Toma asiento en el borde de la cama. Está vestido con un saco gris, algo casual. —Sé que algo no está bien... ¿Qué pasa?.

 

—¿Debo ser sincera? —Mantengo mi mirada hacia el frente.

 

—Sí, me encantaría... —De reojo veo su mirada puesta en mí.

 

—No te encantará lo que sucedió. —Me cubro totalmente con la manta, no quiero esto por más tiempo.

 

—Mañana irás con el psicólogo, sin protestar... Descansa... —El golpe de la puerta con el marco me indica que salió. Después el de la puerta principal y quedo totalmente sola. Recuerdo que mi teléfono está muerto y lo pongo a cargar, con una alarma para que no se queme.

 

...

 

Hoy viernes tampoco asistiré a clase, prácticamente no fui en toda la semana y no veo a nadie alarmado. Excepto por muchos mensajes de mis amigos, preguntado por qué no he ido. Los ignoro absolutamente todos. No estoy lo suficientemente enfocada y centrada para mantenerme en una sola cosa.

 

Bajo a desayunar, pues ignoré el desayuno, almuerzo y la cena de ayer. Dormí casi 22 horas seguidas, porque en la noche me levanté al baño. Opte por un saco gris con un short negro, junto con unos tenis blancos.

 

—Vamos ya... —Indica Mandy tras verme. 

 

—Pero, ¿Y mi desayuno? —Por cortesía pregunto. Más bien para que mi padre no me moleste después. 

 

—Aquí... —Un sándwich envuelto en aluminio y jugo en un frasco.

 

Alcanzo a tomar mi teléfono y mis las llaves, prácticamente me empujaron fuera de casa. En el auto desayuno cuidadosamente, hasta que un sobresalto de la calle provoca que parte del jugo caiga en los asientos.

 

Al parecer nadie lo nota, limpio disimuladamente y continuo. Llegamos a la funeraria, un lugar lúgubre, se podría decir que tenebroso también. Hay varias personas, más de las que quisiera ver. Veo como Mandy se acerca al féretro, camina tambaleante y mi progenitor tras de ella.

 

Su estado anímico es desastroso, parece un zombie, a diferencia de lo común. Normalmente se maquilla, pero lo dejó a un lado. Hay muchas coronas de flores, nunca he alcanzado a entender el porqué de la flores, o sea debieron dárselas cuando estaba con vida. Pero aparentemente las tragedia saca lo mejor y lo peor de nosotros al mismo tiempo.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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