El club de los raros

Capítulo XXXII - El maestro

 

 

—¿Estás segura? —Pregunta por enésima vez mi padre.

 

—Levantarme hoy ha sido un sacrificio y es que son las cinco de la mañana... ¡Las cinco! —Pongo mi mano con los cinco dedos extendidos frente a él, provocando que ría. —Igualmente necesito relacionarme con mentes inferiores... Sin ofenderlos, me parecen coloridos...

 

—Hay muchas personas aquí... Si es por lo de Mandy podemos solucionarlo... —Insiste.

 

—Podemos hacer tantas cosas que no hacemos... —Digo encogiendome de hombros. —Padre, tú has insistido que me relacione con el mundo exterior...

 

—Esto no es lo que quería. El mundo exterior es peligroso ¿Acaso no lo ves? —Declara como si fuera lo más obvio.

 

—¡Es un placer tenerlos a está hora! —Llama la atención un maestro con megáfono. —¡Porque el frío es infernal!... ¡Bueno, los padres se pueden retirar. Ellos están en buenas manos!... 

 

Mi padre suspira con resignación y me mira con algo de ternura, besa mi frente y se posiciona frente a mí. —Tranquilo, llevo repelente, de mosquitos y de osos. También suficiente ropa, algunos snaks y...

 

—Oh, no. ¡Dámela! —Indica extendiendo su mano.

 

Saco una minúscula navaja de mi bolsillo y extiendo mi mano. —Le quitas la diversión a las cosas...

 

—Si eso es evitar accidentes pues sí, lo hago... —Veo como se aleja con dramatismo. Le hago un ademán con la mano para que camine más rápido. Capta la señal y veo como parte en el auto.

 

—¿No puede salir de casa sin papi? —Pregunta Manuel acercándose.

 

—¿Celoso porque a mí sí me quieren y a tí no? —Frunzo el ceño y él cruza los brazos.

 

—Cruzaste la linea... —Reimos. —¿Qué pasó contigo la semana pasada?

 

—¡Oh! Buenos días Lauren... —La saludo cordialmente. Se ve muy activa para ser tan temprano, si por mi fuera estaría acostada en este frío piso para dormir.

 

—Hola... —Bosteza. —¡Que bueno que te dejas ver!... Te he extrañado... —Me abraza de improviso. Tardo en entender la situación y la abrazo levemente. 

 

—¡A los autobuses...! —Habla el maestro del megáfono. —¡Cuando oigan su nombre suben!... —Y así empezaron.

 

En total son cinco autobuses, pero solo queda uno. Lauren se fue en el primero, Manuel en el tercero y oí el nombre de Felipe en el segundo, pero no estoy segura, ya que no lo vi.

 

—¡White Amelia! —Hablan finalmente.

 

—¡Por fin! —Exclamo. —Estoy esperando que dijeran ese nombre desde que empezaron... —Tomo la barandilla y me apoyo para subir. —Si me siento muy adelante el impacto, si por alguna razón chocamos sería fatal, lo mismo sucede atrás... Supongo que... —Me quedo pensativa. El conductor ya me está mirando raro. —En el centro, sip... —Digo haciendo notar la "P".

 

Cerca de un ventana, por si acaso. Reviso mi teléfono, me actualizo de lo que sucede en el mundo y noto que el autobús ya está totalmente lleno. Eso fue rápido. 

 

—¿Puedo? —Habla un chico señalando el asiento junto a mí.

 

—De poder puedes, la verdadera pregunta es... ¿Quieres sentarte aquí? —Me mira confundido y parece negar. 

 

—Yo me siento aquí... —Habla Julián. —Toma mi asiento Mike... —Le indica al joven, estamos en la misma clase.

 

—Me había olvidado de tú existencia. —Le digo tras acomodarse. —Será un largo viaje... —Él suspira.

 

...

 

—Nunca te has puesto a pensar qué harías en caso de un accidente... —Ha pasado aproximadamente un siglo, aunque en la tierra le dicen treinta minutos. —Yo me imagino algo súper sangriento y cómo escaparía. Diría que por la ventana, pero eso es obvio hay que ser creativos...

 

—¿Qué dices? —Se frota los ojos e intenta despertarse, ha dormido todo este tiempo, prácticamente he estado hablando sola.

 

—Que me estás babeando toda, quita tu cabeza de mi hombro... —Subo este bruscamente y se limpia la boca con la mano. —Bueno, no estaba diciendo eso. ¿Por qué no podré dormir en los viajes? —Pregunto para mí... Se le conoce como paranoia... —Es posible...

 

—¿Hablas sola muy seguido? —Interrumpe mi charla.

 

—Hablar con uno mismo no es un acto de locura, aunque no lo creas, lo hacemos para racionalizar lo que no comprendemos... —Respondo animadamente.

 

—¿Siempre tienes una respuesta para todo? —Cuestiona girando levemente la cabeza para mirarme.

 

—Lo intento, no es algo fácil. Aunque pensándolo bien ya que lo digo en voz alta suena estupido... ¿Era una pregunta retórica? —Caigo en cuenta.

 

—Eres muy intelectuala. 

 

Golpeo mi frente con la palma de mi mano. —Se dice "Intelectual", sea para hombre o mujer... —Le corrijo.

 

—Lo siento, hoy me levanté más pendejo que siempre. ¿Quién dice así? —Se lamenta.

 

—No diré nada, creo que mi opinión es innecesaria en este momento... ¡Oh, mira! —Señalo emocionadamente por la ventana. —Hemos llegado...

 

—Por fin... —Suspira aliviado. —Ya no sentía mi trasero...

 

—No necesitaba esa información... —Me dan escalofríos. Se intenta poner en pie y lo detengo con mi brazo. —Espera a que todos se bajen, a veces no ser el primero es bueno...

 

—¿Quieres más tiempo conmigo? —Oigo salir de sus labios, lo cual ignoro. 

 

Minutos después opto por bajar, veo en una esquina a mis amigos reunidos y caminamos hacia ellos. —¡En las listas a mis espaldas están las cabañas que a cada uno le asignaron!... ¡En treinta minutos los esperamos aquí!... —Escucho, más no veo de qué lugar proviene.

 

—Si... Yo no entraré a esa multitud. Mejor espero... —Dice Felipe admirando a la manada de estudiantes. 



#347 en Joven Adulto
#1821 en Otros
#482 en Humor

En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.