El club de los raros

Capítulo XXXVII - Prejuicio

 

 

Me apresuro a quitárselo de las manos y lo examino lentamente. —¿De dónde lo sacaste? —Mi voz tiembla un poco, por la impresión. Es lógico que esto no es mío... ¿Cómo podría serlo?

 

—Se cayó de tu buzo cuando Manuel te empujó... ¿Recuerdas? —Se encoje de hombros. Lo recuerdo perfectamente, fue muy brusco, se pasó. Aunque al final fue chistoso.

 

—Pero... —El buzo no es mío, es de Nícolas. ¿Será que él...?. No, no puede ser... ¿O sí?.

 

¿Esto pudo suceder porque le fallé, porque estuvo solo?. Yo le prometí que estaría con el siempre, truene o relampaguee. Le pregunté si recurrió al plan B, hacerse un tatuaje, pero lo negó; dijo: "Sin ti no sería igual". Aunque tampoco me dijo a dónde fue exactamente. Sé que no estuvo en casa.

 

¿Y si, sí es de Nicolás? ¿Qué puedo hacer?...

Ves, lo heriste, ya no confía...

Eso es mentira, él sabe que estoy cuando me necesite...

¿Pero se lo has dicho?...

No... Pero...

Nunca hay un pero que valga...

 

Mi conciencia tiene razón, no basta con saber que cuanta contigo, debí decirle. Aunque indirectamente todos tenemos una adicción y Nicolás no lo puede hacer, no puede... Siento una gran presión en el pecho y ganas de vomitar, estoy acelerada, confundida y aunque duele admitirlo, tengo miedo.

 

—¿Pero...? —Julián me saca del corto trance en el que estaba. Ahora estoy asustada, no sé qué hacer.

 

Tomo mi teléfono e inmediatamente llamo a Nicolás, no puedo esperar a mañana, no me dejaría dormir. Suena una y otra vez, hasta que por fin contesta. Julián me mira severamente pero no le tomo importancia. —Tienes cinco minutos para llegar a mi casa... —Apostaría que hasta estoy echando chispas, no quería verlo hoy, aún sigo molesta por lo de esta mañana, pero me necesita. 

 

—Ehhhhh... —No dudo en colgarle, no quiero excusas y se estaba preparando para darme una.

 

—¿Es de ese amigo tuyo?... Vi el nombre al que llamabas. —Ha cambiado de expresión, ahora no parece tan molesto. —¿El...? —Lo miro severamente para que no termine la pregunta. No sé si soportaría el hecho de que consuma sustancias psicoactivas. Considero que si lo dice en voz alta podría ser cierto, como un conjuro que lo condenaría; y aunque todo apunte a ello quiero hablar con Nicolás primero. —Yo sí sabía... —Continua. —Bueno, era de esperase... Las personas con tatuajes tienden a descarrilar su vida... —Ahora lo quiero matar a él, nadie dice algo así de un amigo. Nunca permitiré que los hagan menos.

 

Abro la boca indignada y lo miro mal. —Ok... Yo respeto lo que tu crees, pero si no conoces la historia que hay detrás... No tienes derecho a opinar. Porque no tienes idea lo mal que me siento y lo mucho que lo quiero golpear. —Se encoje de hombros, parece que hablé muy intimidante.

 

—¿Ah, si?... —Se para de frente a mí. —¿Cual es la razón?... Ó prefieres tener tiempo para pensar. —Dice a la defensiva y sarcasticamente.

 

—No entiendes... Y no te diré, fue un pacto. Nadie habla de... —Lo que duele, nunca, o no con alguien más... —Asuntos privados... Mira agradezco tu opinión, pero quiero que él mismo me lo diga... Confío plenamente en su palabra. 

 

Se rasca la nuca. —¿Y qué te hace creer que te dira la verdad? —Aunque no se atreve a decirlo sé que me juzga, pero no entiendo sus razones y él tampoco las mias. —Las personas mienten, sin razón aparente, solo lo hacen. —Parece dolido.

 

—No lo sé, llámalo corazonada o sexto sentido, pero solo puedo decir que confío en Nicolas... Y sé que nunca lo haría, o por lo menos no otra vez... —Centro mis ojos en el sol, en medio del techo de mi habitación. —Se le conoce como el centro del universo y en dado caso yo sería una pequeña particula en el cosmos. —Niega ignorando lo último que digo.

 

—¿Lo ha hecho en más de una ocasión? —Golpeo mi frente, debería callarme.

 

Realmente hemos estado drogados, pero no con estupefacientes, más bien con drogas legales, a las cuales cualquier médico tiene acceso. —Silencio... —Abre la boca, pero se la tapo con mi mano rápidamente, evitando que diga algo o que provoque que me delate más. —Las preguntas se me hacen irrisistibles, si dices algo contestaré sin pensarlo y esto se pondría peor. —Le explico y asiente, parece comprender, igualmente lo sigo callando. Ya me irrita escuchar su voz, sus reproches.

 

¿Con qué derecho viene a inquietarme?... A hacer que esté en contra de la única persona que siempre ha estado. ¿A caso quiere protegerme?, y si es así de qué. Soy un peligro, yo soy la que me hago daño, los demás no lo hacen, es una desicion que tomo siempre... Que no puedo dejar de tomar.

 

Me aparta la mano de su boca y se acerca. —No estoy diciendo que no lo ayudes, solo digo que es posible que te meta en problemas... —Habla con suavidad y yo odio que me hablen así, es como si me consideraran idiota y no comprendiera. —Lidiar con un adicto es complicado...

 

—¡¿Lo has hecho?! —Exclamo harta de su presencia. —Si no lo sabes es mejor que te calles. Piensa lo que quieras y si prefieres odiame toda tú vida, pero jamás lo dejaré solo. —Estamos frente a frente, parece triste por mi respuesta, y no debería estarlo. Parece no querer ceder, se cruza de brazos. Su actitud me desespera, es cualquier momento explotaré.

 

—¿Tú lo has hecho?... ¿Has lidiado con un adicto? —Extiende exageradamente los brazos, como el que dice: Anda, dispara.

 

—Tal vez...—Susurro. Niega y rie con sarcasmo, no puedo aguantar ni un segundo más.—Pues aquí te va... —No... No lo digas... —Yo soy... —Por favor... —Adicta a... —¡CÁLLATE!...

 

Se oye un golpe en el vidrio de la ventana y salto del susto. Abro la ventana y lo veo allí abajo, suspiro aliviada. —Oye, hasta aquí se escucha como peleas... Eres peor que un átomo inestable... Me asustas... —Sonrio. Me quiero tirar por la ventana, saco una pierna. —En tú casa hay escaleras... —Me recuerda.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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