El club de los raros

Capítulo XL - Un juego

 

 

—Solo digo que es imposible que me haya sacado cero... —Disminuyo mi tono de voz, me asusta su repentino cambio de humor, parecía calmado, yo soy la que está molesta, no él. —No puede cambiar los roles...

 

—¿Por qué tan segura?... ¿A caso Nicolás te dijo que estaba bien? —Si, porque aparentemente usted ni como maestro funciona.

 

—Ahhh, ya entiendo. Fue porque Nicolás se apareció o qué... Porque no tiene ningún derecho. —Revuerdo que se conocen, casi se pelean. ¿Entonces es como una especie de venganza hacia él?... Eso es muy ilógico. Me estoy empezando a desesperar.

 

—No, aunque su presencia siempre me inquieta. —Se me empieza a acercar peligrosamente. —¿A caso eres como él?... Porque nadie fue capaz del tercer ejercicio en adelante... —Mi corazón se acelera, paso saliva con dificultad e intento mantener la compostura. 

 

—No, solo soy buena en lo que hago. ¿Y a que se refiere como él? —Frunzo el ceño mientras lo fulminó con le mirada. Creo que siente molestia, al saber que Nicolás es mejor que él por mucho.

 

—Olvídalo... —Hace un ademán con la mano. —Podría cambiarte la calificación. —Levanta el examen y lo empieza a revisar. —Pero te costará... —Quedo en trance, no comprendo muy bien por qué dice algo así.

 

—¡Hey!... Un momento. Le estoy diciendo que está bien o por lo menos la mitad y... —Me defiendo, no debo pagar algo por lo que me corresponde por derecho. —¿Acaso qué me está queriendo decir? —Me mira de una forma extraña y con una medi sonrisa, quisiera borrarsela de la cara. Lamentablemente es un maestro y me podrían expulsar.

 

—Que te podría ir genial en física. —Pasa un mechón de cabello detrás de mi oreja. Eso me incomoda muchísimo. Mi estómago se revuelve inmediatamente. 

 

—¿Me está acosando? —Digo sin salir del asombro. —Porque me parece que lo está haciendo. 

 

—No, cómo se te ocurre, solo digo que eres muy hermosa. —Se me vuelve a acercar y retrocedo. ¿Ahora qué hago?... Nunca había pasado por algo así, no sé cómo proceder. 

 

—¿Sabe qué?... Si, soy igual a Nicolás, con la pequeña diferencia de que soy mejor. —Se tensa inmediatamente. Parece intimidar por mis palabras. —Y déjeme decirle, se está metiendo en una guerra que no va ganar. —Sinrio hipócritamente. 

 

—No eres alguien para amenazarme. —Nuevamente impone su autoridad. 

 

—Oh, no. No es una amenaza, es una advertencia. Porque usted es el que está haciendo algo indebido. —Lo señalo efusivamente. Conecto su mirada con la mía y en arco una ceja, me mante yo seria e implacable, él no menlogrará vencer.

 

—¿Y quien te creerá?... Soy tú maestro. —Ese pequeño detalle. Jacob independientemente de todo es mi maestro y es posible que le crean más a él que a mí. Pero yo no he llegado hasta aquí comiendo chantajes.

 

—Se nota que no me conoce, yo puedo hacer de su vida un infierno si me lo propongo. Solo le voy a decir una sola cosa más, toqueme un solo cabello y conocerá la definición de dolor. —Le quito mi examen de la mano.

 

—No le temo a una mocoso estúpida. —Me dice cuando estoy a punto de salir del salón de clase.

 

Río sarcásticamente. —Si me conociera no diría eso. —Al estar lo suficientemente lejos de todos los demás empiezo a desesperarme y estresarme, hasta le doy un puño a la pared.

 

El timbre de inicio de clases suena, no le presto atención, continuo apretando los puños para evitar cometer una estupidez. De repente Manuel aparece y se me queda viendo. —Hola. —Sobo el área cerca de mis sien, ahí se me brota una vena cuando me estreso y duele. —¿Qué tienes?

 

—Es que... Uh... —Me toma por los hombros y me mira fijamente. 

 

—Lo que sea... Dímelo. —No me suelta, mi respiración se empieza a agitar. Mi pecho sube y baja, luchando contra mi cerebro. Abro la boca, pero las palabras no salen. —¿Vamos a la enfermería? —Propone y niego.

 

—De seguro no es nada... —Respondo finalmente y parece más aliviado. Aún así mi mente empieza a divagar, buscandonuna solución al problema. Debería buscar toda la información que encuentre de Jacob, porque no me voy a quedar con esta.

 

—¿Te acompaño a clase? —Dice Manuel haciendonque le preste atención.

 

—Gracias... Pero... —Me toma por el brazo y me obliga a caminar. Al llegar me siento a esperar, no podré entrar hasta la siguiente hora.

 

...

 

—Bueno, jóvenes... No sé qué hacer con mi vida... Así que escucho ideas. —Le digo a los miembros del club. No tengo cabeza para pensar en algo.

 

—No quiero hacer nada. Mejor vámonos de una vez por todas. —Habla Lauren, si no me equivoco me está mirando mal.

 

—No, estoy castigado, yo me quedo. Además, necesito hablar contigo. —Manuel me señala. 

 

—¿Por qué las personas insisten en hablar de mí?... Sus vidas son más interesantes. —Sonrío forzadamente, aún me cuesta un poco mantenerme relajada. —¿Algo interesante les sucedió esta semana?

 

—Descubrí que la chica a la cual le hakee el teléfono no era ella. —Desvía la mirada Felipe.

 

—¿En serio?... ¿Cómo lo notaste? —Le digo con sarcasmo. 

 

—Pues... —Niego. —Resulta que... Mejor me cayo... ¿Cierto? —Sus ojos demuestran miedo.

 

—Si, es mejor que no lo intentes de nuevo. Porque a la próxima no seré tan comprensiva. —Intento respitar. Inhala, exhala. —En fin, ¿Alguien más.?. —Felipe estaba siguiendo cada movimiento de Lauren, pero se equivocó de teléfono y ahora tiene un millón cien preguntas para mí. Lo bueno fue que instaló un virus, por accidente, que dañó toda la información, así que ahora no dejaré rastro de nada.

 

—Visité a mis padre. —Interviene el momento incómodo Julián. —Siguen vivos... —Se encoje de hombros. 

 

—Genial. —Dice Manuel. —¿Y bien? —Reviso el salón ignorando su pregunta. Mis ojos recorren cada mancha en la pared, mientras mi cerebro busca otra distracción que dure más tiempo.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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