El club de los raros

Capítulo XLI - La universidad

 

 

—¿Revisas a ver si hay alguien? —Le pido a mi padre haciendo cara de cachorrito. 

 

En tan solo dos días ya han eliminado a Felipe, lo eliminó Lauren, lo cual me hace pensar que ella va por mí, y se le facilitaría, vivimos cerca. Aparentemente ella salió de los arbustos de la casa de Felipe y ganó. Ahora solo juegan cuatro, no sé si han eliminado más, ya nadie contesta mis mensajes, se lo están tomando demasiado en serio.

 

—¿En serio, Amelia?... ¿Otra vez ese absurdo juego... —Rueda los ojos. —Mejor te llevo a la estación de autobuses, así te relajas un poco. —Sonrío.

 

—¿Sabías que eres el mejor padre del mundo? —Le.doy un abrazo y dejo que desayune en paz, no quiero que se arrepienta de haberme dado el permiso.

 

Después de una larga espera, subimos al auto. Bueno, mi progenitor sale primero y revisa el perímetro, luego yo corro hasta el auto. Pasamos todo el viaje escuchando su música vieja, al final terminé cantando un poco.

 

—Te cuidas mucho. Y por favor en casa antes de las cinco. —Me advierte. —Te quiero mucho, que te diviertas. 

 

Sonrío. —Seré precavida. Nos vemos luego. —Le doy un beso en la mejilla y me dirijo a comprar mi boleto. 

 

El viaje es tan tedioso como lo recuerdo, ya me duelen las piernas de estar sentada tanto tiempo. Cuando llegamos, al ponerme en pie casi me caigo. Tengo las piernas dormidas. Son como las once de la mañana. Opté por ponerme hoy un jean ajustado negro y un buzo amarillo con capota, tambien llevo un bolsito en el cual va mi teléfono.

 

Se supone que Nicolás está en clase, así que me toca caminar sola hasta la universidad. Escojo el camino más rápido, conozco más o menos la ciudad. No tardo mucho, reviso la hora y sale hasta las doce. En la entrada hay una banca, me siento ahí a esperar.

 

—Señorita Amelia. —Turba Nicolás mi calma. —¿Llegaste hace mucho?

 

—No tanto, pero... Ya me aburrí. —Suspiro. —Además tengo hambre, esa es una indirecta para que tu...

 

—¿Vamos a almorzar? —Sugiere y asiento.

 

...

 

—Señor Meraz, la genio detrás del ejercicio inresolvible. —Nicolás habla con voz de anunciante.

 

—Dudo mucho tus palabras pero, un gusto señor. —Saludo cordialmente. 

 

—Se equivoca el tercer ejercicio que resolvió, tengo presente que cometió un error, pero muy buena interpretación. Mis estudiantes llevaban una hora intentándolo y no sabían ni por dónde empezar. —Voltea a ver a Nicolás y hace que no es su asunto. —Por cierto, es un placer.

 

—Bueno pues si estaba algo difícil... Lo reconozco, de hecho ni sé cómo pude entenderlo, creo que fue algo del momento, es posible que la presión y la falta de sueño ayudarán un poco, estaba más alerta. —Sonrío. 

 

—Me sorprenden sus habilidades y eso que pensé que simplemente el joven Davis podría hacerlo. —Mi amigo se para derecho, se ve orgulloso por sus palabras. 

 

—El señor Meraz tiene un IQ de 147, con un doctorado en Física, egresado de esta universidad. —El maestro intenta parecer humilde, pero no le sale.

 

Voy a decir lo mismo que me dicen a mí siempre. —Es fascinante, uno en un millón. —No, aún suena mal para mí. —Es broma, me sorprende su amplio recorrido, doctor. —Si dicen que tiene un doctorado es justo. —Disculpe mi pregunta, pero... ¿Por qué terminó dando clases?

 

—Porque me gusta moldear mentes jóvenes. —Responde con simpleza. —¿Está interesada en algún programa en específico?

 

—Realmente... No tengo ni la menor idea qué hacer con mi vida, imagino que luego de la graduación podría descubrirlo, aunque por lo pronto tengo la aspiración de matemática. —Asiente como si aprobara mi desicion.

 

Toma de su taza, imagino que es café. —¿De qué se gradúa?...

 

—El colegio... —Tose el café al escuchar mis palabras. —¿Está bien?

 

Palmea suavemente su pecho. —Si, descuide. ¿Del colegio? —Asiento ante la pregunta. —Ahh, imaginé que estaba recibiendo una educación diferente. Es que tal habilidad es poco habitual en niveles tan básicos de educación. 

 

Sonrio nerviosa, lo mío definitivamente es embarrarla. —Es autoritaria con su educación. Es solo una formalidad que quiere tener para su padre. —Se apresura a decir Nicolás, lo miro agradecida. —Bueno doctor, creo que iré a darle un recorrido por la universidad. 

 

—Por supuesto. Nos vemos luego, espero que pronto. —Se despide con la mano y salimos.

 

—Estuvo cerca... —Recupero el aliento.

 

—Y que lo digas... Ya me olvidaba de cómo tenía que salvarte a cada rato, eres pésima es mantener la boca cerrada. —Me regaña, abro los ojos como platos.

 

—¿Qué te digo?... Es un don natural... —Le resto importancia. 

 

—Bien, es mejor que te mantenga lejos de personas. —Me toma de la muñeca y me hala para que camine. —Te mostraré la universidad...

 

No es grande, es enorme y fantástica. Tiene muchos detalles que la hacen muy atractiva a la vista. Además, hay un edificio que tiene como unos seis pisos y son simplemente aulas. La entrada central es en forma de "C", aunque no puedo decirlo con exactitud eso fue lo que dijo Nicolás. 

 

La cafetería tan grande como todo lo demás, creo que el diseñador no escatimó en espacio. Calculo que tiene una capacidad para 1000 personas al mismo tiempo. Después vamos a la biblioteca, logro notar una gran colección de libros, algunos muy antiguos, aunque también hay computadoras; lo cual es beneficioso para mí, porque eso de buscar en libros a cada rato aparece algo estresante. Y eso que tengo muy presente que es necesario. 

 

Después de terminar el arduo recorrido por todos lados y tomar evidencias o fotos, como prefiere llamarlas mi padre, me lleva a conocer a sus amigos. Aunque cada vez que alguien lo veía lo saludaba, al parecer tiene muchos conocidos. —Solo son personas a les que les he hecho favores. —Responde a mi pregunta. Pero... ¿Qué tipo de favores?. —Bueno, allí están. —Señala una mesa al fondo.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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