El club de los raros

Capítulo XLII - El partido

 

 

Ahora cuál sería lo apropiado por decir, sin que haga una estupidez, aunque yo también quiero hacer una estupidez. Pero se supone que soy la única que lo puede solucionar y si no puedo por las buenas me tocará por las malas. Aún así me niego rotundamente a que alguien sepa algo antes de tener mi solución.

 

—¡Deja de gritarme! —Me defiendo. Tomo las llaves y las arrojo por la ventana. —Esto me ayudará a evitar que tomes una mala decisión. —Me cruzo de brazos. —No es nada, solo que no concibo la idea de que me haya puesto un cero injustificado. —Miento.

 

—¿Y si hablas con alguien? —Parece más calmado.

 

—Lo he pensado, pero no he tenido la oportunidad. —Me encojo de hombros. —Deberías llevarme a la estación. No puede llegar muy tarde.

 

—Arrojaste la llaves, ve a buscarlas. —Frunce el ceño.

 

—Pero... —Objeto, no cede. Salgo del auto a regañadientes y empiezo a buscarlas por todo el césped. No están por ningún lado. No debí hacer algo así.

 

—Creo que están más hacia la derecha... —Indica Nicolás desde al auto. 

 

—Deberías callarte y ayudarme. —Hablo molesta.

 

—Me encantaría, pero fue tú culpa. —Oigo que rie.

 

—Ni porque fueran invisibles... ¿Llaves?... Si me oyen manifiestense... ¿Llaves?... Deberías ponerles un rastreador. —Sugiero.

 

—Pienso que así no funcionaría... Pero siguelas llamando, creo que las oí sonar. —Se empieza a burlar.

 

—Creo que este es el momento exacto en el que no sabes si reír o llorar. —Me lamento.

 

Alguien tropieza conmigo. —Quítate rarita... —Esa voz... Mi cuerpo se tensa inmediatamente, no logro vocalizar ni una sola palabra. Espero hasta que se aleja. ¿Qué hace al otro lado de la ciudad?... Por suerte no me reconoció.

 

—¡Las encontré! —Celebro finalmente. Subo a al auto y se las entrego.

 

—¿Las volvemos a tirar? —Pregunta mi acompañante divertido.

 

—No, solo conduce. —Suspiro.

 

—¿Todo bien? —También vió lo que yo vi, y cruzarse con alguien como ella es perturbador.

 

—Supongo. —Por fin llegamos, compro el ticket. —Nos vemos, fue casi agradable. 

 

—Te encantó... Bueno, excepto por lo último y lo del medio... Pero el inicio estuvo casi bien. —Rasca su nuca. —¿Al menos no estuvo tan mal? —Carraspea. 

 

—Pudo estar mejor. —Me abraza de improviso. —No me voy a morir. —Le recuerdo...

 

—Uno nunca sabe... —Contraataca.

 

—Touché...

 

...

 

Oigo pasos que se acercan tranquilamente. Paso mi mano por mi cara, me giro un poco y termino cayendo al piso. ¿Qué era lo que estaba haciendo?... Froto mis ojos, aún sigo un poco adormilada. Me levanto y me percató que estoy en la sala. Ya que lo recuerdo estaba viendo una serie, estaba, porque la televisión está apagada. 

 

—¿Qué día es? —Necesito ubicarme, además no sé porqué estoy durmiendo de día, es algo que me molesta un poco. —¿Qué hora es?

 

—Viernes, mil quinientas horas... Bueno, ya casi. —Responde mi padre mirando si reloj.

 

—Genial. —Me vuelvo a acostar en el sofá mirando al techo, analizando un poco mi siguiente movimiento. —Espera... Me olvidé de Julián... El partido. 

 

—¿El qué...? —Pregunta confundido mi progenitor.

 

Empiezo a buscar por todo lugar mi teléfono, las llaves y algo de efectivo. —Es que le dije a Julián que iría a un partido y resulta que ya inició, así es, voy tarde. —Mi padre no se inmuta, ya es tan normal. —En fin, debo correr... Nos vemos luego. Llego temprano. 

 

Salgo corriendo. Ya me hacía falta tener tanta adrenalina en mi sistema, me siento increíble. Ayer me sentí mal por el pequeño encuentro con Ivet, casi me saca de mis casillas, pero se fue antes de que algo sucediera. Pensar en ella hace que la impotencia se apodere de mí, además del miedo y en gran parte el dolor.

 

Al llegar veo demasiadas personas en las gradas, me escabullo quedando casi frente al centro de la cancha. No me hice muy adelante, llegué demasiado tarde, además me podrían golpear con el balón y no.

 

Veo correr a Julián de punta a punta del campo, algunos aplauden y yo hago lo mismo. Por unos leves segundos se quedo mirando en mi dirección, lo saludo con la mano y continua con su partido.

 

No dura mucho, pero si veo que todos están sudando. No se ven muy animados que digamos, de hecho ninguno, aunque uno que otro se felicita. Continuo sentada, estoy demasiado cansada como para ponerme en pie, corrí como treinta Kilómetros. Bueno, no tanto, pero fue mucho para mí; además, cuando duermo en la tarde me da más sueño.

 

—Fíjate. —Tropiezan conmigo. Y el imbecil que lo hizo, por desgracia, lo conozco.

 

—Aarón, silencio. —Le ordeno. —¿Qué haces aquí?... Esperaba no volverte a ver nunca.

 

—Estaba jugando. ¿Y cuál es tu excusa? —Se cruza de brazos.

 

—Estaba viendo el partido. Personas como yo hace que un profesional gane tanto dinero. —Suspiro. —¿Qué tal Amber?... Fue lo único que me agradó al ir a tu casa.

 

—Tan perfecta como siempre. —Toma asiento junto a mí. —Pero por lo menos ahora no pasa más tiempo sola... Y apliqué tus consejos, aunque fueron más órdenes.

 

—¿Estas siendo buen hermano?... Que lindo... Si no fueras tú hasta me caerías bien. —Sonrío.

 

—Si, tú también me agradas. —Se queda viendo un punto lejano, de hecho a una chica.

 

—No sabía que una persona que fuma exigiera a su cuerpo de tal forma. Porque...

 

—Fumaba. —Me Interrumpe. —Lo dejé, desde que vi lo loca y desquiciada mentalmente que estas. —Dice algo perturbado. 

 

—Genial, por fin una buena noticia. —Ignoro totalmente su insulto y lo tomo como un cumplido. —¿Quién es la chica a la que observamos?

 

—Yo la estoy viendo, tú solo estorbas. —Responde a la defensiva. 



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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