—Ya te dije que no puedes vivir encerrada de tal manera. —Vuelve con lo mismo mi progenitor.
—No es para tanto... —Suspiro.
—¿No es para tanto?... ¡¿Que no es para tanto?!... Son las dos de la mañana, pareces un mapache y no te he visto durmiendo muy bien que digamos... —Toca el puente de su nariz. —No has ido a terapia y te ves particularmente calmada... Es obvio que estas mal...
—No saldré, no dormiré, ni siquiera parpadearé, hasta que consiga lo que quiero. —Contrataco fríamente.
—¿Qué quieres conseguir? —Me mira especulante, pero no tengo el valor suficiente de contestar, porque aún no encuentro lo que quiero. —Dime... —Ordena implacablemente.
—Más tiempo...
...
—¿Qué haces tan temprano en la cocina? —Pregunto mirando fijamente a Mandy.
—Un vaso con agua... —Lo levanta. —¿Y tú?
—El insomnio, nada diferente. —Me encojo de hombros. —¿Sigue molesto?
—Cada vez se molesta más contigo. Tengo una idea, ¿Y si haces lo que pide? —No distingo claramente lo que quiere, pero no impedirá que deje todo esto a un lado, me he esforzado en mantenerme despierta.
—No me puedo permitir ceder, no es lo que hago. Pero, descuida, siempre hace lo mismo... —Le resto importancia tomado una manzana del frutero.
—¿Siempre? —Está muy confundida, pero también curiosa y eso es algo que no tengo tiempo de explicar.
—Si, el grita, yo grito. Ambos gritamos, decimos cosas que no queremos decir, yo racionalizo la situación, él tiene emociones... Al final ninguno gana y todo de nuevo a su estado inicial. —Tomo las escaleras al segundo piso. —Me iré a bañar, tengo la misma pijama desde hace tres días.
—¡Son la una de la madrugada! —Exclama.
—¿Y?
...
—Amelia... Solo quiero... —Entra mi padre en mi habitación de improviso.
—Shhhh... Se me va la inspiración... —De reojo noto que se cruza de brazos, pero a pesar de que parece enojado, me alegra que me hable como siempre.
—¿Qué haces? —Ojea mi escritorio en busca de respuestas. Termino de anotar la idea en el papel adhesivo y lo pego en la pared.
—Mil páginas, letra considerablemente promedio, un día. —Le muestro el libro.
—Me alegra que aproveches en tiempo, pero... ¿No crees que te estás excediendo?
—Para nada, me siento más alerta que nunca. Podría correr ahora mismo por lo menos dos kilómetros. —Aunque lo diga vivazmente es mentira, me siento cansada, pero no lo suficiente para dormir.
—¿Y por qué llenaste la pared de notas? —Señala el muro, pero no es solo ese, también detrás de él, sino que por la poca iluminación neón del resto de mi habitación no lo alcanza a notar del todo.
—Ideas, pensamientos, sueños fugaces que no quería olvidar, es mi versión de Frankestein, la unión de muchas partes que al ordenarlas cobraran sentido. —Se queda leyendo atento, reflexionando, especulante a mi expresión, simplemente sonrío.
...
—Amelia, piénsalo bien, es importante para tu familia. —Suena Mandy comprensiva.
—Tu no conoces a esos seres de dos caras que debo reconocer como "Familiares" por simplemente compartir ADN. La verdad es que son individuos desalmados que lo único que les divierte es verme de mal humor y fastidiarme la existencia. Se alimentan de mis fracasos, son peores que un parásito, y no exagero. Además, son traicioneros, atacan por la espalda, no tienen la valentía suficiente para hacerlo de frente. —Hago una pausa para tomar aire, ya me hacia falta. —Así que no gracias, pero que se diviertan... —Sonrío despidiéndome con la mano.
—¿Dejarás que no vaya? —Mandy confronta a mi padre. Él me irá y yo a él, niego levemente, parece entenderme. Apuesto que imagina todos los escenarios posibles para este justo momento, lleva su mano a la barbilla. Se queda contemplando a su esposa, luego su vestido rojo, muy costoso. Últimamente lo veo más pensativo, a veces quisiera saber qué piensa...
—Es mejor así...
...
—¿Sabias qué los asesinos seriales que conocemos son los que fallaron?... Eso significa que hay muchos asesinos que no conocemos, como Jack "El destripador ".—Llevo la cuchara a mi boca. —Yo digo que deberíamos hacer las cosas como esos asesinos que no conocemos, o sea, no fallar. Hacer las cosas para no fallar... —Aclaro.
—Es la peor analogía que has hecho. —Mi progenitor parece perturbado. —¿Todo bien?
—Todo, todo. Que tu digas que absolutamente todo bien, pues no. —Sonrío. —Pero ahí vamos, lo importante es que... Debo replantearme las cosas, he olvidado lo importante.
—El psiquiatra llamó, quiere hablarte. —Se nota el esfuerzo que hizo para poner esas cinco palabras juntas en ese orden.
—No me agrada...
—No es para que te agrade. —Interviene Mandy. —Es por tú bien...
—Un estudio de la OMS comprobó que una de cada cuatro personas tiene problemas mentales. Y dudo mucho que todos ellos reciban ayuda. —Arqueo las cejas.
—No tienes problemas... —La mirada acusadora de Mandy se clava en mi padre. Parece que el simple hecho de frenar su oración, la haga caer en cuenta que algo no anda bien.
—Sé que no los tengo... —Parece tranquilizarse, mi padre suspira aliviado y yo sonrío al evitar una confrontación que inevitablemente perdería mi progenitor.
Ellos me tienen a mí...
...
—¿Y hora qué estás haciendo? —Suspira pesadamente mi progenitor.
—¿Sabes que en algún momento las máquinas se revelarán? —Se sienta en el borde de mi cama y yo me pongo en pie frente a él.
—Eso nunca sucederá... —Niega rotundamente.
—¿Y cómo lo sabes?... Tu eres parte del equipo de mi creación y me revelo contra ti... ¿A ellos qué se los impediría? —Comienzo a caminar en círculos, como lo vi en alguna ocasión en la televisión cuando estaban haciendo un plan.
Editado: 21.06.2021