Y de repente fue como si los días empezaran a pasar, tan rápido como la velocidad de la luz, si es posible. Pero siento que todo está llendo a un ritmo que no puedo seguir, si me detengo un segundo, ya ha pasado un día entero. Tal vez, sea yo, y estoy viendo cómo me quedo atrapada en una secuencia interminable de días, iguales, que se repiten una y otra vez.
Lo bueno, es que todos me ignoran, como si no existiera, como si fuera invisible. A excepción de Felipe y Manuel, que de vez en cuando vencemos el aburrimiento. Voy camino a mi casillero, ya que olvidé sacar mi teléfono la semana pasada. Aunque me parece que hay algo diferente, siento que todo el mundo susurra y ríe cada vez que paso en frente de ellos.
Es posible que sea mi imaginación, que solo yo me quiera sentir el centro del universo. Tal vez, estoy loca y quiera creer que todos están atentos a mis movimientos. Pero, no lo hacían, eso es extraño. Continuo con la mirada fija en el piso, cuidando cada movimiento, como si el más mínimo causará más miradas acusadoras sobre mí.
Con la mayor de las delicadesas abro mi casillero, saco mi teléfono y veo muchos mensajes, de Manuel, de Felipe y Nícolas. No estoy de humor, no tengo ganas de enterarme de lo que en realidad está sucediendo, si me convenzo que todo está bien, es posible que me lo crea. Me dirijo al salón, por pura casualidad voy temprano.
Me siento al fondo, concentrada en la ventana, lo único que parece estar acorde a lo que recuerdo es el exterior. —Buen día, jóvenes. No perdamos el ritmo e iniciemos con todo, ¿Quién pasará a exponer de primero? —¿Exposiciónes?... Se me había olvidado, ya no puedo hacer nada, esperaré a la próxima clase, tal vez y no todos alcancen.
—Yo... Lo haré sola porque mi compañera no quiso hacer algo...—Una chica alza la mano. La he visto, es muy aplicada en lo que hacer. Siempre la primera en este tipo de cosas. Enciende el televisor y habla con la maestra para poner su presentación. Luego de varios minutos por fin se posiciona frente a todos y comienza. —Hoy les voy a hablar sobre la célula. La célula son los bloques estructurales básicos de los seres vivos... —Y así continúa, por más de media hora.
Mis parpados empiezan a pesar. —Creo que es suficiente, karol. —Indica la maestra, yo digo que fue suficiente desde que inició.
—Pero, aún no llego a la parte... —Se excusa. Pensándolo bien, no sé en qué clase estoy, mucho menos de qué se tratan estas exposiciones. ¿Será que me confundí de salón? Lo dudo, ella y yo, nos tocaba juntas en la exposición. Y creo que estamos en química. Me doy una bofetada mental.
—Dejemos que continúe alguien más... —Habla la maestra. Siento que mi teléfono vibra, pero decido ignorarlo.
De repente se empieza a proyectar un video. —Todos creen conocer a Amelia, pero al verdad es que no. Para empezar, nadie sabe de dónde salió, son muchos vacíos, cómo: ¿Por qué no tiene ningún certificado de haber estudiado?... No confíen en su cara de mosquita muerta, ni en que quiere lo mejor para todos. Yo he presenciado cómo arruina todo... —Esto no puede ser posible, otra vez Lana. —Pero, iniciemos con las vidas que ha arruinado...
—Quitenlo... —Dice desesperada la maestra. —Amelia...
Tomo mis cosas y salgo inmediatamente, no quiero ver ese video de nuevo. ¿Quién?... ¿Quién pudo traer de nuevo ese video?... Tal vez, sea la mala y sí haya arruinado sus vidas, pero no sé cómo. Siempre he hecho que las personas se sientan mejor con ellas mismas o al menos eso intento.
Camino hacia la salida, hasta que choco con alguien. —Perdón... —Susurra Julián.
¿Por qué no estaba en clase? ¿Acaso él sabía lo que pasaría? Su poco contacto visual me indica que sí. —¿Quién fue?
—¿Quién fue, qué? —Pregunta confundido.
—Sabes lo que sucedió, por que soy la burla de todo el mundo. Así que dame su nombre, solo dímelo. —Aprieto fuerte mis puños.
—No se de que hablas, y permiso voy tarde a clase. —Intenta continuar co su camino, pero lo detengo. —Déjame...
—Lo haré, inmediatamente después que me des su nombre. —Frunzo el ceño, siento impotencia y mi acelerado ritmo cardíaco no ayuda.
—Lauren... —Parece arrepentirse de haber pronunciado ese nombre. —Pero, no fue como crees...
—Nunca es como creo, en cada ocasión yo soy la que estoy mal. Soy la que se confunde, la que nunca entiende, la que siempre cogen de boba. —Espeto molesta.
—Es que... —Hace una pausa, parece debatirse entre lo correcto y lo que quiere decir. —Conoció a un chico, Santiago, creo que se llama. Ella estaba muy molesta contigo y publicó el video.
Eso responde muchas cosas. Ahora comprendo que nunca se tienen amigos, son solo ilusiones vacías que están contigo cuando todo fluye. Y cuando las cosas se ponen mal, te dan la espalda o en este caso, te ayudan a hundir. Doy un paso atrás. —Me va a oír...
—Está muy arrepentida, no sabía lo que decían de ti. —Se encoje de hombros. Veo vidriosos sus ojos.
—Arrepentida o no, hizo lo que hizo. —Intenta acercarse. —No, no me toques. Esto ya es personal...
—No le hagas nada, intenta comprenderla. —Suplica.
—Siempre comprendo a los demás, pero con esto no puedo. Ese video está lleno de resentimiento y dolor, lo que dicen, lo que hacen, cada acción es en busca de mi mal. —Tomo aire. —Y... Lo peor de todo, es que fue ella... No puedo dejar esto así.
—¿Qué harás? —No entiendo porqué sigue aquí, él fue partícipe de esto, él sabía y aún así dejó que esto sucediera. Definitivamente nunca se deja de conocer a las personas.
—No sé...
...
—¿Por qué lo hiciste?... No comprendo qué te hice, no entiendo. —Siento un nudo en mi garganta.
Editado: 21.06.2021