El club de los raros

Capítulo XLVII - Sientes algo por mí

 

 

—Lo que dijiste... Lo que hiciste... Bueno, en general todo. ¿Crees que fue lo correcto? —Me confronta sorpresivamente.

 

—¿A caso ellos hicieron lo correcto?... ¿Planeaban hacerlo?. Mira, si tienes un problema con alguien lo dices de frente, porque así o se arregla o se arregla. —Afirmo decidida. —Es mejor hablar las cosas primero...

 

—La hiciste llorar... —Explica como si no me hubiera dado cuenta. Aunque, debo admitirlo, no me hace sentir mal, estoy segura que ella hizo las cosas peor.

 

—Las personas lloran, si me preocupara por cada ser humano que está llorando en este mismo instante no tendría ni un segundo en paz... —Añado irónicamente, parece no agradarle mi argumento por su expresión. Pero no necesito que mis palabras le agraden, a veces la verdad duele y creo que este es uno de esos casos.

 

—Finjamos por un segundo que lo que hiciste está bien... —Estoy segura que lo hice bien, no me voy a retractar, solo lo hago cuando siento que así debo hacerlo. —Tú no eres así. —Su mirada está cargada de compasión y sosiego, o tal vez decepción, o una mezcla de todo. —Intentas tratar a las personas lo mejor posible...

 

—Tal vez te estás equivocando a cerca de mí. Piensalo un segundo... ¿De verdad me conoces? —Lo miro directamente, sin titubear ni un segundo.

 

—Si... —Se apresura a contestar, sin siquiera detenerse un segundo a entender la pregunta. 

 

—No. —Niega seguro de sí mismo. —¿Cómo puedes conocerme si ni siquiera yo lo hago?... Porque tú quieras creer que alguien sea así, no significa que lo sea. Las personas cambian, todo las cambia, no puedes evitarlo, son cosas que pasan. —Todo pasará y seguirá pasando... —O dime, ¿Eres igual que cuando me saludaste por primera vez?

 

—Si. —Asiente insistentemente.

 

—No, en serio. Analizalo, ¿Nada cambió en ti, desde ese momento? —Me quedo atenta a sus movimientos, al parecer por fin se detiene a pensar. Toca su barbilla, como intentando concentrarse.

 

—Ni recuerdo qué fue lo que pasó ese día... —Parece una excusa. No me quiere dar la razón, porque sabe que perdió, lo hizo, efectivamente ya duda hasta de él mismo.

 

—Yo sí, y te aseguro que hay un gran cambio. Ahora adiós. —Como puedo me pongo en pie, todo a mi alrededor parece estar balanceándose de un lado a otro. 

 

—Quería decirte algo. —Me detiene. Suspiro cansada, frunzo el ceño levemente y empiezo a caminar despacio. —Igualmente lo diré... —No tiene caso discutir o excusarme, ya nada tiene caso. Solo quiero dormir y tal vez no despertar. —¿Me oirás? —Está molesto, parece que le gusta ignorar a los demás pero, no que lo ignoren.

 

—No... —Susurro. Hay días en los que no le encuentro sentido alguno, hoy es uno de esos días. Ya me había acostumbrado a no tener tanto drama en mi vida, tal vez por eso me es más fácil tener amigos y no amigas. Las chicas no somos tan directas, lo que es un serio problema. 

 

—¿Por qué no? —Insiste.

 

—Por que no. Es que es en serio. No sé si todos toman lo que yo digo en broma o qué... Porque estoy intentando mantenerme aquí, en este preciso instante, y no puedo. —Doy suaves golpes a mi pierna. —¿Sabes qué se siente que quieras hacer muchas cosas al tiempo? ¿Que quieras vomitar y comer al mismo tiempo? ¿Sabes qué es estar atrapado en tu conciencia? ¿A caso, te has detenido a pensar qué hay de malo conmigo?

 

—Contigo todo está mal, siempre está mal. —Me sorprende un poco lo que dice. —Nunca te he visto un solo día en el que no digas... "Es que yo, lo uno o lo otro"... "No saben por lo que estoy pasando" y cosas así. ¿Pero a qué no adivinas? —Pregunta sarcásticamente. —Todos tienen problemas, y apuesto que peores que los tuyos...

 

—En una ocasión me dijeron que ahogarse en un vaso de agua no significaba que no me estuviera ahogando. Comprendí que los demás siempre van a ver que mis problemas son nulos... Que si yo me siento mal es porque sí... Y sí... Te doy toda la razón... ¿Sabes por qué? —Niega. —Porque no hay persona más sabia que tú Julián... Lo entiendes todo a la perfección y es que tienes razón... —Le añado un sutil toque sarcástico. —Conmigo las cosas van de mal en peor... Pero, eso no te da el derecho a decir que lo que yo siento es inválido.

 

—Nunca he dicho eso... Es que tú... —Se impacienta un poco.

 

—Es que yo estoy mal, estoy loca... —Hablo y él niega. —Si no es así, ¿Qué es?

 

—No entiendes... Al parecer nunca lo has hecho. Parece que tuvieras cinco años... —Se para derecho, confrontandome decididamente.

 

—¿Por que lo crees? ¿Por qué tengo valores éticos muy bien definidos? —Arrugo levemente la nariz.

 

—No... No pareces... —Vacila.

 

Río modestamente. —Ahorratelo... Soy consciente que tengo 17 años, que no tengo una educación básica normal y de lo que hago. No necesito que vengas a decirme lo que estoy haciendo mal o no entiendo, te aseguro que comprendo perfectamente... —Espeto a la defensiva. Además, él es el que ignora muchas situaciones. 

 

—Pues no parece, no te das cuenta de las cosas... —Aparentemente lo único que busca es molestarme, llevarme al límite, y no entiendo la razón, vivir al límite es querer morir pronto, las cosas deben llevarse con calma.

 

—¿En serio?... Te cortaste el cabello, supongo que el fin de semana. Has comprado ropa nueva, Felipe tiene más confianza en sí mismo y a mi parecer le interesa alguien, realmente no sé quién. Y Manuel... Pues las cosas están algo raras. Mandy está engordando y creo saber la razón, mi padre está preocupado porque... Bueno, por mí. Y no quieres que continúe... —Esas, entre muchas otras cosas giran como un tornado en mi cerebro. Intento hacer que todo encaje, que cobre sentido, para armar el rompecabezas de forma correcta. 

 

—Por favor, hazlo. —Pide, supongo que en una forma retórica, que continue.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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