El club de los raros

Capítulo XLIX - Parte de la vida

 

 

Ahora debo tomar una difícil decisión, decirles lo que deben escuchar o por primera vez en mi vida hacer silencio y olvidarme de lo injustos que son, y no solo conmigo, sino con todos los alumnos de esta institución. Lo bueno es que yo tomo pésimas decisiones. —No me amenace y si le duele la verdad, pues lastima...

 

—¿Qué haces Amelia? —Creo que Felipe ya sabe lo que estoy haciendo, lo que nadie es capaz de hacer, enfrentarse a la autoridad. 

 

—Digo la verdad... Y realmente no me importa las consecuencias, para mí, el problema no somos nosotros cuatro, el problema son todos. —Frunzo el ceño. —Y ustedes que no hacen nada para solucionarlo. 

 

—No esperaba menos de tí, Amelia. —Habla la directora de pie frente a mí. —No se en qué problemas están envueltos y no quiero saberlo... Pero a mi parecer han hecho algo bien. ¿Nos vamos? —Todos los directivos salen y el maestro levanta los pulgares en señal de aprobación, antes de desaparecer tras la puerta.

 

Nos miramos entre todos con cara de desconcierto. —No entiendo lo que acabó de suceder... ¿Nos vamos a graduar? —Pregunta Manuel.

 

—No lo sé... —Julián se encoje de hombros.

 

—Si no obtengo mi título me van a oír. —Me deslizo por la pared hasta quedar sentada en el piso. —A la próxima me avisan, no me pueden lanzar al vacío así como así. —Toman asiento junto a mí.

 

—No habrá próxima vez Amelia... —Espeta Manuel concentrado en la pared. —Entre poco nos graduaremos y esto solo será un simple recuerdo...

 

—Lo sé... Los extrañaré. Debo admitirlo, me caen bien. —Con mucho pesar me quedo mirando el suelo. —Y lo que dijeron... Justo aquí. —Señalo la parte izquierda de mi pecho, donde debería estar mi corazón y está, lo siento palpitar.

 

—Te voy a extrañar, demasiado y solo dije la verdad. —Felipe me abraza. 

 

—Al menos nos divertimos... —Recuerdo con algo de nostalgia.

 

—También te voy a extrañar Amelia. —Manuel me abraza. —Pero no mucho... —Típico en él, ocultar las emociones de los simples mortales.

 

Julian se me queda viendo, sonrie de medio lado y arruga levemente el entrecejo. Repito sus acciones, solo que un poco más exagerada. —¿Qué haces? —Cuestiona confundido.

 

—¿Qué haces tú? —No es muy inteligente contestar a una pregunta con otra, pero no puedo evitarlo.

 

Al parecer lo que digo le causa gracia, porque suelta una risa, pero luego se pone serio. —Olvidalo... —Le resta importancia haciendo un ademán con la mano.

 

—Voy a comprar algo, ya vuelvo. —Dice Manuel desde la puerta. —¿Vamos Felipe? —Sale detrás de él. Recargo mi cabeza contra la pared y me quedo pensando. 

 

No quiero que esto cambie, me gusta como van las cosas, bueno, algunas...

El cambio es parte de la vida y no puedes evitarlo, debes crecer...

Pues tal vez no quiera... Ojalá y pudiera detener el tiempo en este mismo instante, y atesotarlo para siempre...

Ojalá el mundo fuera como quieres y no como es...

 

—Aunque no quiera admitirlo, te echaré de menos. —Esperaba que Julian no me hablara, pero ya que. Me incorporo aclarando mis ideas. —Y...

 

—No importa, te disculpo. —Corto su argumento en seco. Me ofrece una mirada llena de ilusión y luego niega sonriendo de medio lado.

 

—No, quiero que escuches lo que tengo por decir. —Impone su autoridad en el vacío salón. Dirijo mi mirada hacia él algo especulante y lo interrumpo antes de que diga algo más.

 

—Si te has esforzado tanto porque te disculpe, no necesito oírlo. Todo está bien y relájate... —Lo empujo suavemente y responde con un abrazo. —Ok... Pero no te acostumbres...

 

—Me encantaría poder acostumbrarme... —Quedo en shock, ¿Por qué dijo eso?, tengo miedo.

 

...

 

Último día de la semana, es un triunfo, sobrevivir a estos extenuantes días. Por suerte hoy no hay clase, eso me favorece en múltiples sentidos, ya que ni siquiera le he dicho a mi padre que estoy al límite. Ya nada me importa, todo me da igual, y solo veo el tiempo pasar. Golpean a mi puerta, está muy lejos para abrirla.

 

—¿Puedo pasar? —¿Que necesidad de levantarme tan temprano?, a penas son las once de la mañana y estuve despierta hasta la una de la madrugada, debería ser más considerado.

 

—No hablo, duermo... —Me cubro con la cobija, pero aún así lo oigo entrar. —¿La casa se incendia?

 

—No... Y espero que continúe así. —Suena más a reproche, pero lo ignoro. —Mandy y yo debemos salir a una cita con un especialista.

 

—¿Es porque ha engordado?... No iba  a decir nada, pero es cierto. Podría estar muriendo... —Niega lentamente, mientras yo asiento. —¿Eres médico?, no. Entonces no puedes asegurar nada.

 

—Tú igual. —Touché. —Regresaremos en la noche, no quiero que causes desastres y antes de que digas algo, toma. —Saca todos mis medicamentos y un vaso de agua. —Adelante, pasatelos. —Sonrío vagamente y hago lo que me pide, cada vez es más complicado. —Y cereal, quiero que comas. Hay pizza en la nevera, nos vemos en unas horas... —Se pone en pie dispuesto a salir de mi cuarto, pero de la nada se arrepiente. —¿Quieres venir? pregunta esperanzado por un "Si", pero me siento tan agotada que dudo poder ponerme en pie.

 

—No, solo ve. —Hago un ademán para que se vaya antes de que me obligue a ir y funciona.

 

Me paso el día en mi tibia camita analizando un poco de todo, pero tanto pensar me matará lentamente así que bajo a la sala a entretenerme con la televisión. Siempre hay algo nuevo que ver en esa caja de circuitos y cosas que no comprendo muy bien como funciona.

 

Empieza a llover a cántaros, esta haciendo mucho frío. Saco de mi habitación una calentita cobija y me acomodo en la sala a continuar con la película. No hay nada como un buen filme de suspenso para tener que concentrarme en los pequeños detalles. Cada trueno y relámpago me hace sobresaltar. No soy fanática de esos ruidos tan ensordecedores.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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