El club de los raros

Epílogo

 

 

—Julián Arrean. —Llaman por el micrófono. Me pongo en pie y me dirijo al escenario, camino por la alfombra roja y casi me olvida detenerme por el diploma. Me devuelvo y los coordinadores niegan lentamente. —Ya se iba a ir sin esto. —Bromean.

 

—Imposible. —Se los arrebato de las manos y sonrío con autosuficiencia. Vuelvo a mi asiento y continúan llamando a todos y cada uno de los graduados. Ser uno de los primeros de la lista trae sus ventajas, los otros deben esperar un poco más por su diploma.

 

Primero pasa Manuel, minutos después Lauren, luego Felipe y de última Amelia, la última de todos los ciento veinte graduados. Pasa con una gran sonrisa dibujada en sus labios, sin titubear ni un segundo. Sostiene este papel con algo de fuerza, como si pensara que podría salir volando.

 

Luego de un muy deprimente discurso, nos proclaman oficialmente egresados. Ponen lago de música conmovedora y algunos lloran mientras se despiden de sus amigos, otros, como mis padres se mantienen como simples rocas, aunque Liz si me abraza. —Felicidades hermanito. —La abrazo, gustoso por tal demostración de afecto y miro a mis padres.

 

No puedo creer que por fin lo haya logrado, puedo decir que el esfuerzo realmente valió la pena. —El primero de muchos… —Dice mi madre, dándome un reconfortante abrazo. Me parece bien que hubieran venido, de otra forma los ignoraría el resto de sus vidas, no se podían perder esto. Es más, amenazaron con no poder venir, pero ¿qué ser desalmado se perdería un triunfo tan importante para su hijo?

 

Justo mi traje, se siente bien estar tan elegante. —Hijo… Bienvenido al mundo real… —Añade mi padre, apretando mi hombro, tan frío e insensible como siempre. Me crio bajo su estúpida ley de cero afecto hacia él o hacia mi.

 

—Yo… Eh… Me quedo a la fiesta de graduación. —No les estoy pidiendo permiso, les estoy avisando. Después de todo, el día que Liz se graduó se reunió toda la familia a celebrar, pero sin mi abuelo no haré nada de eso, prefiero quedarme a ver qué pasa. Niegan coordinadamente.

 

—Pero… —Me alejo de ellos hacia donde todos se están felicitando, no quiero un triste y vacío discurso, eso es demasiado absurdo para mí. Después de varios sentimentalismos reconfortantes, nos proponemos ahogarnos es alcohol, no literalmente, pero por ahí va.

 

En una esquina veo a Amelia hablando y sonriendo con su padre y su madrastra, aunque noto que busca a alguien entre la multitud, debe ser a mí. Dudo en acercarme, pero lo hago. —No llegues muy tarde… —Ella sonríe plácidamente.

 

—No prometo nada, espere este momento toda mi vida… —Se encoje de hombros. —Relájate, nada puede salir mal… —Se despiden y se van.

 

Nos quedamos en silencio por unos segundos, mirándonos, hasta que ríe cómicamente. —¡Lo logramos! —Hablo entusiasmado.

 

—¡Sí! —Salta abrazándome. —Uh, lo siento. —Sonríe en forma de disculpa y no puedo evitar seguirla.

 

—Descuida, también estoy muy emocionado. ¿Vamos? —Señalo el lugar de que se origina la ensordecedora música.

 

Empieza a sonar su teléfono. —Adelántate yo ya voy… —Me hace un ademán con la mano y decido esperarla a dentro. Aún me intriga un poco, me gustaría conocerla un poco mejor, es demasiado extraña, pero tan increíble. Ese vestido negro le queda muy bien, debo admitirlo.

 

La música es ensordecedora, así se hace una fiesta. —¡¿Se están divirtiendo?! —Preguntan por el micrófono, es el maestro de artes.

 

—¡SI! —Gritan con entusiasmo. Se me acerca Lauren, parece querer decir algo, aunque no sale ni una sílaba de su boca. La cual abre y cierra sin intención por arriesgarse a hablar.

 

—Solo dilo… —Hablo irritado por su innecesario nerviosismo.

 

—Tengo un problema… —Titubea por un momento, mientras toma valentía veo como todos se divierten a mi alrededor. —Es que no sé que hacer… Estoy… —No le alcanzo a entender por el ruido y la miro confundido. —Estoy embarazada… —Repite nuevamente con mayor claridad y no puedo evitar quedarme estático.

 

—¿Thiago lo sabe? —¿Por qué me lo dice a mí? ¿Acaso puedo hacer algo? No he hablado con él desde el problema con Amelia. Y la verdad no tengo intensiones de oírlo, dejó de ser mi amigo cuando me hizo pelear con ella. Aunque, viendo el lado positivo, Amelia es mejor persona que él.

 

—Si, pero estoy muy asustada. No sé cómo reaccionarán mis padres, lo intuyen, pero aún no se los confirmo; de seguro me matan… —La miro con algo de lástima, va a perder varias etapas de su vida con esta noticia. Tener un hijo no es una broma, por eso yo no me meto en esas vueltas raras.

 

—De seguro todo saldrá bien… —Aunque dudo de mis palabras y nunca he hecho algo así, no pierdo algo con intentar reconfortarla.

 

—¡Y el premio!... —Llaman de la nada mi atención, todos miran especulantes. —¡Para en mejor club de la promoción…! ¡Es para…! —Hacen una fastidiosa pausa dramática. —¡El club de… Los raros!quedo en shock por varios segundos, esto es muy imposible, no lo puedo creer, se supone que simplemente causábamos problemas o eso es al menos lo que les entendí. —¡Para su fundadora…! ¡Ven Amelia…! —Espero a que suba, más no lo hace.

 

La empiezo a buscar por todo el lugar, pero no está, en la puerta tampoco. Empiezo a recorrer el colegio en busca de ella, Manuel y Felipe también están ayudando. Tengo una mala corazonada, opto por llamar a su padre. —Señor Arturo… —Saludo con cordialidad. —Con Julián…

 

—Oh, sí. ¿Qué pasa? —Contesta al otro lado de la línea, muy despreocupado, eso me tranquiliza un poco, tal vez se sintió mal y se tuvo que ir.

 

No quiero darle vueltas al asunto. —¿Amelia está con usted? Es que no la veo por ningún lado, desde que la llamaron… —¿Quién la pudo llamar? Debió ser algo importante.



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En el texto hay: diversion, locuras, raros

Editado: 21.06.2021

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