CUANDO REALMENTE CONOCÍ A SABINE
Era la chica más rara que había conocido. Excelente estudiante y deportista. Podía debatir horas con los profesores y muchas veces la veías corriendo alrededor del campo de football. Otras tantas, la encontrabas fumando en las gradas.
Tenía solo tres amigos y, exceptuando los profesores, no hablaba con nadie más. Llegaba en un auto clásico al instituto que aparcaba lejos de todos y de todo. Solo tres amigos. La chica bonita de pelo rojo como el fuego que se había encamado con, quizá, todos los equipos del Public High Institute, el latino medio raro que siempre vestía campera de cuero y el mejor quarterback del equipo de football. Raro el grupo y rara ella. Solo sabía una cosa de ese grupo dispar: pertenecían al Club de los Suicidas. No recuerdo cómo me enteré de ese pequeño club conformado por ese particular grupo de personas. Solo sé que lo sé y es suficiente para contar esta historia.
Con mi hermano mellizo habíamos vuelto de vivir un año en Londres. Somos tan parecidos como lo son un gato y un perro. Calum es rubio, de rulos, ojos azules insoportablemente claros y una tez sumamente blanca. Yo, en cambio, tengo los ojos y el pelo color negro y lo llevo muy corto a los costados. Ironías de la genética.
Volver al mismo barrio, a la misma casa y al mismo instituto fue más fácil de lo que pensamos. Nada había cambiado. El equipo seguía siendo bastante medio pelo, los que los conformaban, los mismos idiotas, y seguíamos teniendo a ese chico raro que era el mejor corredor que había visto el instituto, que incluso había sido mejor que Calum, relegándolo a que se hiciese fuerte en otro puesto.
Hubo una pequeña variación en el antes y en el ahora. Solo una pequeña variación. Fue durante un entrenamiento que me di cuenta que existía. Antes de irnos a Londres con mi hermano por el trabajo de mi padre, nunca la había visto, pero visto realmente. Sabía que existía, claro está. Pelo castaño, ojos cafés, siempre delineada de negro, ropas anchas y cara de pocos amigos. Nunca resaltaba, se vestía de colores apagados y tenía el pelo atado en una coleta alta. Las puntas siempre teñidas de un color diferente y en los ratos que no había clase, leía o escuchaba música. Nunca la vi en fiestas ni en los trabajos de verano que algunos estudiantes tomaban para hacer una diferencia y pagarse unas vacaciones con amigos. Solo escuché un rumor de que se enrolló más de una vez con el hijo del rector del instituto, un tal Augustus, que era un imbécil a toda regla. Pero era un rumor, solo eso. De vez en cuando la veía hablar con el raro del equipo, eran amigos desde siempre escuché alguna vez. Si los vieses a los cuatro juntos, jamás pensarías que Nissan estaba por conseguir una beca por su talento para el deporte, estaba fuera completamente del arquetipo de deportista de instituto, rara vez llevaba su chaqueta presumiéndola y pavoneándose por ahí como mucho de los imbéciles que hoy llamo amigos. Como hace mi hermano. Como hago yo, que de repente nos creemos los reyes de la prepa.
En fin. La vez que me di cuenta que existía estaba en las gradas fumando un cigarro con sus dos sabuesos de cada lado. La pelirroja, Fénix, según sabía, y André. Parecía muy entretenida viéndonos entrenar. Eran los únicos que estaban, además de nosotros en el campo, porque una tormenta había decidido caer justo en el último entrenamiento antes del primer partido de la temporada y dediqué unos segundos a mirarla. No tenía absolutamente nada de especial. Pero nada de nada. De hecho, si la hubiese visto de cerca seguramente me hubiese encontrado con todo el delineador corrido y su pelo todo húmedo. Quizá lo que me sorprendió ese día fue que me sorprendí riendo por su intento en vano de prender el cigarro con la lluvia torrencial que caía. No sabía su nombre y creo que nunca había escuchado su voz directamente. En los cinco años que la conozco de vista nunca me saludó ni la saludé.
Me enteré que se llamaba Sabine casi por casualidad. Si le llamamos casualidad a pasar muy cerca de ella y Nissan para escuchar algo… “Sabine, ve un poco el lado luminoso de la vida…”, le dijo el chico raro del equipo con una sonrisa.
Quizá si no la hubiese visto tanto ese día me hubiese ahorrado muchos problemas después. Quizá, si no me hubiese empeñado en querer saber su nombre y todo de ella, mi último año en el instituto hubiese sido tranquilo, sin sobresaltos ni peleas absurdas. Quizá, si hubiese prestado un poco más de atención me hubiese dado cuenta de que mi hermano también se había fijado en ella.Y no me hubiese encontrado en una rivalidad con él por una chica a la cual yo había visto primero.
Definitivamente, que mi hermano y yo nos obsesionáramos con Sabine no estaban en mis planes. En los de él tampoco. ¿En los de ella? Menos.
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Editado: 16.05.2021