El collar de la discordia

I

La única manera de llegar a ese pueblo era en bus, lo cual resultaba en un viaje tedioso y cansado; por lo menos el detective Fausto Galvis así lo sintió, no es que le gustará mucho la idea de irse a un lugar tan aburrido y apartado, sin embargo, lo habían enviado para cubrir la baja de la detective a cargo, quien se marcharía a Alemania.

El viaje duro al menos cuatro horas de las cuales Fausto durmió al menos tres, hasta que llegó a su destino y tuvo que ser despertado

—Ya llegamos señor, despierte, ya debe bajarse.— El ayudante del chófer lo despertó.

—Gracias.— Se bajó del bus con una gran maleta en su espalda y totalmente desorientado.

El bus arrancó, aun adormilado caminó por un anden, vio algunas casas y algunos locales comerciales. Al llegar a la esquina vio la  plaza principal, en la cual una majestuosa iglesia se robaba la atención de quien, como él, la observara por vez primera. Al lado de la iglesia un edificio que no era otro que la casa de gobierno.

—Y luego dicen que la iglesia y el estado deben estar separados.— pensó para si mismo.

Observó alrededor de si mismo, le gustó bastante el estilo aún colonial de la plaza, la cual era adornada por palmeras y plantas florecidas. Siguió viendo alrededor y se fijó en una cafetería, de seguro un buen café le quitaría el sueño que aún sentía. Se dirigió allí y se acomodó en una de las mesas que estaban cerca de la entrada dejando su maleta a un lado.

—¿Que le traigo señor?— preguntó la joven mesera al hombre, quién se sentó clavando los ojos de la vieja televisión.

—Quiero un café negro sin azúcar, por favor, y otro con dos de azúcar, para llevar.— Respondió sin apartar la vista de la pantalla.

—Claro que si señor.

Él se quedó viendo la noticia en la que hablaban de una lujosa fiesta para celebrar el cumpleaños de la hija menor del señor Astón Gandul.

—Aqui tiene su pedido señor.

—Gracias señorita.— Dio un trago al café negro. —Disculpe, sabe usted algo sobre ese señor Astón Gandul que mencionan las noticias, dicen que la fiesta será en este pueblo.

—¿Es foráneo el señor?

— Si, vengo de vacaciones, pero, ¿por qué lo pregunta?— La miró sorprendido.

—Porque la única manera de que no sepa quién es la familia Gandul, es que no sea de por aca.

—¿Tan chico es el pueblo que todos se conocen? — preguntó sarcásticamente.

—No, pero tampoco es lo suficientemente grande como para que no se sepa dentro de el que apellido Gandul se ha ganado el respeto y admiración de gran parte de la población, y no es para menos, ya que es una de las familias más adineradas e influyentes. Poco a poco se han ganado territorio en la vida empresarial y en la política, siendo uno de ellos el alcalde recientemente posesionado.— Replicó la mesera.

—Gracias.— sacó la mano del bolsillo del abrigo y extendió un billete.— Quédese con el cambio señorita.

—Muchas gracias señor, espero disfrute sus vacaciones.

Terminó su café y se alejó con una sonrisa en la cara, realmente él no estaba dispuesto a vacacionar, por el contrario estaba llegando por asuntos de trabajo. Cruzó la calle con el otro en la mano, sin siquiera probarlo, se adentró en una de los locales céntricos de aquel pueblo y puso el vaso de café sobre el mostrador.

—Me dijeron como llegar, pero no que traer, así que, ¿un café? Y también azúcar, espero le guste.

—¿Detective Fausto Galvis?

—Detective Miranda Pérez, un gusto conocerla. Si, efectivamente soy su remplazo. Espero le vaya muy bien en su viaje a Europa. —Extendió su mano.

—Bienvenido hombre.— Apretó firme la mano de Fausto. —Por su maleta veo que está recién llegado, le recomiendo un hotel?

—Asi es, le agradezco mucho.— puso la maleta en el suelo.

La detective buscó en su cartera y sacó una tarjeta, y se la entregó.

—Es un buen hotel y no tan costoso. Además espero no se aburra demasiado pronto, porque por aquí no hay mucho que hacer.

—No importa, ya sabes que a los novatos nos envían a sitios en calma, ¿Algo que deba saber?

—Que me encanta el café.—le dio un buen sorbo a su vaso.— Que la señora del aseo, doña Blanca, pasa todos los martes, y lo mas importante, que aquí no pasa nada, una que otra pelea de ebrios, pero nada que valga la pena. ¿Algo que quiera preguntar?

—¿Cuándo es la fiesta por el cumpleaños de la hija menor de Astón Gandul? Lo vi en las noticias mientras compraba el café, pero no entendí claramente la fecha.

—Es está noche, es una fiesta de las grandes familias así que no hay de qué preocuparse.

—¿Que tan grande es esa familia Gandul?

—No es tan numerosa, sin embargo, son los más adinerados del pueblo, y con su compañía de floricultura le han dado trabajo a muchas personas, por eso son queridos entre la comunidad.— terminó el café.

—Y me imagino, que gracias a ese cariño que les tiene la gente, es que uno de ellos logró llegar a ser alcalde.

—Hay muchas sospechas en cuanto a eso, pero ni una denuncia sobre la cual empezar a investigar nada. Entonces sí, fue por el cariño de la gente. 

—No le quito más tiempo Miranda, gracias por la tarjeta.

—Gracias por el café Fausto. 

—No es nada.

Estrecharon nuevamente sus manos, ella salió con una pequeña maleta en su mano y el se sentó en la silla detrás del viejo mostrador, sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió plácidamente. Estaba dispuesto a disfrutar al máximo la calma de ese lugar, y vivir cómodamente esos pocos meses que le faltaban antes de poderse postular como jefe de investigación privada.

Dio la última calada, apagó la colilla y la tiró. Se levantó, dio una vuelta por la oficina y no vio más que algunos libros y unos expedientes viejos.

—Esto va a ser tranquilo y aburridor, justo lo que necesito.— dijo para si mismo.

Sacó un libro de su maleta, y lo dejo en la biblioteca junto con los que ya estaban ahí, también sacó un gafete de madera de manera y lo ubicó de manera que desde la puerta se pudiese leer la placa que en letras negras decía:




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