El collar de la discordia

IV

El joven detective observó alrededor de la lujosa mansión mientras dejaba escapar un suspiro de frustración. Había interrogado a todos los sospechosos, revisado cada rincón y meticulosamente inspeccionado cada pieza de evidencia, pero aún se encontraba sin ninguna pista concreta para resolver el mayor robo que hubiese deseado encontrar.

Fausto repasó mentalmente las conversaciones que había mantenido con cada uno de los sospechosos. Había comenzado con los empleados de la mansión, pero sus coartadas parecían estar bien preparadas y no había inconsistencias en su testimonio.

Caminó cerca de los cercados de la lujosa mansión mientras observaba cualquier indicio que le permitiera al menos sospechar de cualquier invasión por parte de un intruso. Después de revisar los alambrados, supo que era imposible, estaban intactos, el ladrón entró por la puerta principal.

Totalmente convencido de su hipótesis, volvió enérgico a la casa, allí decidió vio a Gandul, con su ceño fruncido y mirada fría.

—¿Tiene algo, Galvis?

— La plena certeza de que fue un robo planeado desde hace mucho, con todos los detalles y posibles complicaciones totalmente estudiadas, déjeme decirle que eso no se planeó en una hora o un día.

—¿Y de qué me sirve saber eso?

—De nada, señor. Lo que quiero decir es que necesito tiempo, no puedo decifrar un plan tan elaborado en una hora que llevo aquí.

— Pues trate que sea lo antes posible. No puede demorarse el mismo tiempo que los delincuentes en elaborar su plan.

— Haré lo que esté a mi alcance, sin embargo, aún no puedo prometer más que mi mayor esfuerzo y dedicación.

—Tiene una semana, y espero algo mas que su buena voluntad o contrataré otro que pueda prometer más.

—De acuerdo. —Asintió

—¿Alguna otra cosa detective?

— Quisiera preguntar si cuenta con cámaras de vigilancia.

— Solo en la entrada vehicular. Aunque no hay nada.

—Quiero una copia de los vídeos, de todo el día de ayer.

—Espere en la sala, Antonio se la traerá. Aunque se demorará un poco, usted entiende — El señor Gandul extendió su mano indicando un gran sillón.

Fausto se sentó, observando los lujos que lo rodeaban; en las esquinas hermosas vasijas de arcilla, perfectamente decoradas con dibujos y pinturas de muchos colores.  La chimenea en piedra le pareció bastante llamativa, a simple vista pudo ver qué no había sido encendida en mucho tiempo. Al lado del enorme ventanal vio un armario con puertas transparentes, que permitirá ver réplicas miniatura de algunos carros y motocicletas. El siguiente estante estaba dedicado a diferentes animales, figuritas de caballos, toros y otros animales; sin embargo, lo que mas llamó su atención estaba en la parte superior, un hermoso tablero de ajedrez donde las piezas blancas eran doradas, y las negras eran brillantes. No pudo resistirse, así que se levantó y las admiró detalladamente. Estaba completamente absorto viéndolas, hasta que una voz lo sacó de su éxtasis.

—Casi todas las personas se quedan viendo los carros o motos, nadie se interesa demasiado en el tablero. Se maravilló con nada señor.

—Es un tablero muy bonito, pero puedo ver qué lleva bastante tiempo ahí, sin ningún uso. Lo cual me sugiere que solo una persona juega ajedrez aquí. 

—¿Cómo lo supo?

—Es sencillo, los reyes y damas están intercambiados, la última persona levantó todas piezas, pudo ser para limpiar, luego puso las piezas de extremos a centros, ya sabe, torres, caballos y alfiles; pero se equivocó con los reyes, eso me deja saber que quien lo limpió no juega. Y hace tanto tiempo que está olvidado, que nadie notó el error, a pesar de estar frente a él diariamente.

—Es muy listo detective, todo lo que me ha dicho me permite deducir que sabe también como mover las piezas.

—También es muy lista, Julieta.

—Gracias. — Julieta le dedicó una mirada y esbozó una sonrisa antes de abrir la vitrina y sacar el tablero.

—De manera que es usted la ajedrecista de esta casa.

—Si, aprendí a jugar en la secundaria, así que pedí un tablero, pero después no he tenido con quién jugar. No es tan popular como el fútbol. ¿Y usted, donde aprendió?

—Tambien en la secundaria, y jugué algunas veces con compañeros de la academia de investigación, pero hace bastante tiempo.

Julieta acomodó el tablero en la mesita que estaba en el centro del tablero, ubicó correctamente las piezas.

—¿Prefiere algún color, Fausto?

—Primero las damas, así que, por favor.— Julieta le había ofrecido las blancas, sin embargo giró el tablero tomando las negras.

Julieta ofreció una apertura india de rey, por su parte Fausto prefirió un fianchetto en el flanco de dama. Peones, caballos y alfiles cubrieron todas las casillas del centro, y a la primera oportunidad ambos enrocaron sus reyes.

Fausto observó el tablero ya completamente desarrollado, sabía que las siguientes jugadas serían cambios de piezas.

— Nada mal, veo que también es muy hábil con el ajedrez.

—Bueno, solo se trata de poder anticipar todas las opciones del contrario y tener un plan para cada una de ellas.— respondió Fausto sin levantar la mirada.

—Eso lo hace muy bien en el tablero, imagino también en su trabajo.

Fausto levantó la cabeza y miró a los ojos de su contrincante, después de unos segundos se animó a responder.

—Hago lo mejor que puedo, se puede perder en el ajedrez, en el trabajo y por supuesto que también en la vida. A veces las cosas no salen como uno quiere.

—¿Como en este caso? — Julieta se animó a empezar a intercambiar piezas.

—Bueno, si te refieres al juego, creo que estoy bien. — movió recapturando un caballo.

—Pero tú investigación frente al robo del collar no lo está.

—Recien se ha iniciado el juego, apenas hago mi primer movimiento. 

Siguieron moviendo y capturando sus piezas. Hasta que Fausto decide sacrificar su dama.

—¿Le gusta el riesgo, verdad?




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