El collar de la discordia

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—No le daré ninguna muestra de.mi cabello, señor, sabe que necesita una orden judicial para poderla tomar. — enfureció la joven.

—Eso es correcto, no puedo tomar una muestra sin su autorización, a menos que tenga una orden judicial, y puede que para obtenerla tenga que formular una denuncia penal por la perdida del collar, y muchos otros trámites que me tomarán bastante tiempo, y todo eso es bastante tedioso. — se tiró en un sofá. — Creo que pondré al tanto a su padre, probablemente ya no tenga que seguir al frente de la investigación y lo haga la policía o fiscalía. Por favor, retírese y llame a su padre, le diré que tengo a la principal sospechosa frente a mí.— Cruzó las piernas desinteresadamente.

—¿Está seguro señor? — Preguntó la joven mientras se acomodaba el cabello tras los hombros, dejando al descubierto un escote que llamó la atención del detective, quien no pudo evitar darle una ojeada rápida.

— Si, estoy seguro.— tragó mientras volvió sus ojos al rostro de la jovencita.

— Está bien, usted gana pero no aquí donde alguien pueda ver, sígame al estudio.— La chica se puso en camino seguida por el joven detective.

Una vez entraron al estudio, ella cerró la puerta y bajo la cortina de una ventana.

— ¿Que hace? — preguntó extrañado el detective.

— Ahora usted hará todo lo que le diga o empezaré a gritar diciendo que me intenta violar.— sonrió burlonamente.

—Por favor, no haga eso, no le conviene.

—Yo creo que sí, además mi papá creerá en mi palabra.— sacudió ligeramente los hombros.— ¿Ese movimiento no lo viste venir Fausto? Creo que estás en jaque.

— Tienes razón, tú papá creerá cada una de tus palabras. —Lentamente tomó el bolígrafo que estaba en su saco y lo acercó a la boca de Julieta —¿Quieres dedicarle un saludito a papá? — La pequeña luz roja titilaba indicando que estaba encendido y grabando. —Ahora, ¿Quién está en jaque?

—Toma la maldita muestra, y hagamos de cuenta que esto nunca pasó, ¿de acuerdo? — rechistó la joven totalmente resignada.

Rápidamente se puso los guantes y tomó la muestra de la manera más delicada posible.

— Gracias señorita, eso era todo. ¿Alguna otra cosa que me quiera decir? 

— Sabe que sí, pero sin su micrófono. — exclamó la joven acomodándose el cabello.

Fausto sacó el micrófono en forma de bolígrafo, lo apagó ante la vista de la chica.

—La escucho Julieta.

— Váyase al carajo, usted no tiene ni idea sobre lo que pasó con el collar y créame que no la va a tener.

— Creo que no era necesario apagar el micrófono para eso. Pero en algo si tiene razón, no tengo ni idea de lo que pasó con el collar, pero estoy completamente seguro de que usted si sabe, y mucho. Sabes algo, Julieta, hay dos formas de solucionar este asunto. Una corta, simple y fácil; tú me dices que pasó con el collar; la otra es larga, tediosa, y muy complicada, y esa consiste en que yo lo investigue por mi cuenta. ¿Por qué no nos ahorramos toda la parte larga?

—Usted no tiene ni idea de nada, señor.—salió tirando la puerta de un solo golpe. 

Fausto se quedó pensando en la posibilidad de que Julieta estuviese involucrada en la desaparición del collar. Definitivamente esa actitud la dejaba como clara y principal sospechosa.

—Pero, ¿qué ha sido eso? —exclamó el viejo Gandul al cruzar la puerta.

El joven detective estiró la mano invitando al hombre tomar asiento, luego levantó el micrófono de la mesa y lentamente lo acomodo en su bolsillo, asegurandose de haberlo encendido disimuladamente, al punto que su interlocutor no sospechase queera mucho más que un bolígrafo. 

— He encontrado un fragmento de cabello color cobrizo, sobra decir que su hija es la única persona de esta casa que lleva ese color. Así que le he pedido una muestra para hacer una comparación genética.

—¡Déjese de estupideces señor! — le gritó el viejo enérgicamente. — De seguro es del delincuente que me ha robado, ¿ acaso mi hija es la única persona del mundo que se tiene el cabello de ese color?

—No son estupideces señor, quiero descartar la posibilidad de que ese cabello sea de su hija, de esa manera seguiré investigando hasta dar con el responsable.

—Sinceramente no tiene nada, esa es su verdad. O bueno si tiene algo.

— ¿Que cosa señor? — preguntó el detective conservando la calma.

— Una cuenta regresiva corriendo en su contra. Le quedan seis días y si no me tiene algo contundente no investigará más, ¿Le queda claro señor Galvis?

—Como el agua, señor. — Se levantó presuroso, salió rápidamente con la intención de enviar sus muestras a un laboratorio.

Corrió hacia el hotel  y agarró algunas cosas que metió en su morral, de ahí salió corriendo hasta el terminal de buses al cual llegó justo a tiempo para tomar el que iba para la ciudad. Varias horas después estaba anunciandosr en un laboratorio donde trabajaba un viejo conocido de la escuela de investigación.

Camilo había sido su compañero y amigo, durante varios años, y siempre le debía uno que otro favor,  y por supuesto está vez le iba a cobrar uno

—¿Que hay Camilo, como va todo? — Saludo al verlo 

— Fausto, mi amigo. — Camilo estrechó su mano y luego se dieron un fuerte abrazo.

—Volviste pronto, apenas me enteré que te habías ido a trabajar a un pueblito lejano.

—Pues mira hermano, no hace una semana que me fui, y ya tengo tremendo caso, bueno y por eso necesito que me ayudes, necesito comparar unas muestras de cabello.

—Bueno, déjalos y ya sabes de tres a cuatro días.

—No, claro que no Camilo, solo tengo seis días para entregar resultados y hasta ahora no tengo nada, de esto depende todo, que sea para mañana, por favor.

—Solo porque eres tú, y no se lo digas a nadie. Veré que puedo hacer. 

— Te deberé una Camilo. — Le entregó una bolsa sellada, en la que reposaban las muestras que apenas había tomado en la mañana.

— Me tienes que contar todo.— Camilo cruzó unas puertas que indicaban paso restringido mientras afuera Fausto se dejó caer en una de las sillas.




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