El aula de arte, que siempre olía a pintura y arcilla, esa tarde tenía un aroma raro a globos pinchados y restos de papas fritas. Lucas, con una energía casi militar, dirigía todo el operativo. Carla inflaba globos con una velocidad impresionante, mientras Javier intentaba colgar una pancarta que decía "¡Feliz casi… Cumpleaños, Mateo!", con algunas letras que se estaban despegando peligrosamente. Sofía, con un pincel en la mano y una concentración total, retocaba un dibujo gigante de un joystick que iba a decorar la pared.
"¡Más rápido con esos globos, Carla! ¡Necesitamos un ambiente festivo, no un velorio de payasos!" exclamó Lucas, mirando nerviosamente su reloj imaginario. El cumple de Mateo era la semana que viene, pero Lucas, con su impaciencia de siempre, había decidido adelantar el festejo para "agarrarlo desprevenido".
"¡Estoy yendo lo más rápido que puedo! Mis pulmones no son un aspiradora industrial, ¿sabés?" respondió Carla, con las mejillas rojas por el esfuerzo.
Javier, subido peligrosamente a una silla, peleaba con la pancarta rebelde. "¡Esta 'M' no quiere saber nada! Parece que le tiene alergia al pegamento."
Sofía soltó una risita sin dejar de mirar su dibujo. "Capaz que la 'M' de Mateo se avergüenza de estar al lado de esa 'C' que parece una 'U' deforme."
"¡Che! ¡Yo estoy haciendo lo que puedo con mis limitadas habilidades manuales!" se defendió Javier, a punto de perder el equilibrio. Lucas lo agarró justo a tiempo.
"¡Concentración, equipo! Mateo puede aparecer en cualquier momento. Dijo que tenía que venir a buscar unos libros que se olvidó en la biblioteca," recordó Lucas, con un tono de urgencia.
"¿Y por qué no le dijiste simplemente que viniera mañana?" preguntó Carla, dejando escapar el último globo inflado.
"¿Y arruinar la sorpresa? ¡Jamás! Además, así tendremos más tiempo para disfrutar de su cara de desconcierto," respondió Lucas con una sonrisa maliciosa.
En ese momento, la puerta del aula se abrió un poquito, mostrando la figura de Mateo, con su aire distraído de siempre y una mochila colgando de un hombro. Un silencio repentino cayó sobre el grupo, como si el tiempo se hubiera detenido.
Mateo parpadeó, confundido al ver la escena. "¿Qué... qué está pasando acá? ¿Hay una reunión secreta del club de arte de la que no me enteré?"
Lucas, con una rapidez sorprendente, se abalanzó sobre Mateo y lo empujó suavemente hacia afuera, cerrando la puerta detrás de ellos.
"¡No, no! ¡Te equivocaste de aula! Acá estamos... eh... ¡organizando una protesta silenciosa contra el uso excesivo de papel reciclado!" improvisó Lucas, con una actuación exagerada.
Mateo lo miró sin entender nada. "¿Una protesta silenciosa... con globos y una pancarta de cumpleaños?"
"¡Es una protesta muy... conceptual!" insistió Lucas, transpirando un poco. "Ahora, si me disculpás, tenemos que... ¡seguir protestando silenciosamente!" Y, agarrando a Mateo del brazo, lo alejó rápido por el pasillo.
Dentro del aula, el resto del grupo soltó un suspiro colectivo de alivio, seguido de una explosión de risas contenidas.
"¡Uf, por poco!" exclamó Carla, secándose la frente.
"Casi arruinamos la sorpresa antes de que empezara," añadió Javier, bajándose de la silla con cuidado.
Sofía negó con la cabeza, sonriendo. "Lucas y sus explicaciones... siempre tan convincentes."
Unos minutos después, Lucas volvió al aula, con Mateo visiblemente confundido pero aparentemente convencido de la extraña "protesta".
"¡Misión abortada temporalmente! Mateo está en la suya, como siempre. Tenemos unos quince minutos antes de que termine su 'reunión' con la bibliotecaria," informó Lucas, volviendo a su papel de director de orquesta festiva.
Los últimos detalles se terminaron a toda velocidad. Los snacks se pusieron estratégicamente sobre una mesa cubierta con un mantel de papel arrugado, la música (una lista cuidadosamente elegida por Lucas con los "temas menos bajón" que conocía Mateo) empezó a sonar, y bajaron un poco las luces.
Cuando Mateo finalmente regresó al aula, buscando sus libros, la sorpresa fue total. Al prenderse las luces y sonar el grito de "¡Sorpresa!", Mateo se quedó paralizado en la puerta, con los ojos bien abiertos y una cara de desconcierto total.
Un segundo después, una sonrisa lenta se dibujó en su cara. "¿Esto... esto es para mí?" preguntó, señalándose con incredulidad.
"¡Y claro, despistado! ¡Feliz casi cumpleaños!" exclamó Lucas, dándole una palmada en la espalda.
Sofía se acercó a Mateo con una sonrisa radiante. "Esperamos que te guste. Le pusimos todo nuestro... cariño caótico."
Mientras sus compañeros lo felicitaban y lo rodeaban, noté un breve cruce de miradas entre Mateo y Sofía. Había una chispa en sus ojos, una complicidad silenciosa que iba más allá de la simple amistad. Mateo le dedicó una pequeña sonrisa, una sonrisa que no parecía dirigida a nadie más en la habitación.
La fiesta, aunque improvisada y un poco desordenada, fue un éxito. Mateo parecía de verdad feliz y sorprendido. Hasta se animó a bailar torpemente cuando sonó una de sus canciones favoritas. Lucas se encargó de mantener el ambiente con sus chistes y comentarios ácidos, mientras Carla y Javier se aseguraban de que nadie se quedara sin torta.
En un momento, Mateo estaba sentado en un rincón, observando el quilombo festivo con una sonrisa tranquila. Sofía se acercó y se sentó a su lado.
"¿Te gusta?" preguntó, con un tono suave.
"Sí," respondió Mateo, sin dejar de mirar la escena. "Mucho. Gracias."
Hubo un silencio corto, roto solo por la música y las risas. Luego, Mateo se giró hacia Sofía, con una mirada que parecía buscar algo más que agradecimiento.
"No tenían que hacer esto," dijo en voz baja.
"Queríamos," respondió Sofía, con los ojos brillando con una sinceridad que se sentía de verdad. "Te merecés una sorpresa... aunque tu cumpleaños sea la semana que viene."