Desde el otro lado del patio, Sofía vio cómo Camila se acercaba decidida a Mateo, ahora con un cuaderno en la mano. Quería preguntarle sobre un ejercicio de matemáticas que no le salía. Mateo, siempre dispuesto a ayudar, se inclinó sobre sus hojas, explicándole el paso a paso.
Sofía observaba la escena con una furia que le quemaba por dentro. Ver a Mateo tan cerca de Camila, compartiendo risas suaves mientras resolvían el problema, era como una puñalada directa al corazón. Una opresión le cerraba el pecho: una mezcla tóxica de celos e inseguridad que le nublaba la razón.
Sin pensarlo dos veces, Sofía se levantó de golpe y caminó rápido hacia ellos. Su cara estaba tensa, sus puños apretados. Al llegar a la mesa donde estaban Mateo y Camila, frenó en seco, respirando agitadamente.
"¿Qué está pasando acá?" preguntó con un tono de voz peligroso, que hizo que los dos se asustaran.
Mateo la miró, desconcertado. "¿Sofía? Solo estoy ayudando a Camila con matemáticas."
"¿Ayudando?" repitió Sofía, con una risa amarga que llamó la atención de algunos compañeros cercanos. "Siempre estás 'ayudando' a otras, ¿verdad, Mateo?" Su mirada se clavó en Camila, con una hostilidad apenas disimulada.
Camila, visiblemente incómoda por la pelea, se levantó despacio. "Creo que... ya entendí... Gracias por tu explicación, Mateo." Y, con una mirada nerviosa hacia Sofía, se fue rápido.
Ahora solo quedaban Mateo y Sofía, enfrentados en medio del patio. La tensión entre ellos se sentía fuerte, como una soga a punto de romperse.
"¿Por qué hiciste eso, Sofía?" preguntó Mateo, con la voz llena de confusión y una molestia que empezaba a crecer. "Solo estaba siendo amable."
"¡Amable!" exclamó Sofía, con la voz temblándole. "Siempre sos tan amable con todas, menos conmigo. Siempre estás distraído, siempre pendiente de otras cosas. ¡Estoy harta!"
La frustración acumulada, el miedo a perder a Mateo, la rabia por sentirse ignorada... todo explotó en ese instante. Sin poder controlarse, Sofía extendió la mano y empujó a Mateo en el pecho con fuerza.
Mateo retrocedió un paso, sorprendido por la agresión repentina. Su cara mostró una mezcla de incredulidad y dolor. Nunca imaginó que Sofía pudiera llegar a ese extremo.
Al ver la reacción de Mateo, un shock recorrió a Sofía como una descarga eléctrica. El arrebato de furia se esfumó tan rápido como había llegado, dejando atrás un vacío helado y una profunda vergüenza. Se tapó la boca con una mano, con los ojos llenos de horror por lo que acababa de hacer.
"Mateo... yo... lo siento," balbuceó, con lágrimas brotando de sus ojos. "No quería... no sé qué me pasó."
Mateo la miró en silencio durante unos segundos, con una expresión difícil de leer. Luego, negó despacio con la cabeza, la decepción marcada en su rostro. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y se fue, dejándola sola en medio del patio, rodeada por las miradas curiosas y preocupadas de sus compañeros.
El resto del día fue borroso para Sofía. Se sintió aislada, avergonzada y terriblemente sola. Evitó cruzar miradas, refugiándose en una coraza de culpa y arrepentimiento. Las palabras hirientes que le había gritado a Mateo, el empujón impulsivo... todo resonaba en su mente como un eco constante y doloroso.
Apuró el paso al salir de la escuela. Al llegar a casa, la atmósfera opresiva de siempre parecía haberse vuelto aún más densa. La tristeza silenciosa de su madre, la ausencia distante de su padre... todo intensificaba esa sensación de ahogo. Se encerró en su pieza, envuelta en la oscuridad y el remordimiento, sin fuerzas para soportar el peso de lo que sentía.
¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué había reaccionado así? Sabía que sus celos eran absurdos, que Mateo no le había dado motivos para desconfiar. Pero la inseguridad la carcomía por dentro, alimentada por la inestabilidad de su casa y el miedo constante a ser abandonada.
Pasó la noche sin dormir, repasando una y otra vez el incidente en el patio. La imagen de la cara de Mateo, primero confundido y luego dolido, la atormentaba. ¿Había arruinado su amistad? ¿Lo había alejado para siempre?
Al día siguiente, llegó al colegio con el corazón encogido. Esperaba encontrar la mirada fría de Mateo, el reproche silencioso de sus amigos. Para su sorpresa, Lucas se acercó a ella con una cara seria pero preocupada.
"Sofía, Mateo está muy afectado por lo de ayer," dijo Lucas suavemente. "Pero también está preocupado por vos. Sabe que no sos así."
Las lágrimas volvieron a los ojos de Sofía. "Fui horrible, no sé qué me pasa."
Carla se unió a ellos, abrazándola con ternura. "Todos lo vimos, Sofi, sabemos que no sos una persona violenta. Algo te está pasando."
Javier asintió. "Mateo quiere hablar con vos. Está en la biblioteca."
Con el corazón latiéndole fuerte, Sofía fue a la biblioteca. Encontró a Mateo sentado solo en una mesa apartada, con la mirada perdida en un libro que no parecía estar leyendo.
Al verla acercarse, levantó la vista. Su cara todavía mostraba rastros de la sorpresa y el dolor del día anterior, pero no había enojo en sus ojos.
"Sofía," dijo simplemente, con la voz suave.