El sol de la mañana siguiente parecía brillar con una intensidad rara, como si el universo entero estuviera festejando un pequeño pero importante evento cósmico. Para Mateo, sin embargo, esa intensidad solo servía para resaltar el nerviosismo que lo tenía a maltraer.
Se despertó con la imagen del beso flotando en su mente, una sensación extraña y maravillosa que se mezclaba con una buena dosis de "¿Qué carajo hice anoche?".
Cada cosa que hizo a la mañana siguiente se sentía cargada de un nuevo significado. Cepillarse los dientes no era solo higiene bucal, sino la preparación para una posible interacción cercana. Elegir la ropa implicaba pensar si a Sofía le gustaría su remera gastada de su banda pop favorita. Hasta desayunar se convirtió en una actividad tensa, con el miedo constante de ahogarse con una tostada mientras pensaba en la textura suave de los labios de Sofía bajo la lluvia.
En el colegio, cada cara conocida parecía observarlo con una nueva curiosidad. Lucas le dedicaba sonrisas cómplices y levantaba las cejas inquisitivamente, como si pudiera leer el quilombo de emociones que Mateo trataba de ocultar torpemente. Carla y Javier intercambiaban miradas significativas cada vez que Mateo y Sofía estaban cerca, susurrando entre ellos con una discreción cómicamente fallida.
Mateo, por su parte, hacía esfuerzos sobrehumanos para actuar con normalidad. Intentaba concentrarse en la clase de física, pero su mente viajaba constantemente a la imagen de Sofía bajo la lluvia. Se sobresaltaba cuando ella hablaba, fingía estar metido en sus apuntes cuando sus miradas se cruzaban fugazmente, y desarrolló una repentina fascinación por el estudio de las partículas subatómicas cada vez que Sofía se acercaba a menos de un metro de distancia.
Durante el recreo, la necesidad de ver a Sofía, de rozarla aunque fuera sin querer, se convirtió en una pulsión casi física. La buscó con la mirada por todo el patio, fingiendo estar interesado en la distribución de los puestos de comida o en la coreografía rara de un grupo de estudiantes bailando. Cuando finalmente la vio charlando con Carla, sintió una punzada de alivio mezclada con un ataque de pánico ante la idea de acercarse.
Se acercó a ellas con una torpeza estudiada, fingiendo que necesitaba preguntarle algo a Carla sobre la tarea de historia. Su plan era acercarse lo suficiente a Sofía como para sentir su presencia, quizás rozar su brazo "accidentalmente" al señalar el cuaderno de Carla.
"Carla," empezó Mateo con una voz que intentaba sonar casual pero que salió un poco temblorosa, "¿te acordás qué página era lo de la... eh... la decapitación real?"
Carla lo miró con una sonrisa divertida, claramente dándose cuenta de su estrategia. "Mateo, creo que estás más interesado en la 'situación real' que en la 'decapitación real'."
Sofía, que había estado observando la escena con una sonrisa enigmática, se giró hacia Mateo. "Sí, Mateo. ¿Todo bien? Estás un poco... acelerado."
"¿Yo? No, estoy perfecto. Solo... muy interesado en la historia," mintió Mateo con una convicción tan pobre que hasta un pez dorado lo habría encontrado sospechoso.
Lucas se acercó al grupo en ese momento, poniendo un brazo sobre el hombro de Mateo con una sonrisa cómplice. "Nuestro amigo acá está experimentando una repentina y... apasionada conexión con el pasado. Algo así como un 'flechazo histórico'."
La indirecta era tan obvia que hasta Javier, que estaba absorto en su hámster, levantó la vista con una expresión de sorpresa fingida.
Sofía soltó una pequeña risita, sus ojos brillando con picardía. "Un 'flechazo histórico' bajo la lluvia, ¿quizás?"
Mateo sintió que sus mejillas se encendían. Intentó responder con una negación vehemente, pero las palabras se le trabaron en la garganta. Su torpeza solo sirvió para confirmar las sospechas de sus amigos.
Durante el resto del día, Mateo y Sofía evitaron cualquier interacción directa prolongada, comunicándose a través de miradas fugaces y sonrisas tímidas. Cada vez que sus caminos se cruzaban en los pasillos, ambos actuaban como si estuvieran a punto de chocar contra una pared invisible, desviándose bruscamente con excusas poco convincentes.
En la clase de literatura, cuando la profesora pidió que se formaran parejas para analizar un poema romántico, Mateo y Sofía se encontraron inexplicablemente juntos. La incomodidad inicial fue palpable, con ambos evitando mirarse a los ojos y balbuceando sobre la métrica y las metáforas con una intensidad sospechosa.
"Este... este verso es muy... lluvioso," comentó Mateo, señalando una estrofa al azar.
Sofía asintió con entusiasmo. "Sí, y la... la metáfora del paraguas... ¡tan profunda!"
Sus intentos de actuar con normalidad eran tan exagerados que hasta la profesora los miró con una ceja levantada. Lucas, desde su mesa, les envió un pulgar hacia arriba con una sonrisa burlona.
Al final del día, mientras salían juntos del colegio, la tensión seguía presente, aunque ahora teñida de una creciente necesidad mutua. Caminaban en silencio, con una distancia prudencial entre ellos, pero con la sensación palpable de que ambos estaban pensando en el beso de la noche anterior.
De repente, Mateo tropezó con un escalón invisible, tambaleándose un poco. Sofía reaccionó por instinto, agarrándolo del brazo para evitar que se cayera. Por un instante, sus manos se tocaron otra vez, esta vez con una familiaridad recién descubierta. Ambos se quedaron quietos, sintiendo el calor del contacto a través de sus mangas.