El Color de la Lluvia

La Sombra Pegajosa

Las risas del grupo resonaba en la mesa de la cafetería, un sonido cálido y familiar que Mateo empezaba a valorar mucho. La torpeza inicial de su cita con Sofía se había ido, dejando atrás una sensación dulce y la ilusión de más momentos juntos. Hasta las bromas de Lucas sobre su "épica batalla contra un cisne" eran recibidas con una sonrisa.

Fue entonces cuando apareció Sebastián. Era un chico de otro curso, conocido por su labia fácil y una reputación algo... insistente cuando se fijaba en alguien. Desde que Mateo y Sofía habían empezado a pasar más tiempo juntos, Sebastián había mostrado un interés raro en el grupo, especialmente en Sofía.

Se acercó a la mesa con una sonrisa forzada, apoyando una mano en el respaldo de la silla de Sofía de una manera que a Mateo le pareció posesiva. "Hola, chicos. ¿Qué tal la tarde?"

Sofía le devolvió un saludo cortés pero distante. "Hola, Sebastián."

Lucas, siempre observador, entrecerró los ojos un poco. Carla y Javier intercambiaron una mirada discreta. Mateo sintió una punzada de incomodidad, una sensación instintiva de que este recién llegado no traía buenas intenciones.

Sebastián se esforzó por meterse en la conversación, interrumpiendo con comentarios que buscaban ser el centro de atención y dirigiendo constantemente la mirada hacia Sofía. Halagaba sus opiniones, se reía exageradamente de sus chistes (incluso de los menos graciosos) y buscaba cualquier excusa para tocarla, ya fuera un roce de brazo "accidental" o una palmada en la espalda "amistosa".

Mateo, naturalmente callado, se sentía cada vez más fuera de lugar. Sus intentos de participar en la conversación eran sutilmente desviados por Sebastián, que parecía tener una habilidad especial para acaparar la atención. Notó la ligera incomodidad de Sofía ante el comportamiento de Sebastián, aunque ella intentaba mantener la calma.

Con el paso de los días, la presencia de Sebastián en el grupo se hizo más constante. Se ofrecía a ayudar con tareas, se unía a sus salidas después de clase y siempre encontraba una manera de estar cerca de Sofía. Sus "consejos" a Mateo eran condescendientes y disimulados, sugiriendo sutilmente que él no era lo suficientemente "interesante" o "experimentado" para Sofía.

"Mateo, deberías ser más... espontáneo, ¿sabes? A las chicas les gustan las sorpresas," decía Sebastián con una palmada en el hombro que se sentía más como una advertencia. "Llévala a lugares emocionantes, no solo a ver documentales de ardillas."

Lucas, Carla y Javier no tardaron en darse cuenta de las verdaderas intenciones de Sebastián. Susurros y miradas cómplices se volvieron más frecuentes cuando él estaba cerca.

"Parece una garrapata," comentó Lucas en voz baja a Mateo durante un recreo. "Está pegadísimo a Sofía."

"Y sus 'consejos' huelen a celos," añadió Carla con un resoplido.

Sofía, aunque educada, mantenía una distancia prudente con Sebastián. Sus ojos buscaban a menudo los de Mateo, como buscando una confirmación silenciosa de su conexión. Mateo intentaba transmitirle tranquilidad con sus miradas, aunque por dentro sentía una creciente frustración.

Sebastián ideaba planes sutiles para sabotear los momentos entre Mateo y Sofía. Se ofrecía a llevarla a casa después de actividades grupales, "casualmente" interrumpía conversaciones íntimas y sembraba pequeñas dudas sobre las intenciones de Mateo.

Un día, durante una salida al cine organizada por el grupo, Sebastián "accidentalmente" derramó su refresco sobre la chaqueta de Mateo justo antes de que él y Sofía fueran a buscar palomitas juntos. Otro día, inventó una excusa para apartar a Sofía de Mateo durante una caminata por el parque, contándole una historia exagerada sobre un supuesto problema familiar.

Sin embargo, los planes de Sebastián, a pesar de su aparente inteligencia, tenían un efecto contrario al que buscaba. Cada intento de interponerse entre Mateo y Sofía solo parecía fortalecer su vínculo. La incomodidad que les generaba la presencia constante de Sebastián los llevaba a buscarse más, a compartir miradas de complicidad y a encontrar pequeños momentos para estar a solas, reafirmando silenciosamente sus sentimientos.

Mateo, aunque inicialmente inseguro, empezaba a sentir una nueva determinación. No iba a dejar que este intruso entrometido saboteara lo que estaba surgiendo entre él y Sofía. Su timidez daba paso a un instinto protector, un deseo de demostrarle a Sofía (y quizás también a sí mismo) que su conexión era genuina y resistente.

Sofía, por su parte, se volvía cada vez más transparente con Mateo sobre su incomodidad con Sebastián. Encontraba sus atenciones sofocantes y sus insinuaciones sobre Mateo ridículas.

"Es como una sombra pegajosa," le comentó a Mateo en voz baja mientras Sebastián hablaba sin parar sobre sus supuestas hazañas deportivas. "No entiendo por qué no se da cuenta de que no estoy interesada."

"Quizás está demasiado obsesionado con su propio ego para notarlo," respondió Mateo, sintiendo un nuevo atisbo de confianza.

Un día, Sebastián intentó su jugada más audaz. Durante una "reunión de estudio" improvisada en casa de Carla, apartó a Sofía del grupo con la excusa de mostrarle un artículo "interesantísimo" online. Su verdadera intención era clara: intentar conquistarla a solas.

Sin embargo, Sofía, cansada de sus manipulaciones, lo confrontó directamente. "Sebastián, aprecio tu... interés, pero quiero ser clara. Estoy saliendo con Mateo, y estoy muy feliz con él. No estoy interesada en nada más."




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