No aceptaba aquella despedida. ¿Cómo pudo terminar de esta manera? Sé que cometí errores. Él también cometió errores. Pero... Pero no podía aceptarlo.
Me aferré a su brazo, no lo soltaría. Tendría que arder en llamas azules y aún no me retractaría. Pero inesperadamente puso su mano sobre la mía y aflojó mi agarre. Luego se soltó de entre mis dedos y escuché su voz punsante en mis oídos — Esto ha terminado, me voy.
Tal cual estatua de cera, mi cuerpo no se movió ni un centímetro. En mi mente corría tras él y lo obligaba a mirarme. Le pedía razones, razones que ya conocía. Pero mi cuerpo sabía que era tarde. Mi corazón no podía aceptarlo, pero era un adiós. Terminaba para mí todo placer vivido del primer amor.
Adiós mi primer amor, cicatriz permanente en mi corazón — susurré sollozando en aquella cálida tarde de verano, frente al banco que nos vió unir nuestras vidas por primera vez.