El color de tu Recuerdo

CAPITULO 4

ASHER

¿Acaso te haces la estúpida, Katy? Sabes muy bien que no puedes tener ninguna falta en el colegio. No puedes desprestigiar a mi familia ni a la tuya. ¿Qué pasa si los profesores se enteran? —le dije en tono amenazador después de haber visto lo que le había hecho a Aura, aunque tampoco hice nada para detenerlo.

—Asher, no es para tanto, es solo una broma, cariño. Antes hasta te reías de esto. ¿Qué te pasa?

—No me pasa nada —contesté molesto por su arrogancia—. Solo ten cuidado, no quiero problemas ni que nuestros padres empiecen a presionar con esto. ¿Por qué no mejor usas ese cerebro y subes tus calificaciones? No te seguiré ayudando siempre.

—Asher, tranquilo, solo fue una broma —comentó Kevin, a quien en algún momento consideré mi amigo, pero ahora solo hablaba con él porque su padre era socio en las empresas de mi padre.

Me levanté con pesadez y, al mismo tiempo, enojado. No entendía por qué aquello me había molestado tanto.

Tampoco entendía por qué Aura se comportaba así. ¿Por qué no se defendía?

Cuando estábamos en sexto grado, era una niña dulce y sonriente. Recuerdo que siempre llevaba su cabello largo y negro suelto, y sus ojos color avellana brillaban con una chispa especial. Pero algo cambió en ella.

Escuché rumores de que su padre las había abandonado a ella y a su madre. No sé si era cierto, pero desde entonces dejó de sonreír. Se volvió callada, distante... Ya no usaba vestidos bonitos ni ropa colorida como antes; en su lugar, siempre llevaba prendas anchas que cubrían su piel, como si quisiera desaparecer. Y siempre llevaba esas dos trenzas. No sabía por qué, si su cabello era tan hermoso.

Aura era bonita, aunque pareciera no notarlo. Su piel de porcelana era tan delicada que daba la impresión de que un poco de sol podría dañarla. Pero lo más impresionante de ella era que, a pesar de todo, seguía destacando sin quererlo.

Yo no podía decir que estaba enamorado de ella, pero tampoco podía ignorarla. Tal vez solo me daba lástima la forma en que la trataban... aunque nunca hice nada para evitarlo.

Mi mundo era completamente diferente al suyo. Mis padres eran dueños de Kotyum, una de las empresas de construcción de casas de lujo más importantes del país. En la escuela, todos sabían que yo era el chico más rico y popular. Salía con Katy, la chica más codiciada del instituto.

Katy era hermosa, sí, pero también superficial y, a veces, insoportable. Desde siempre, nuestros padres nos habían empujado a estar juntos, asegurando que éramos "la pareja perfecta". Yo no la amaba... aunque de ella no podía decir lo mismo. Estaba obsesionada conmigo, y eso me exasperaba.

Me levanté sin dar explicaciones y salí de la cafetería en su búsqueda. Caminé hasta el patio trasero, ese lugar alejado donde ella solía esconderse. Y ahí estaba, sentada sobre el césped, abrazando sus rodillas mientras miraba la montaña a lo lejos.

—Aura —llamé su nombre, pero ella no volteó.

Probé de nuevo.

—¡Aura!

Nada.

Suspiré y me acerqué hasta tocar su brazo suavemente, pero ella se apartó de inmediato, como si mi contacto le causara asco.

Fruncí el ceño.

¿Qué le pasaba a esta chica? ¿Acaso no se daba cuenta de quién la estaba llamando?

Yo era Asher. Todos querían hablar conmigo, todos querían estar cerca de mí, y sin embargo, ella... ella me rechazaba como si no importara en lo absoluto.

Eso no era normal.

Finalmente, me miró, aunque su expresión era cautelosa.

—Hola —dijo en un tono bajo, con la voz entrecortada. Era suave... pero hermosa.

—Hola, Aura —respondí, intentando sonar relajado—. Solo quería saludarte.

—¿Sí? Hola —dijo con voz temblorosa, como si acabara de llorar.

—Eh... sé que Katy a veces exagera un poco con lo que te hace.

Aura levantó la vista hacia mí por primera vez.

—¿Solo un poco? —repitió con ironía—. Me hace la vida imposible todos los días.

No supe qué decir.

—Lo sé, lo sé... y lo siento, pero...

Ella me interrumpió antes de que pudiera seguir justificándome.

—Está bien. No tienes que sentirlo. Igual siempre estás ahí y nunca le dices nada a tu novia para detenerla.

Sus palabras fueron como un golpe directo al estómago.

—¿Tienes hambre? Sé que no pudiste comer y...

—No te preocupes, estoy bien. Y no tengo hambre. Con permiso.

Se levantó y se alejó, dejándome ahí, completamente estático.

Ella tenía razón.

Yo era uno más de ellos. Puede que no la acosara directamente, pero tampoco hacía nada para detenerlo. Siempre había pensado que era indiferente a lo que Katy hacía, pero ahora... ahora no estaba tan seguro.

Y, por alguna razón, esa idea me molestó más de lo que esperaba.

Ay mi querido Asher, creo que te estas enamorando...




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