AURA
Habían pasado dos semanas desde aquella noche en la que Asher me llevó a casa. Al día siguiente, ingenuamente creí que quizás podríamos ser amigos, pero me equivoqué. Me ignoró por completo. Lo hacía siempre, pero esta vez dolió más. No solo no dijo nada cuando los demás se burlaban de mí, sino que incluso participó en los comentarios crueles sobre mi físico en la clase de literatura.
Pensé que algo cambiaría, pero él seguía siendo el mismo de siempre: inalcanzable, frío, distante. Desde entonces, se mostraba más cercano a Katy. Los veía juntos todo el tiempo, incluso besándose en los pasillos. Ella, como era de esperarse, lucía más presumida y antipática que nunca.
Hoy, como todos los días, fui a la cafetería con la esperanza de que Asher me dirigiera la palabra. Pero no lo hizo. Se sentó con Katy y sus amigos, riéndose, sin siquiera mirarme. Yo me senté al otro lado, sola, como siempre.
Cuando terminó la hora del almuerzo, me dirigí directamente a la clase de Ciencias. Era la última del día y solo quería que pasara rápido. Tenía que irme a trabajar, y mañana sábado pasaría el día en el convento ayudando a las monjas con los niños. Me gustaba mucho más estar allí que en casa, donde tenía que soportar a mi madre o los golpes de mi padrastro.
—Buenas tardes —dijo la señora Evans al entrar al aula con su actitud recta de siempre.
—Buenas tardes, profesora —respondimos al unísono.
—Hoy daremos inicio al proyecto final de Ciencias. Aquí es donde demostrarán si tienen un poco de cerebro. Y como es de esperar, los dos estudiantes con mejores calificaciones formarán equipo. Felicidades a Aura y Asher, los únicos que parecen tomarse en serio la escuela.
Sentí mi rostro arder y bajé la cabeza, sintiéndome avergonzada. Miré de reojo a Asher, pero él simplemente permaneció inmóvil, sin mirarme, con la vista fija en el frente.
—Como no aceptaremos quejas, los dos más sobresalientes de la clase trabajarán juntos. Así nadie se aprovechará de ellos, como suele suceder con la señorita Aura. ¿No es así?
Todos me miraron. Yo bajé la cabeza y asentí en silencio.
Al finalizar la clase, recogía mis libros cuando Asher se acercó.
—Bien, haré todo el trabajo. Tú solo límitate a aceptarlo. No quiero que estés cerca de mí.
Levanté la vista confundida. Sus palabras me hirieron más de lo que quería admitir. Sentí cómo mis ojos se llenaban de lágrimas.
—Lo siento —susurré—. Pero puedo ayudar. No tienes que hacerlo todo tú solo, es un trabajo en equipo.
—No quiero estar cerca de ti ni trabajar contigo. ¿No lo entiendes o tengo que explicarlo de otra forma?
Apreté los labios, intentando contener el dolor que me provocaban sus palabras.
—No soy tan tonta, Asher. Entiendo lo que me dices. Pero igual te ayudaré. No aceptaré una calificación por un trabajo que no hice.
Sus ojos se endurecieron y resopló, visiblemente molesto.
—Bien —aceptó, con tono resignado—. No tengo todo tu tiempo, así que lunes, miércoles y viernes después de la escuela en la biblioteca.
—Lo siento —repetí—, pero tengo que trabajar.
—Eso a mí no me importa —replicó con frialdad—. No tengo nada que ver con tu vida de mendiga. Es eso o nada.
Su crueldad me hizo temblar. Sabía que si no aceptaba, perdería mi calificación.
—Por favor, Asher. Necesito este trabajo —le rogué—. Podemos hacerlo en la pasteleria donde trabajo, desde allí podemos estudiar.
Lo miré suplicante.
—Por favor, por favor.
Asher apretó la mandíbula y después de unos segundos asintió con fastidio.
—Está bien. Una hora cada día. No más. No tengo todo tu tiempo.
Suspiré aliviada.
—Gracias. Gracias de verdad.
—Bien. Nos vemos el lunes —dijo con frialdad antes de salir de la clase, claramente molesto.
Me quedé en mi sitio, observándolo alejarse. No entendía por qué Asher era tan cruel conmigo. Esa noche que me llevó a casa fue diferente, casi amable. Pero ahora me trataba con desprecio.
Si seguía enamorada de él, lo único que lograría sería salir lastimada.
Era mejor no hacerme ilusiones.
Editado: 26.06.2025