El color de tu Recuerdo

Capitulo 22

Asher

Continuamos el viaje. En medio del camino, decidí parar a desayunar. Sabía que Aura no había comido nada, y para ser sincero, me daba la impresión de que estaba un poco delgada, aunque su aspecto seguía siendo hermoso.
Entramos a un pequeño café junto a la carretera, con olor a pan recién hecho y café tostado.
Cuando el camarero nos dio el menú, Aura no tardó en ordenar: —Huevos fritos con panqueques, tocino… y un vaso de leche, por favor.
Yo, sin saber qué pedir, terminé diciendo: —Lo mismo para mí.
Cuando llegó el desayuno, Aura empezó a comer tan rápido que no pude evitar quedarme observándola. Parecía tener hambre de verdad.
Ella lo notó y se detuvo un momento, con las mejillas ligeramente sonrojadas. —Lo siento —dijo riendo con vergüenza—. Debo parecer una cerdita comiendo así.
Negué con la cabeza, sonriendo. —Está bien. Por lo menos no cuentas calorías ni hablas de cuántos gramos vas a subir por cada bocado. Eso me desespera de las chicas. Tú eres diferente, Aura. Y eso está bien. Además, la comida se hizo para disfrutarla.
Ella bajó la mirada con una media sonrisa. —Supongo que tienes razón —murmuró.
Fue entonces cuando lo vi: un pequeño rastro de miel en la comisura de sus labios. Sin pensarlo demasiado, estiré la mano y la limpié con el pulgar.
Aura se quedó quieta, erizada, mirándome con esos ojos marrones que parecían decir mil cosas sin pronunciar palabra. Sentí el pulso acelerarse y retiré la mano de inmediato, nervioso.
—Lo siento —dije rápido—, tenías un poco de miel… no quise ser grosero. —Está bien —respondió suavemente—. Gracias.
Después de eso, seguimos desayunando en un silencio que no era incómodo, pero sí lleno de algo que ninguno de los dos sabía cómo nombrar.

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Cuando terminamos, retomamos el camino. El lugar a donde la llevaba era especial para mí, mi refugio. Ni siquiera a Katy la había traído aquí. Era mi sitio.
Subimos una pequeña colina, no más de cinco minutos, y desde arriba se veía una laguna rodeada de árboles y un verde tan intenso que casi dolía a la vista. Era un lugar de paz, el mismo que me sostenía en los momentos donde la culpa me pesaba demasiado.
Extendí una manta sobre el césped y saqué los snacks que había comprado. Nos sentamos un rato en silencio, mirando el paisaje. El viento era suave y el sonido del agua abajo nos envolvía.
Cuando el sol ya estaba alto, teníamos casi todo el proyecto terminado. Trabajar con Aura era una experiencia en sí misma gratificante: tan enfocada, tan inteligente, que a veces me hacía sentir tonto a su lado.
—¿Ves? —dije bromeando—. Es mejor trabajar conmigo que sola. Soy buena compañía, ¿no crees? Ella me miró y sonrió. —Lo eres, realmente lo eres.
Hubo una pausa antes de que preguntara: —¿Por qué elegiste este lugar?
—No lo sé —respondí mirando al horizonte—. Siempre que vengo aquí, lo hago solo. Me trae paz ver todo desde arriba. Además, ese árbol grande allá… siempre me ha gustado.
—Es hermoso —dijo ella, pero noté un dejo de tristeza en su voz. Se quedó mirando el paisaje como si pensara en algo lejano. En ese momento entendí que, igual que yo, Aura también cargaba con algo. Y eso… me dolió.

Nos quedamos un rato más, comiendo, hablando de cosas sin importancia, hasta que me levanté y le tendí la mano.
—Vamos. Quiero mostrarte algo. —¿A dónde? —preguntó desconfiando un poco. —A alimentar a los patos.
Dudó unos segundos, pero al final tomó mi mano. Su piel era tan suave que por un momento sentí que el mundo se detenía. Solo eso… sostener su mano… ya era suficiente.

Bajamos por un sendero hasta llegar a la orilla del lago. El reflejo del sol en el agua la hacía brillar, y los patos se acercaban curiosos mientras lanzábamos migas de pan.

De repente, uno de ellos voló hacia Aura. Ella gritó y, entre risas y tropiezos, terminó cayendo al agua.
—¡Aura! —corrí hacia ella alarmado. —Parece que le caí bien al pato —dijo entre carcajadas, empapada saliendo del lago, de repente el mundo se detuvo, me quedé inmóvil, su vestido floral se pegaba a su cuerpo y su trenza se había deshecho. Su cabello, largo y Color canela, caía sobre su cuerpo, era tan largo hermoso, era la primera vez que lo veia suelto sin esas colas que siempre llevaba, es que no se daba cuenta como se veia? porque siempre se ocultaba en esas ropas anchas que no hacian mas nada que ocultar ese cuerpo que tenia, la tela ligera que llevaba se movía con el viento, revelando curvas sutiles, una elegancia natural que no necesitaba adornos. Su piel parecía más luminosa bajo el sol, y sus ojos, libres de sombras, reflejaban una paz que me desarmó. No pude pensar en nada más. Se veía como un ángel, uno de esos que no bajan a la tierra para ser vistos, sino para recordarte que hay belleza que no se puede poseer. Y yo, ahí parado, sentí que no merecía siquiera mirarlo.

—¿Asher? —dijo, mirándome con el ceño fruncido—. ¿Estás bien?
Salí de mis pensamientos de golpe. —Sí, sí, estoy bien —balbuceé, intentando mirar a otro lado, fue ella la que tuvo el incidente y sin embargo me preguntaba si esta bien, bien? estaba tan ensismado mirando su figura y como se veia que bien era una palabra corta para lo que producia en mi.




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