El color del cambio

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En el transcurso de poco más de un mes mi vida ha dado un interesante giro. El gran apoyo que he recibido de parte de Cyan es invaluable y su compañía se ha vuelto un tesoro que guardo con todo el corazón.

Cada día nos frecuentamos. Tratamos de hacerlo de una forma un tanto clandestina para no despertar en otras personas opiniones negativas y no meternos en problemas a causa de las leyes de la ciudad. A pesar de ello y de la brevedad de dichas situaciones, son los más gratos momentos que disfrutamos durante el día.

Con el correr del tiempo hemos forjado una maravillosa amistad. En ocasiones conversamos y hemos aprendido más sobre nuestras vidas. Descubrí que Cyan vive en un departamento, en un edificio cerca de la tienda de la señora Canario. Trabaja como maestro en una escuela para niños no muy lejos del lugar donde yo trabajo, por lo que en ocasiones solemos vernos en camino a nuestros empleos. Él me comentó que me había visto tiempo atrás, pero debido a la discriminación que existe hacia las personas como yo no se había atrevido a saludarme. Le agradezco en gran medida que haya decidido cambiar de parecer.

Con respecto a Cyan, él también es producto de una mezcla. Su madre, una mujer Azul, conoció a su padre, un hombre Blanco, en la universidad donde ella trabajaba. Este tipo de relaciones, aunque no son prohibidas como el resto de las mezclas, son mal vistas a los ojos de la clase regente a la que los Blanco pertenecen; por esa razón, debido al amor que su padre manifestó hacia su madre, estuvo dispuesto a renunciar a su posición en el trono, aunque todavía recibe ciertos beneficios económicos relacionados a su linaje. Su color no le ha traído demasiado bienestar. Al ser de una tonalidad más clara que un Azul promedio, la cualidad que representa a este color, a saber, el intelecto, aunque presente en gran medida, no es tan elevada como en el caso de otros miembros de su color. Esto ha provocado que, en gran parte de su vida, e incluso en la actualidad, sus compañeros de trabajo, y también en la comunidad Azul, se mofen de él debido a no ser considerado de intelecto elevado como ellos. A pesar de ello, esto propició que no se desarrollara en él el peor defecto de los Azul: el orgullo, lo que le ayudó a cultivar otras cualidades como las que ha demostrado.

Gracias a la ayuda de Cyan, mi nivel de vida ha mejorado. He ahorrado dinero suficiente para conseguir algunas cosas necesarias para nosotros, como mantas e incluso algunas prendas de vestir de mejor calidad para mi padre y para mí. Mi apariencia física ha mejorado un poco, y también mi bienestar personal. Ahora me siento menos estresado y siento que, aunque duermo poco, descanso mejor desde que lo conocí. Mi padre todavía padece esa enfermedad que le hace toser con mucha fuerza y le provoca fiebres y dolor. No he conseguido atención médica para él debido a que no existen médicos dispuestos a ayudar a las personas que viven en las colonias Verde, pero le he administrado medicamentos que Cyan consigue para aliviar un poco sus síntomas; por desgracia, no estoy seguro de cuanto tiempo vaya a resistir de esta forma.

Ahora, estamos a los primeros días del último mes en el año. El clima se ha vuelto muy fresco, y anuncia la pronta llegada de la estación fría. Marcho hacia mi trabajo en la grata compañía de Cyan, con quien comparto anécdotas graciosas ocurridas a mis compañeros de trabajo; situaciones en las que se meten y que merecen por su conducta. De repente, Cyan me pide que guarde silencio con un gesto de su mano.

—Flint —susurra—; creo que alguien se acerca.

Lo que Cyan advierte me sorprende, pues las calles por las que caminamos no son siquiera concurridas, y siempre nos cercioramos de que no nos vean. Entonces me detengo un momento y vuelvo la mirada hacia atrás, y alcanzo a percibir la presencia de tres personas.

—Son tres hombres Azul —indico.

—¡Ay, no puede ser! —se queja Cyan, quien también se vuelve y observa a quienes nos siguen—. Será mejor que nos apartemos un poco; conozco a esos sujetos y no conviene que nos vean juntos.

Me dispongo a retirarme del lado de Cyan, pero de inmediato nos vemos cercados por esos individuos, quienes se adelantan a nuestro paso. Para ser Azul, vaya que son un poco veloces.

—Miren nada más a quién tenemos aquí —expresa uno de ellos—. «El diluido».

—Me da «gusto» verte, Índigo —habla Cyan un tanto molesto por su presencia.

—Y no está solo —habla uno de los Azul, y este de inmediato se acerca a mi—. ¿Quién le acompaña? —indaga.

—Creo que es una mezcla—responde Índigo.

—¿Un mestizo? Pensé que no estaba permitido tener contacto con ellos —aduce un tercero.

—Así que ahora también rompes las reglas y traicionas a los tuyos, ¿eh, Cyan? —expresa Índigo a modo burlón—. No podía esperar otra cosa de alguien como tú. Después de todo, supongo que te sientes mucho más cómodo en compañía de los rezagados que con los de tu propio color.

—He de decirte que, a pesar de cuán despreciable les parezca este joven, él me ha tratado mucho mejor en un mes que lo que lo han hecho los de mi propio color en gran parte de mi vida —espeta Cyan con fastidio y resentimiento.

—¿Hay algún problema? —interroga una voz femenina en la distancia. Todos nos volvemos para ver de quién se trata, y nos encontramos con una mujer Rojo muy joven. Su piel y cabellos tenían un tinte oscuro, diferente al resto de los Rojo que he visto, y estaba ataviada en un traje militar compuesto por una levita militar cerrada, pantalones y botas además de un lazo visible al cuello. Sobre su atuendo usa un cinturón donde lleva una espada además de un par de grilletes.




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