El color del cambio

9

—Déjeme adivinar: no esperaba que esto sucediera, ¿no es así? —hablo con absoluto sarcasmo, y me vuelvo hacia una apesadumbrada señorita Perla quien ni siquiera se atreve a levantar su mirada del suelo—. Porque dudo que haya sido su intención ser capturada y enjuiciada por ayudar a una mezcla, y exponer a la persona a la que deseaba dar su ayuda a una condena de muerte —agrego.

—¿Podrías dejar de hacer eso? —expresa ella con aire de fastidio mezclado con un gran dolor.

—Oh, disculpe; sucede que alguien me prometió una nueva esperanza, una oportunidad de vivir mejor y dejar atrás el calvario que era mi existencia, y hasta este momento ni siquiera he vislumbrado un mínimo de dicha promesa; y no sé por qué pero tengo la seguridad de que no será así —ironizo.

—Mantén la calma, por favor. Ya encontraremos la forma de salir de esto.

—Por supuesto que saldremos, pero en la forma de un cadáver una vez que nos ejecuten los guardias Rojo.

Después de decir esto, ella solo suspira, y alcanzo a percibir lágrimas en sus ojos.

—Yo solo intentaba ayudarte. Quería darte una mejor vida y una oportunidad de demostrar que, aunque eres una mezcla, puedes hacer algo por el bienestar de nuestra sociedad. Quería ser valiente, como Pitch —masculla entre lamentos.

—Usted no necesita demostrar nada. Sus acciones ya han definido la clase de persona que es. Sin embargo, permítame decirle que, si quería probarse algo a sí misma, eligió el peor momento para hacerlo.

—Lo sé —habla ella—. Entiendo la situación en la que estamos metidos; a pesar de ello, insisto en que mantengas la calma. Todo estará bien —añade con una sonrisa llena de confianza y los ojos un poco húmedos.

Luego de esperar por casi una hora, la puerta del cuarto de detención se abre. La señorita Perla y yo volvemos nuestra mirada en dirección de la entrada, y podemos ver a un gran número de guardias Rojo.

Uno de ellos se adentra en el cuarto y, después de unos segundos de silencio, habla:

—Es hora. Salgan de allí, los llevaremos a la cámara del consejo.

Ella y yo abandonamos el recinto y somos guiados a través de varios corredores hasta llegar a una gran sala de forma circular con numerosas columnas y ventanas. El piso está cubierto de losas cuadradas de colores blanco y negro. En la parte frontal se encuentran sentados doce reyes y once reinas, cada uno en su respectivo sitio en la forma de semicírculo. El sitio que se encuentra vacío es aquel que corresponde a la señorita Perla, junto a sus hermanos y hermanas de color Blanco. Al mismo tiempo, por otra de las entradas, ingresan personas de diversos colores: Azul, Rojo, Amarillo, Naranja y Púrpura. Cada uno de ellos representa a diversos grupos y actividades que corresponden a su color. Entre ellos distingo al general Crimson en compañía de otros Rojo con sus uniformes oficiales. Estoy seguro de que me ha visto, pues su rostro muestra un severo desagrado.

Después de que todos han tomado su posición en la sala, y nos han colocado en un par de sillas en el centro de la misma, Alabaster se pone de pie y comienza a hablar.

—Nos hemos reunido en este comité judicial para llevar a cabo una audiencia en contra de nuestra hermana Perla, hija de Lace, amigo de mi padre, por sus crímenes contra la corona. Señorita Perla, póngase de pie —indica, y ella acata su orden—. Se le acusa de traición a las leyes de la ciudad de Croma al tener contacto con personas prohibidas, a saber, una mezcla, y con toda posibilidad con el hombre a cargo de él debido a decreto real, Pitch hijo de Coal, además de permitir el ingreso al palacio real a esta clase de personas consideradas proscritas por la ley. ¿Qué tiene que decir en su defensa?

—Soy responsable de todos los cargos que ustedes me imputan —expresa con suma seriedad y convicción—. Mis intenciones, lejos de ser negativas, son puras y motivadas por un deseo de ayudar al prójimo.

—¿Y de qué manera pensaba usted hacer esto? —interroga Alabaster.

—Es séptimo año, y de acuerdo con las leyes de Croma, es año de liberación, y muchos de nuestros empleados renuncian debido a que son incapaces de trabajar por su edad avanzada o su estado de salud mientras que otros solo deciden cambiar a una posición diferente, lo que deja numerosas vacantes para nuevos empleados.

» Al traer a Flint al palacio fue con la intención de ofrecerle un espacio entre nuestros sirvientes y empleados domésticos. Para ser precisa, deseo convertirlo en mi propio sirviente personal, pero para ello debía organizar una audiencia con el resto de reyes y reinas y presentar mi propuesta.

—¿Y esperaba que accediéramos sin chistar? —inquiere.




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