El color del cambio

17

Seguido a esta revelación, una gran cantidad de presentes a la fiesta, entre ellos otros sirvientes y un gran número de los guardias presentes en el salón, también cambian su color y dejan ver que se trataba de soldados de color Marrón.

De inmediato, lo impensable sucede. Los soldados Marrón comienzan a moverse entre la gente y a derribar a cuanto asistente tienen la oportunidad. Por todas partes, en el interior del lugar, se escuchan lamentos y gritos horrorizados llenos de dolor y angustia.

Cyan y yo estamos aterrados. El temor me invade, y por culpa de ello me convierto en una estatua viviente, mientras que mi amigo Cyan decide huir despavorido.

Un momento después escucho un grito agudo salir de su boca. Vuelvo la mirada hacia donde se encuentra, y veo a un soldado Marrón a punto de acabar con su vida con un enorme cuchillo de cristal. Y es justo en ese momento cuando un milagro sucede, pues una oficial de color Rojo aparece en escena con su espada desenvainada y comienza una reyerta entre ambos.

—¡Vayámonos de aquí! —insto a Cyan, y lo tomo de su mano mientras las dos persona cuya vida es la guerra y el combate se baten a muerte.

Cyan y yo continuamos en nuestro escape y bajamos del balcón hasta la sala principal cuando un grito llama nuestra atención. Nos volvemos hacia nuestra derecha, y es cuando vemos con horror como las princesas de color Negro son tomadas por los soldados Marrón y las llevan hasta la salida entre sus brazos, como si solo fuesen almohadas de plumas. No importa cuánto forcejeen, sus esfuerzos son por completo inútiles pues los soldados tienen dominio sobre ellas sin problema.

Un grito de auxilio llega hasta mis oídos. Es de una voz que conozco. Volteo hacia la izquierda y veo a uno de los soldados Marrón con Lady Raven en sus brazos en dirección a la salida de la sala de eventos.

—¡Lady Raven! —grito con mi brazo extendido hacia ella.

Sin perder ni un segundo, comienzo a correr lo más veloz que puedo en dirección al soldado Marrón y, al llegar hasta donde él se encuentra, lo tomo del brazo en un intento por detenerlo.

—¡Déjala ir! —ordeno, y el guerrero vuelve su rostro. En ese momento lo identifico como uno de los dos soldados que estaban disfrazados de sirvientes.

—Te dijimos, muchacho, que te apartaras o podrías salir herido —reclama el membrudo sujeto, y sin dilación me toma de la solapa de mi traje de sirviente con su mano izquierda y me levanta en el aire mientras yo me sujeto de su brazo con ambas manos.

—¡Por favor, no lo lastimes! —solicita Lady Raven con total desesperación, y el soldado Marrón le dedica una sonrisa maliciosa.

—Vaya, parece que la princesa quiere que te muestre misericordia —habla con perversidad—. Te dejaré ir, ¡pero ni siquiera te atrevas a seguirnos, o esta vez lo pagarás con tu vida! —profiere el soldado.

Dicho esto, agita su brazo para arrojarme, pero yo me aferro a su brazo, y al mismo tiempo sujeto con fuerza un curioso brazalete que el sujeto lleva en su muñeca. Por desgracia, el hombre es mucho más fuerte, así que salgo arrojado hasta una distancia apartada ante el grito preocupado de Lady Raven.

Caigo al suelo de costado y ruedo un poco antes de detenerme, entonces me levanto con esfuerzo pues la caída provocó que me golpeara mi pierna y mi brazo, y percibo que, en mi mano derecha, se encuentra el inusual brazalete que el sujeto portaba. Le echo un vistazo antes de guardarlo en el bolsillo de mi pantalón y, al ver que el soldado ha dejado la sala de eventos, y a pesar de su advertencia, decido seguirlos para ver si puedo hacer algo para salvar a Lady Raven.

Cuando por fin llego a salir del salón, intento divisar al soldado Marrón, y alcanzo a verlo conforme se escabulle detrás de unos arbustos, por lo que los sigo presuroso.

Atravieso los arbustos y entonces me vuelvo hacia la derecha. Allí se encuentran varios vehículos aparcados, y provenientes del interior escucho gritos de varias de las jóvenes doncellas. De inmediato estos arrancan, así que corro en dirección hacia ellos con la intención de alcanzarlos, pero estos parten y avanzan a toda velocidad con rumbo hacia la ciudad.

Exhausto, caigo al suelo de rodillas. Mi cuerpo tiembla con fuerza y las fuerzas se han apartado de mí. De inmediato, la culpa me embarga. Estuve muy cerca de poner a Lady Raven a salvo y sé que pude hacer más para protegerla, pero no lo conseguí. Es nuestra responsabilidad velar por el bienestar de nuestros amos, y el hecho de que no lo haya logrado significa que fallé como sirviente personal principal. Algunas lágrimas de desesperación comienzan a fluir de mis ojos al tiempo que aprieto mi mano sobre el suelo.

Allí permanezco en esa posición durante un breve espacio de tiempo mientras dejo salir mi frustración. Luego de esto me levanto del suelo, limpio mi rostro y mis prendas de vestir y entonces vuelvo al salón de eventos para ayudar buscar al señor Admiral.




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