Es muy entrada la noche, muy cerca de la hora quinta. Cyan, la señorita Sol Toscano, Dijon, la oficial Scarlett y yo viajamos ahora en un carro conducido por los Marrón de la comunidad Verde que nos traslada hacia el campamento de los Marrón. Entre ellos viene León, quien al parecer fue asignado de último momento para servir de escolta.
Llegamos hasta una aldea con casas construidas en madera y piedra en las que ellos habitan, pero no son nuevas, sino que pareciera como si vivieran allí desde hace muchos años. También podemos ver una gigantesca estructura que sobresale de entre los edificios, pero debido a la oscuridad de la noche no alcanzamos a distinguir de qué se trata.
De inmediato, varios soldados aparecen desde diversas direcciones y comienzan a acercarse hacia nosotros. Uno de ellos pide al conductor del carro que se detenga, y con una linterna en mano nos echa un vistazo.
—¿De dónde vienen? —pregunta el soldado.
—De "El Paraíso", la comunidad Verde en el bosque —responde el conductor.
—¿Quiénes son ellos? —interroga de nuevo.
—Son prisioneros. Fueron encontrados en el bosque, y al parecer buscan entorpecer los planes del Gran Líder. Por eso los enviaron aquí. Tome —indica, y le entrega una pieza de papel enrollado—. Son las instrucciones del Gran Anciano para cada uno de los prisioneros.
El soldado abre la nota y la lee, luego se acerca a nosotros y nos ilumina con su linterna. Entonces, cuando coloca su luz frente a mí, se detiene un poco.
—Tú debes ser Flint —menciona el soldado al ver mi rostro.
—¿Cómo saben mi nombre? —inquiero bastante alarmado, pues al parecer mi identidad es conocida por todos los Marrón.
—Nuestro líder nos ha hablado mucho sobre ti. Nos dio instrucciones específicas de no causarte daño en el momento que llegáramos a invadir Croma, pero no pensábamos verte antes de lo previsto.
—¡Guarda silencio! ¡No des más información de la necesaria a estas personas! —grita uno de los soldados Marrón que lo acompaña.
—No creo que suceda nada malo; después de todo, no habrá nadie a quien puedan contarle sobre nuestros planes —responde el anterior soldado, y entonces desenvaina una hoja afilada que apunta hacia Cyan.
—¡Espere! —intervengo, y me coloco entre el soldado y mis compañeros—. Por favor, no les haga daño. Se lo suplico.
Los soldados se miran unos a otros como si deliberaran al respecto, y entonces el soldado antes mencionado guarda su hoja.
—Está bien.
—Gracias —suspiro aliviado.
—De acuerdo con las instrucciones, ellos deben ser encerrados en prisión, mientras que el joven Gris debe ser llevado ante el Gran Líder. Él te dará un trato especial —explica León, quien nos acompaña.
—Bien, ¿qué esperan? ¡Anden y lleven a esos prisioneros! —ordena el primero de los soldados Marrón, y acto seguido pasamos a avanzar hacia el interior de su campamento.
Después de unos minutos de habernos internado en la aldea, uno de los soldados se dirige hacia una construcción de mayor tamaño que las demás con la finalidad de notificar a sus autoridades superiores, y cuando este regresa ordena encerrar a los prisioneros y pide que me lleven ante su dirigente. Mientras, tres de los soldados me escoltan hasta el edificio principal.
Luego de que ingresamos, dos de ellos se quedan conmigo mientras que el tercero pasa a una habitación donde se encuentran sus dirigentes con la intención de solicitar permiso para mi ingreso. Desde donde me encuentro logro escuchar que su líder les ha otorgado el permiso de pasar, así que pronto este sale y me pide que entre.
Conforme me acerco a la entrada, escucho una voz procedente del interior de la habitación, una voz que suena bastante familiar, y esto me inquieta un poco pues esa persona parece conversar con suma tranquilidad con los Marrón que se encuentran en esa habitación, como si tuviera gran compañerismo con ellos. Pero, ¿será posible? Solo de imaginar que mis actuales sospechas sean verdaderas hace que mi sangre se vuelva hielo y mi corazón se sienta pesado dentro de mi pecho.
Atravieso la entrada y llego a un recinto donde se encuentran varias personas Marrón, tanto hombres como mujeres, todos ellos sentados en torno a una mesa enorme. Uno de ellos es de edad avanzada, pero conserva un físico impresionante, muy fuerte y bien cuidado. Este se encuentra sentado en un extremo de la mesa, de manera que puedo ver su rostro. Sin embargo, frente a mí se encuentra una silla enorme, un asiento preparado de manera especial, y es a la persona sentada en este asiento a quien no logro ver del todo.