—Haré cuanto esté en mi poder —respondo a la pregunta de Lady Raven—. Buscaré a mis amigos y veré la forma de liberarlos; entonces intentaremos algo para detener este conflicto. Pero, por ahora, lo más importante es usted. Tiene qué comer algo, reponer sus fuerzas para que podamos salir de este sitio.
—De acuerdo.
—En un momento vuelvo —indico, y entonces salgo de la habitación—. Esto… ¿Señora Penny? —llamo.
—Es señorita, señorita Penny —responde con una dulce sonrisa conforme se acerca.
—Disculpe. Necesito algo para que Lady Raven pueda comer —solicito.
—Enseguida traigo su desayuno —expresa, y baja presurosa.
Y en verdad que es rauda, pues no transcurre ni siquiera un minuto cuando ella regresa con un plato exquisito y abundante.
Agradezco a ella sus atenciones, y luego de pedir un poco de privacidad regreso a la habitación.
Después de que Lady Raven desayuna, la ayudo a vestirse y prepararse. Tiene que dar la impresión de que ella se quedará aquí, pues ahora ella forma parte de nuestro plan. Hecho esto, salimos de su cuarto con rumbo a la recepción. Tengo que hacerme cargo de ayudarla a caminar pues está muy débil después de pasar tanto tiempo sin alimentarse como es debido.
Al llegar allí, para sorpresa nuestra, nos encontramos con Admiral quien conversa con gran entusiasmo con Penny y algunas de las princesas; y ellos, al ver a Lady Raven fuera de su habitación, se sienten por completo regocijados.
—¡Mi niña! —la recibe Penny con un fuerte abrazo.
—Veo que lo que necesitaba era un rostro que inspirara más confianza —expresa Admiral.
—Tenga mucho cuidado; ella todavía no se siente con la fuerza suficiente —comento al tiempo que le ayudo a sentarse en una de las sillas disponibles—, pero ha prometido que hará lo posible por ponerse mejor. También ha decidido unirse a nuestra iniciativa —añado.
—Es bueno saberlo —señala Admiral—. Flint, hijo, ¿qué te parece si nos quedamos un momento?
—No veo inconveniente alguno —respondo.
—Traeré más té y galletas —avisa Penny, y se levanta de su asiento.
En ese momento llaman a la puerta del lugar donde nos encontramos. Penny responde, y resulta ser un joven Marrón que se presenta con Admiral.
—Gran Líder Admiral, lo necesitan en La Torre. Quieren que vaya a revisarla y darle los últimos ajustes —anuncia.
—Entiendo. Flint, hijo, tienes que venir conmigo —invita ahora—. Tenía deseos de mostrarte esto, y veo que esta será la oportunidad adecuada.
—De acuerdo —contesto, y entonces me vuelvo hacia Lady Raven—. Tengo que irme —expreso.
—Está bien —responde ella con voz calmada. Entonces tomo su mano y beso sus nudillos y acto seguido salimos de allí.
—Tienes buen ojo, Flint —expresa Admiral con gran orgullo—. Cuando termine la guerra, me encargaré de que ella te sea dada por esposa —añade. No es necesario decir que sus palabras me hacen sentir algo de vergüenza e incomodidad, pues jamás había imaginado una vida junto a ella de esa forma.
—Esto… De acuerdo —respondo inseguro.
En cuanto salimos de allí, Admiral me guía en dirección a donde se encuentran las estructuras que vi la noche anterior. Se trata de una gigantesca torre de metal con ruedas, vigilada por numerosos soldados Marrón.
—¿Qué es ese extraño edificio? —inquiero, y Admiral ríe un poco.
—No es un edificio —señala—, es una máquina de guerra. La más sofisticada arma jamás diseñada; la culminación de casi doscientos años de investigación, diseño, planificación y desarrollo.
—¿Es la máquina que se dice que roba colores? —interrogo un poco horrorizado.
—Esa es su arma principal, sí —responde orgulloso.
—¿Cómo funciona esta arma?
—Como sabes, Flint, existe un material que es usado con frecuencia para fabricar armamento: el cristal de Acrom. Espadas, dagas, lanzas, cuchillos y flechas son creados con este insólito mineral. Su efecto sobre nuestros cuerpos es interesante. En su forma natural, como tenemos aquí —señala, y me muestra una pequeña piedra de dicho material—, es inofensivo; sin embargo, una vez que es purificado es cuando se vuelve peligroso. La cercanía con la piel hace que el color de esta se altere, por lo que debe manipularse con protección especial, misma que empleamos en nuestros armaduras y escudos. Y no es necesario hablar de las heridas que pueden provocarse con este cristal. Una pequeña cortadura provoca que nuestros cuerpos pierdan su color muy rápido; de hecho, un simple rasguño con un cristal de Acrom es muy difícil, por no decir casi imposible, de curar, y deja una cicatriz que jamás sana. Solo los Verde pueden sanar esa clase de herida, aunque el método que emplean para hacerlo es un secreto que solo unos cuantos conocen. Ningún otro color puede hacerlo excepto ellos.