El color del cambio

28

Ya es casi la hora cuarta de la noche. Para este momento todos en el campamento descansan, a excepción de los guardias y alguno que otro sirviente Marrón que cumple con sus labores. Me atavío con mis antiguas prendas de vestir y procedo a salir de la habitación en silencio. No hay guardias que vigilen los corredores, así que puedo avanzar sin problema alguno. Por desgracia, en la salida es diferente, pues percibo que hay varios vigilantes apostados, y superarlos no será sencillo.

Entonces se me ocurre la idea. Tomo el brazalete y lo enciendo. Sin embargo, me encuentro con el problema de que solo tiene los ocho colores principales de Croma. No hay mezclas como gris o marrón.

Comienzo a presionar las cuentas, pero solo cambio de un color a otro. Entonces se me ocurre una idea, y presiono al mismo tiempo la cuenta de color verde y la de color rojo, y entonces sucede el milagro: mi piel y vestimenta se han teñido de color marrón.

Lleno de confianza, salgo del lugar por la entrada principal.

—Buenas noches —saludo a los guardias al pasar a su lado.

—Buenas noches —responden ellos con amabilidad, y me hace sentir todavía más tranquilo.

Es increíble cómo ahora me he vuelto invisible a sus ojos. Es el mejor invento que ha salido de la mente de Admiral, sin duda. Pero ahora me pregunto: ¿por qué no me dio uno de estos cuando me encontraba en Croma? En verdad me hubiera sido mucho más útil para sobrevivir en la ciudad. Pero ahora que lo pienso, es mejor que la situación haya sucedido de esta manera, o de lo contrario no habría tenido todas las oportunidades que me fueron dadas en mi vida, ni tampoco podría hacer algo por el resto del mundo.

Creo que es hora de concentrarme en mi misión. Camino por la calle oscura hasta la mansión donde se encuentran las princesas Negro, y me dirijo hacia la parte trasera, donde se encuentra la entrada para los sirvientes.

Camino por el corredor, y en el trayecto saludo a uno que otro sirviente que me ve sonriente y amable. Continúo hasta llegar a la escalera que conduce a las habitaciones en la parte superior.

Subo, y entonces busco la habitación de Lady Raven. Al llegar allí, toco la puerta un par de veces con mucha suavidad, y la puerta se abre de inmediato. Acto seguido, Lady Raven se abalanza sobre mí y me abraza con fuerza.

—Sabía que vendrías, F… ¿quién eres tú? —pregunta confundida y bastante alarmada una vez que se separa de mí.

—Soy yo —respondo después de hacerle un gesto con el dedo para que guardara silencio, y entonces desactivo el dispositivo que cambia mi color.

—Qué interesante aparato. ¿Es lo que usaron los Marrón cuando entraron al palacio?

—Sí —susurro—. Pero no es momento de hablar. Tenemos que irnos —señalo, y luego vuelvo a presionar la combinación de cuentas para que mi piel se torne de color marrón.

Con presteza, bajamos de allí y procedemos a salir por la entrada de servicio.

Hecho esto, comenzamos a correr cuan veloz nos los permiten nuestros pies. Nos dirigimos hacia la prisión del campamento, donde se encuentra León quien se mantiene atento y vigilante. Al llegar allí, él me observa con detenimiento, y entonces sonríe.

—Hola, Flint —menciona de una manera muy casual y tranquila, y entonces procede a abrir la puerta de la prisión para dejar salir a mis compañeros.

—¿Cómo lo supiste? —respondo, y apago el brazalete, lo que me devuelve mi color natural.

—Tu rostro es inconfundible —aclara—. Podrás tener la piel y la vestimenta de otro color, pero tu cara jamás se olvida.

—Sí, sí, como digas —comenta una irritada oficial Scarlett, quien le da un a palmada en la espalda a León—; luego nos impresionas con tus habilidades, muchacho. Ahora, si no es mucha molestia, ¿hacia dónde debemos ir? —averigua con tono cortante.

—Oh, claro. Floresta nos espera en esa dirección. Síganme —señala, y entonces marchamos hacia los límites del campamento Marrón.

En grupo, y a escondidas, nos movemos entre las sombras para evitar ser detectados por los guardias Marrón. Luego de varios minutos de largo caminar, llegamos hasta donde se encuentra Floresta, de pie en medio de la nada con una linterna en mano.

—Es grato a mis ojos verte de nuevo, amor mío —expresa León, y entonces abraza a Floresta, quien responde al gesto de una forma un poco fría.

León se percata de ello, así que se aparta un poco y la mira directo al rostro. Su expresión se percibe afligida, casi al borde del llanto.

—¿Qué sucede? —indaga preocupado, y le toma menos de un segundo para que su expresión se muestre alarmada—. Oh, no. Por favor, no me digas que…




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