—Tienes 20 minutos, no me decepciones.
Me dirigí al inicio de la pista y cuando me dieron la señal, salí corriendo con todas mis fuerzas. El aire frío me golpeaba el rostro, pero lo ignoré. El primer obstáculo apareció de inmediato: una serie de muros bajos que debía saltar sin perder el ritmo. Tomé impulso y los superé uno tras otro, sintiendo cómo mis músculos se tensaban con cada aterrizaje.
—Vamos ¡Mas rápido Haeseung! —grité —Te mueves como un maldito anciano.
Un silbido metálico cortó el aire. Giré la cabeza apenas a tiempo para esquivar una de las trampas: una barra oscilante que casi me derriba. Me lancé rodando hacia adelante y escuché el golpe seco a mis espaldas.
—¡Maldita sea Haeseung! Si no aprendes a anticipar los ataques, terminarás muerto, antes de poder derribar a alguien.
Seguí avanzando. El siguiente tramo era un campo de neumáticos. Metí los pies con rapidez, uno tras otro, pero un malmovimiento me hizo tropezar. Caí de rodillas y sentí el ardor del raspón.
—¿Eso es lo mejor que puedes hacer?
Sentí como su voz fuerte, atravesó mi cuerpo, por completo.
—¡LEVÁNTATE DE UNA VEZ! —escupi con desprecio. —Mi "hijo" no debería estar tirado en el suelo, como un inútil.
Apreté los dientes y me incorporé. El sudor me cegaba, el pecho me ardía, pero seguí corriendo.
Llegué al túnel angosto y me arrastré entre la grava, con las piedras clavándose en mis codos y rodillas. Maldita sea… ¿esto es entrenamiento o tortura?
—Que patético que eres Haeseung, ni siquiera puedes gatear con dignidad.
Finalmente, salí al último sector: el pasillo de campanas suspendidas. Una cuerda tras otra, todas alineadas y listas para sonar al mínimo contacto. Avancé con pasos lentos, casi conteniendo la respiración. Cada campana colgaba como si esperara que fallara.
Un movimiento en falso me hizo tambalear y la campana tintineó suavemente. El sonido que soltó, fue como una daga clavándose en mis oídos.
—¡Idiota! Me decepcionas —le grite. —Si estuvieras en una situación real, ya te hubieras muerto, por no servir para nada, solo serías un estorbo.
El insulto de mi padre todavía ardía en mi cabeza cuando escuché un murmullo distinto, suave, que no provenía de él
—Señor, con todo respeto. Debe calmarse un poco, está muy alterado.
El silencio se tensó. Por un instante temí que la furia de mi padre se volcara sobre él. Pero no fue así.
—Respire —Si, lo intentaré Taeyeon.
Las palabras me helaron, pero continué con más cautela. Tras unos segundos eternos, logré salir.
El pecho me ardía por el esfuerzo, los pulmones quemaban y mis piernas temblaban. Pero aún quedaba la prueba más importante: la puntería.
—Te quedan 2 minutos —anuncie con voz seca. —Demuestra que no eres una deshonra
Apunté con manos temblorosas. El sudor me corría por la frente. Respiré profundo y apreté el gatillo. El disparo salió mal, rozando el borde del blanco.
—¡Fallaste! —grité con furia. —Ni siquiera eres capaz de hacer lo más simple. ¡Maldito inútil!
Tragué saliva, apreté los dientes y disparé de nuevo. La bala se fue aún más lejos.
—Patético —escupi. —Dos intentos fallidos y aún así, te atreves a llamarte mi hijo.
Sentí el estómago hundirse. Me quedaba un solo disparo. Y el reloj avanzaba sin piedad.
—Treinta segúndos. Mas te vale apuntar bien o te arrepentirás de aver nacido.
Mis manos temblaban. Todo mi cuerpo gritaba rendirse, pero no podía. No. No voy a dejar que me destruya.
—Veinte segundos.
Respiré hondo, apreté el gatillo. El disparo voló recto, firme, y dio justo en el centro del blanco.
El eco del impacto sonó en mi oído.
—¡Lo logré! —exclamé, con la voz quebrada, entre alivio y rabia.
Mi padre me miraba con odio.
—Deja de celebrar estúpido. Lo lograste por suerte, no por habilidad. Si dependieras de tus "habilidades" en una verdadera pelea, estarías muerto desde el inicio.
Se acercó lentamente, cada paso suyo más pesado que el anterior. Me sostuvo la mirada con desprecio absoluto.
—No te confundas. Un simple tiro, no borra el asco que me das. Eres un ser repugnante.
Sentí la garganta cerrarse, pero no me atreví a responder.
De pronto su voz se volvió a un más cortante.
—Ahora dime la lista del otro día, ya deberías saberla ¿No? Menciona todos los datos y recuerda, no quiero nada de bromas.
Tragué saliva, pero empecé a recitar, uno por uno, los datos que había memorizado. Al tercer nombre dudé apenas un instante.
—No vaciles —afirme, golpeando el suelo con el pie. —Esa pausa en el mundo real, sería el momento exacto, para volarte la cabeza.
Apreté los dientes y seguí, esforzándome para no cometer otro error. Cuando terminé, él sonrió con frialdad.
—Bien, al menos veo, que no eres una completa basura... Pero estás muy cerca de serlo.
Él saco un papel de su chaqueta y me lo tiró.
—Aqui tienes otra lista. Memoriza la para mañana y espero que no falles o si no... Bueno no creo que quieras saber de qué soy capaz ¿O sí?
Me agaché y recogí el papel con manos temblorosas. Fue entonces que escuché una voz más cálida, firme, pero baja.
—Haeseung.
Taeyeon apareció a mi lado, tocando mi hombro.
—Lo hiciste bien. No escuches todo lo que el dice. Nadie en su sano juicio hubiera resistido, todo lo que tú has pasado, respira. No dejes que esas palabras te hundan.
Lo miré, con la vista nublada por el cansancio y la rabia contenida. Asentí apenas, incapaz de articular alguna palabra.
Taeyeon esperó unos segundos hasta que mi respiración se calmó un poco. Luego me dejó sentado en un banco y camino hacia Saijin.
—Ya basta —dije con un tono educado, pero firme. —Ese chico necesita entrenamiento, no tortura. Si lo sigues tratando así, no lo forjaras... Lo romperàs.
—¿Tortura? —reí sin humor. —¿Qué sabes tu de forjar o romper Taeyeon..? Yo volví a levantar este imperio, con disciplina, sangre y con el miedo de la gente. Así que déjame decirte, que mi hijo no será la excepción.