Volví a la mesa con la bandeja en las manos. Dos tazas de café humeante me acompañaban en el trayecto, y aunque no me había pedido nada por ahora, no pude evitar preparar esto. Algo en él me hacía querer compartir más de lo que debía.
Dejé una taza, frente a Haeseung y la otra enfrente de mi.
—¿Y ésto?
—Cortesia de la casa —mencioné, intentando sonar casual.
Él me miró de inmediato, arqueando una ceja.
—No sabía que regalaban café aquí.
Me encogí de hombros y jugué con la cucharita.
—No lo regalamos, pero digamos... Que hoy lo amerita.
Se inclinó un poco hacia mi, con esa expresión curiosa.
—¿Amerita? ¿Por qué?
Sonreí para restarle importancia, llevándome la taza a los labios antes de responder.
—Ya te contaré... —deje esa frase en el aire, disfrutando del aroma a café.
Por suerte, cambió de tema, y empezamos a hablar de cosas simples: clases, clientes molestos, lo difícil que era encontrar tiempo para uno mismo. Con él, hasta lo ordinario sonaba distinto, más ligero.
El silencio se coló en un instante de la charla. Sus ojos se quedaron fijos en mí y yo tuve que bajar la mirada. No estaba acostumbrado a que alguien me escuchara tan de cerca.
—Esta bien... —suspiré sin pensarlo demasiado. —Hoy es mi cumpleaños.
Lo solté como quien deja caer una piedra al agua, esperando que se hunda rápido y sin ruido.
El abrió sus ojos con sorpresa.
—¿¡En serio!? ¿¡Y no pensabas decir nada!?
Me reí bajo, moviendo el café con la cucharita.
—No suelo celebrarlo mucho. Prefiero que esto, pase desapercibido.
—Pues ya no más —respondi de inmediato, con una sonrisa. —¡Feliz cumpleaños Jackson!
Y solo con esas palabras, sentí que tal vez este día no había pasado desapercibido después de todo.
Seguimos hablando un rato más, hasta que lo vi mirar la hora y ponerse de pie de golpe.
—Maldición, se me está haciendo tarde —tome un par de billetes y se lo entregue.
Antes de que pudiera dar un paso, empujé el dinero de regreso hacia él.
—No —insisti firmé, pero con calma. —El café lo he invitado yo, no tienes que pagar.
Me miró con sorpresa, como si no esperara que lo rechazará.
—Jackson...
—No hay peros —sonrei ligeramente, cruzando los brazos.
Se quedó en silencio unos segundos, hasta que terminó rindiéndose con una leve risa.
—Esta bien gracias.
—Que te vaya bien, Haeseung —Le dije, sonriendo mientras guardaba la calma aunque por dentro no quería que se marchara tan rápido.
Él me devolvió la sonrisa antes de salir por la puerta.
Me quedé un momento en silencio, hasta que fui a recoger la mesa. Y ahí lo vi, sobre la silla: su celular. Lo levanté entre mis manos, observándolo como si en ese aparato pudiera descubrir más de él.
suspiré resignado.
—Eres un desastre Haeseung —momuré sonriendo.
Lo guardé conmigo y, cuando terminé el turno, lo llevé a la habitación de los meseros, dejándolo a salvo. Aunque, en el fondo, no podía negar que una parte de mí estaba esperando que viniera a buscarlo.
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El aire frío de la noche me acompañó en el camino de regreso. Las luces de la calle parecían más lejanas de lo habitual. y mi cabeza seguía dando vueltas con la charla en la cafetería. Jackson, sus palabras, esa sonrisa tranquila que parecía leerme más de lo que yo quería admitir… y la forma en que me rechazó el dinero. Algo en todo eso me dejó inquieto, aunque no sabría decir por qué.
Al llegar a casa, lo primero que vi fue a Taeyeon en la entrada. Se apoyaba contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados y esa expresión calmada que parecía mostrar solamente para mí.
—¿Haz comido algo? —pregunte apenas lo vi, observándolo de arriba a abajo.
—No —negié con la cabeza.
Solté un suspiro, ya creía saber su respuesta, pero de alguna forma, pensaba que ya hubiera comido algo.
—Siempre igual... Anda ven. Te prepararé algo.
Lo seguí hasta la cocina y me senté, mientras él comenzaba a sacar cosas del refrigerador. El simple sonido de los utensilios ya me hacía sentir en casa.
—Deberías cuidarte más Haeseung —dije encendiendo la estufa. —No importa lo que pase allá afuera, tu salud es primero.
Lo mire de reojo, ladeando la cabeza.
—Lo dices como si fueras mi madre.
Él solo sonrió, sin apartar la mirada del sartén.
—Mas bien, como si yo fuera tu padre. De igual forma, alguien debe recordarte estás cosas.
Me quedé callado un momento. Era cierto: cuando él hablaba de esa forma, había algo distinto en su voz. Como si de verdad le importara.
—Yo se cuidarme solo —contesté en un mormullo, sonando poco convencido.
—No lo dudo —repliqué enseguida, con calma. —Pero que puedas hacerlo, no significa que tengas que estar solo.
Lo miré con más atención. Notando como en sus palabras había un peso que no necesitaba explicarse. Taeyeon no era de los que hablaban mucho, pero cuando lo hacía, se notaba lo que pensaba de verdad.
Cuando me sirvió el plato, lo colocó frente a mí y me dio una palmada suave en el hombro.
—Come con calma Haeseung.
No pude evitar sonreír con ironía, pero obedecí. El silencio se llenó con el ruido de los cubiertos, y Taeyeon se sentó frente a mí, cruzando los brazos.
—Tu padre no está. Así que puedes estar tranquilo.
Solo de la nada, como cuando una persona, suelta un dato importante de la nada.
—¿Dónde fue? —Pregunté.
—Negocios. Aprovecha y ve a descansar.
Asentí y terminé mi plato con calma. Aveces las simples palabras de Taeyeon, eran lo más parecido a un refugio.
Cuando finalmente me levanté, el recogió mi plato, antes de que yo pueda hacerlo.
—Ya vete a tu cuarto, yo me encargo de esto.
—Muchas gracias Taeyeon.
Subí a mi habitación y dejé la chaqueta a un lado. El silencio me envolvió apenas cerré la puerta. Caminé hasta el baño y me metí a la ducha, dejando que el agua caliente arrastrara el cansancio y la maraña de pensamientos que no me dejaban respirar.