Un día Narciso estaba paseando por el bosque diciendo lo guapo que era y que podía competir en belleza con Apolo y ganarle fácilmente, cuando se topó con Melpómene, la musa de la tragedia, quien escuchó absolutamente todo lo que el joven iba diciendo.
- Disculpa, musa, tú que conoces a Apolo, ¿es cierto que mi atractivo supera al mismísimo dios de la belleza?
- No te comparas con un dios, mortal, puede que acabes siendo castigado por tus insolencias.
- ¿Me estás amenazando?
- Te estoy advirtiendo, Apolo es alguien muy poderoso, si buscas pelea con alguien te aconsejo que sea alguien a quien puedas ganar.
- Tonterías, ya verás cómo tengo razón, avisa a Apolo, quiero conocerle en persona para comparar nuestra hermosura, y entonces te darás cuenta de que llevo razón.
La musa fue a contarle a Apolo todo lo que le dijo el joven, y él contestó que no perdería su preciado tiempo en un simple mortal que se creía superior a él. El destino quiso juntarlos un día en el bosque, mientras Narciso estaba cazando y encontró a Apolo apoyado en un árbol rasgando las cuerdas de su lira con sus dedos, el joven se acercó al dios.
- ¿Por casualidad no serás Apolo?
- Guau, eres un genio, ¿Cómo lo has adivinado?, espera, ¿ha sido por la lira, no? ¿O quizás por el arco?
- Si te soy sincero, ha sido porque de todos con quienes me he topado, eres el único que eres casi tan hermoso cómo yo.
- ¿Casi?, cariño, yo soy el dios de la belleza masculina, ningún hombre me gana.
- Yo sí.
- Eso habrá que verlo, ¿Qué te parece una competición?, con un jurado imparcial obviamente, ¿Qué me dices, aceptas?
- ¿Es algún truco sucio de dios o algo parecido?
- No, es simplemente para que veas que no me puedes ganar y que te equivocas, ¿o acaso tienes miedo de perder contra mí?
- Eso nunca. De acuerdo, haremos tu concurso, ¿pero quiénes harán de jueces?, tus amigos dioses no valen porque estarán a tu favor, y las musas tampoco.
- ¿Quitamos también a las ninfas cómo posibles juezas?
- Sí, pero ya que no puede ser nadie que esté a tu favor, lo justo es que tampoco haya nadie que esté de mi lado, así que ni mis amigos, pretendientes rechazados ni padres pueden participar.
- Así que los jueces serán quienes no nos conozcan.
- O alguien que aún conociéndonos siga imparcial.
- Bien, pues pensemos en quien puede hacer de juez.
Estuvieron pensando un largo tiempo y decidieron echarlo a suerte. Pidieron a Eolo que eligiese a un mortal al azar y este eligió a Paris de Troya, quien ya había sido juez de un anterior concurso de belleza provocado por una manzana de oro. Al oír este nombre Narciso y Apolo se miraron, no hacía falta que se dijeran nada para saber lo que estaban pensando.
- Vale, me parece justo que Paris sea el juez, pero tenemos otro problema aún mayor, está muerto, no puede hacer de juez.
- A menos que el concurso sea llevado a cabo en el inframundo. - Sugirió Apolo
- ¿En serio crees que Hades nos va a dejar pasar a visitar a un muerto solo para que haga de juez en un concurso de belleza?
- Sí, hay que confiar en un poco.
- ¿Cómo llegamos hasta el inframundo? Y nada de matarme.
- No, tú déjamelo a mí. Nos vemos aquí mañana.
Apolo se fue a avisar a Hermes del concurso que estaban planeando y le pidió ayuda para el día siguiente ir al inframundo, Hermes al principio se negó porque no quería estar metido en ningún otro concurso de belleza que implicase a mortales y dioses, y en especial si Paris estaba metido en todo el embrollo. Apolo consiguió convencer al mensajero después de estar mucho tiempo prometiéndole que no saldría perjudicado esta vez.
Al día siguiente Narciso se reunió con Apolo que ya llevaba un tiempo esperándolo bajo el árbol, el dios le explicó cómo iban a llegar hasta el inframundo, y que Hermes ya estaba de camino. Al llegar al inframundo fueron a preguntar a Hades si podrían hablar con Paris durante un rato.
- Un concurso de belleza, ¿en serio?, ¿por eso queréis entrar en mis tierras y hablar con un difunto, para que os haga de juez en un estúpido concurso?
- Sí, y no es estúpido, es un concurso para demostrar a este mortal que no hay hombre que me pueda ganar en belleza.
- Ya le intenté convencer ayer de que era una idea absurda, pero no me hizo caso. -Se quejó Hermes.
- ¿Y por qué un muerto, por qué no un vivo? os habríais ahorrado el venir, molestar a Hermes y lo más importante, molestarme a mí con vuestras tonterías.
- ¡No son tonterías! - Narciso parecía un niño pequeño mientras se quejaba.
-Claro. Mira, ¿sabéis qué?, haced lo que os dé la gana, pero no me molestéis.
Encontraron a París y le contaron que había sido elegido como juez de un concurso de belleza, y que debía decidir quién era el más bello de los dos.
- No, ni de broma voy a hacer de juez de belleza otra vez.
- ¿Por qué no? - preguntó Narciso.
- Porque eso fue lo que me arruinó la vida.
- Si no recuerdo mal, gracias a ese concurso pudiste tener a la mujer que amabas - Rebatía Apolo.
- Sí, pero también creó una guerra que puso fin a muchas vidas, y una de ellas era la mía.
- Vale, pero ya estás muerto, así que ya no puedes morir por ninguna guerra. - Los comentarios de Narciso no parecían ayudar mucho.
- Que no voy a hacer de juez pesados.
- Porfi - Narciso seguía pidiendo a Paris que hiciera de juez y Hermes se cansó de los tres.
- A ver Paris, estos dos son unos plastas, y no se van a callar hasta que les hagas de juez, así que empecemos ya, porque cuanto antes terminemos, antes puedo volver a mi casa a dormir.
- Vale, pero ¿en qué me tengo que basar para calificar tu belleza?
- ¿Cómo qué en qué? Míranos bien, ¿Quién te parece más guapo? - Apolo estaba cansado de esperar a la respuesta y quería irse ya para poder seguir tocando la lira.